Cultura

El Enclave del Sol 2008 se tradujo en una fiesta de la música en Trebujena

Concebida desde su inicio como un encuentro del flamenco con las músicas del mundo, la tercera edición del encuentro Enclave del Sol -promovida por el guitarrista Gerardo Núñez y su mujer, la bailaora Carmen Cortés- llevó esa intención a su mejor expresión la noche del pasado sábado en los terrenos del Cortijo Jaranilla de Trebujena. Bastante más de un millar de personas -mil cuatrocientos, según la organización- colmaron plenamente los bancales que se han horadado en la tierra albariza de una loma del cortijo que mira al levante. El viento, que por la mañana había soplado desde esa dirección, dio paso a una brisa fresca del sur configurando una espléndida noche para la escucha al aire libre.

El cartel respondía a la filosofía del encuentro y la mixtura propuesta en el menú no defraudó las expectativas y la mayoría del personal optó por consumir todos los platos de la carta.

Gustó mucho la joven almeriense, debutante en esta tierra, María José Pérez. Cantó bien, con arrojo y dando muestra de cualidades y una gran afición, especialmente por la muestra tan amplia de estilos que exhibió. Le siguió en el orden de actuación Rafael de Utrera quien, desde sus valientes martinetes iniciales a las surtidas bulerías del final, dio buena cuenta de su versatilidad y gusto cantaor. Los dos estuvieron acompañados por la guitarra del jerezano Manuel Valencia con las palmas de los paisanos Manolete y Manuel Salado y la percusión de un omnipresente Ángel Sánchez 'Cepillo', el sanluqueño que estuvo presente en casi todos los combos que pisaron el escenario. Con los marroquíes del trío Ibn Baya, que cerraron la primera parte, asistimos a una lección de música antigua con la interpretación de parte de una de las ancestrales nubas, aunque más asequible resultara su Modo en mí que dejaron para el final, una composición de Chekara que desvela los puentes de esa música con la flamenca.

La segunda parte la abrió el lebrijano David Peña Dorantes que dejó en el aire de la noche el perfume de un piano que suena inevitablemente gitano pese a su lenguaje culto y a un discurso que vuela más allá de cualquiera de los estilos que le inspiran. Le siguió el trío de Jorge Pardo (flauta y saxo), Carles Benavent (bajo) y Tino di Geraldo (batería), una formación básica en el transflamenco, ese terreno que se nutre de la inspiración flamenca para ofrecer unas interpretaciones basadas en la solidez de unos músicos que rivalizan en solvencia. Y para terminar, la maestría de Carmen Linares con el acompañamiento de Diego del Morao. Otra de las inéditas y espléndidas combinaciones por la que este encuentro se distingue. La compenetración fue perfecta y el sabor de boca excelente cuando ya se alcanzaban las tres de la madrugada. Todavía habría de pasar alguna más para que el recinto de Jaranilla se desalojara. Tal era el ambiente.

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