Cultura

"En España no se conoce a mucha gente que ha hecho cosas brillantes"

  • El autor quiere "animar a los jóvenes desesperanzados" con 'El gran Mónico', la ejemplar historia de un inventor que luchó contra la adversidad y se ganó la admiración de Marie Curie

A veces, las revelaciones más inesperadas aguardan en escenarios aparentemente anodinos. Manuel Lozano Leyva paseaba por una feria de la ciencia mientras echaba un ojo a los artilugios y experimentos que se mostraban a los visitantes en cada expositor, sin sospechar que en aquel recorrido encontraría un material fabuloso para un libro. El objeto que inicialmente llamó la atención de este divulgador científico y novelista fue un generador portátil de rayos X del siglo XX, más tarde fue "una foto en sepia, antiquísima" la mecha que prendió definitivamente su curiosidad. "Me sorprendió que en esa imagen había un señor [Mónico Sánchez, que más tarde será el protagonista de su obra] en un stand que se llama Collins-Sánchez, y lo que me fascinaba es que aquel puesto estaba entre los de Westinghouse y General Electric", recuerda este catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla. "Investigué de dónde era la foto y supe que se hizo en una exposición de electricidad de 1904 en el Madison Square Garden. Empecé a indagar quién era este Sánchez... y resultó que era un joven de Piedrabuena, provincia de Ciudad Real, La Mancha, España", informa. Lozano Leyva expresó su sorpresa en una columna de un periódico, pero más tarde se sentiría impelido a volver a los contornos de aquel inventor. "Con la crisis empecé a notar cómo mis alumnos estaban en una situación muy amarga, veían que se tenían que ir al extranjero... Me propuse hacer un libro sobre este personaje, pero con la intención de animar a estos jóvenes y demostrarles que en una situación de crisis muchísimo más profunda que la actual se puede prosperar y se pueden hacer grandes cosas, aunque uno tenga que dejar el país", cuenta el autor ante un ejemplar de El gran Mónico (Debate), que no quiere definir como "una biografía o una novela, yo lo veo como una clase sin aula, porque me dirijo al lector como si fuera un alumno mío".

El impresionante periplo de Sánchez, un hombre que aprendió electrotecnia por correspondencia, que sin saber apenas inglés -al principio se comunicaba anotando sus frases en una pizarrita- logró progresar en Nueva York y ser testigo de la vertiginosa evolución que vivía el campo de la energía en ese tiempo, que montó una central eléctrica y el centro tecnológico más avanzado de su época en plena Mancha, brindaba a Lozano Leyva la ocasión de infundir algo de esperanza a sus alumnos. "Con Mónico estamos hablando de alguien que nace en 1880. Este hombre vive la guerra de España contra Estados Unidos, con la correspondiente pérdida de Cuba y Filipinas y el desastre que supone, vive la Primera Guerra Mundial, la Guerra de África, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la Guerra Civil, la autarquía franquista, que fue la que lo hundió del todo. Ésas eran crisis de verdad", afirma. "El mensaje", prosigue el escritor, "es que en este marco se puede hacer muchísimo. Lo que tienen que hacer los jóvenes es identificar el equivalente a la electricidad de finales del siglo XIX, ahora hay muchos campos. El grafeno, que tiene un futuro que nadie sabe cómo puede ser de inmenso; la exploración espacial, que ya no es exclusividad de los americanos; la aeronáutica, que está sufriendo una transformación tremenda; todo lo que significa la biología molecular, un mundo infinito...", enumera sobre los ámbitos en los que aún se pueden realizar hazañas memorables.

Debido a su propósito, Lozano Leyva no se ha detenido a alumbrar las zonas de sombra de la vida de su protagonista, como alguna acusación que recibió tras la Guerra Civil. "No he hecho una investigación histórica, yo no soy profesional de la Historia, ni tampoco me interesaba profundizar en todos los detalles de Mónico. He indagado hasta donde he llegado, pero una Guerra Civil es algo compleja, la vida tiene mil matices, y si alguien quiere adentrarse en la historia de Mónico que lo haga", defiende. El investigador, no obstante, no ha hecho una hagiografía de El gran Mónico: expone sus torpezas porque cree que de ellas se puede aprender."Para mí el error más grande que cometió es que, a diferencia de Steve Jobs, Bill Gates o cualquiera de los grandes emprendedores, él no se rodeó de los mejores ingenieros, y los mejores físicos, y los mejores matemáticos de la época, que es lo que hicieron los otros cuando triunfaron. El único profesional que reclutó de fuera fue un soplador de vidrio de Alemania, pero después todo lo llevaba él", y ahí, en opinión de Lozano Leyva, "está ya el germen de la obsolescencia. Si tú no te rodeas una vez que tienes un gran triunfo de lo que te puede dar solidez y te puede ayudar a innovar, estás perdido".

No fueron en todo caso sus pasos en falso, sino la cerrazón de las autoridades franquistas, lo que acabó con el imperio de Sánchez. "Los militares no entienden lo que hace Mónico, no entendían que había que importar equipamiento, le ponían unas trabas tremendas aunque le daban muchos honores como hacerle presidente de la Cámara de Comercio, mucha fanfarria...", cuenta el autor de El cosmos en la palma de la mano. Lozano Leyva ilustra con una anécdota la importancia que había adquirido el laboratorio: "Marie Curie organiza junto al Gobierno francés una flota de ambulancias para el frente de la Primera Guerra Mundial. Necesitaban una cantidad increíble de equipamiento pero lo más sofisticado de todo, un aparato portátil de rayos X, no les importaba porque sabían que había un sitio en España donde se fabricaban y eran muy buenos. Se calculan que las petit curies, como se llamó a esas ambulancias, tomaron más de un millón de radiografías. Salvaron muchas vidas".

El último capítulo del libro, Lozano Leyva se dirige al resto de la sociedad, no sólo a los jóvenes, y los políticos no salen bien parados en este fragmento. "Les explico que si no saben qué hacer con los buenos científicos e ingenieros que aprendan. Los están machacando ahora, pero peor será cuando vuelvan y no puedan sacar fruto a todo lo aprendido en el extranjero", lamenta un investigador que se resiste a ciertos clichés. "¿Generación mejor formada? Es mentira. ¿Eso qué significa? Si se entiende en cantidad, sí. Pero si nos referimos al nivel, no. Yo explico aquí la licenciatura que hice y me pinchan las ruedas del coche... Son banderas propagandistas que se extienden y no se analizan, aunque los que se están yendo están muy bien formados, es un tema complejo".

Lozano Leyva asegura que "todavía está por hacer una buena Historia de la Ciencia en este país, y cuando se haga nos vamos a llevar muchísimas sorpresas. El problema es que fuera se conoce a todos los que han hecho cosas brillantes, aquí no. En España se les ha despreciado, menospreciado o no se les ha prestado atención. Yo he descubierto, por ejemplo, escribiendo este libro, a Ramón Verea, un periodista que oyó en Nueva York que los españoles no servían para la ciencia, se propuso hacer la mejor máquina de calcular de la Historia y la hizo. Hay un ejemplar en la Oficina de Patentes de Nueva York y otra en el Museo de la IBM. Ninguno está en España".

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