Cultura

Fallece Patrice Chéreau, el creador que rondaba a la muerte en su obra

  • Uno de los maestros de la escena europea, celebrado también como cineasta, muere a los 68 años víctima de un cáncer El director tenía una fuerte vinculación con Andalucía

Anoche, víctima de un cáncer de pulmón, se nos fue otro de los grandes hombres de la escena contemporánea europea. La noticia nos hirió a todos los aficionados porque, entre otras cosas, se encontraba en plena madurez creativa. Tenía 68 años -los mismos que Pina Bausch cuando nos abandonó también de la noche a la mañana- y esperábamos mucho aún de él. De hecho, "en los próximos meses iba a realizar audiciones en Andalucía para un nuevo espectáculo que pensábamos producir. Además, en noviembre debía subirse al escenario del Central en las representaciones del espectáculo basado en La Consagración de la primavera… du printemps!, con bailarines mayores de 65", recordaba anoche con gran pesar el director de espacios escénicos de la Junta de Andalucía, Manuel Llanes.

Y hay que recordar que precisamente el Central, una vez pasados los fastos del 92 y la crisis de los años sucesivos, reabrió sus puertas en 1995 con un trabajo tan difícil de olvidar como En la soledad de los campos de algodón. La impresionante pieza, firmada por el autor francés fallecido a los cuarenta años Bernard Marie Koltes (con quien Chéreau había mantenido de joven una relación sentimental), estaba dirigida por Chéreau e interpretada, en francés, por él mismo y por el actor Pascal Greggory.

Fuimos pocos los que acudimos a disfrutar de semejante festín (él nos recuerda siempre que tenía que decirle al taxista dónde estaba el teatro porque nadie lo conocía aún), pero desde aquel momento no sólo nos rendimos a su genio, dando cuenta, desde este periódico -desde su fundación en 1999- de sus siempre admirables trabajos, sino que entre Chéreau y Andalucía se estableció una ligazón tan fuerte que acabó por comprarse una casa en la sevillana calle Castellar, muy cerca de donde Pepe Ríos tuvo hasta su muerte su academia de baile, y era fácil verlo en los toros y, sobre todo, en Semana Santa, callejeando detrás de cualquier procesión.

En realidad, Patrice Chéreau, rebelde y controvertido como casi todos los creadores, había renegado siempre de los nacionalismos, para convertir el teatro, en todas sus formas -ópera incluida-, y el cine en su terreno más familiar.

Nacido en Lézigné el 2 de noviembre de 1944, fue desde el instituto carne de teatro; con sólo 16 años creaba el Teatro Público de París y, a los 25, dirigía su primera ópera en el Festival dei Due Mondi de Spoleto que dirigía el inolvidable Gian Carlo Menotti. El mismo que, un poco antes, había otorgado su confianza más plena a un jovencito español llamado Antonio Gades.

Desde entonces se fueron sucediendo innumerables montajes, tanto de autores de vanguardia como de clásicos como El rey Lear de Shakespeare, Peer Gynt de Ibsen o la Fedra de Racine, merecedores, entre otros, de varios premios Molière, y de óperas como Lulú de Alban Berg, en versión integral para la Ópera de París (1979), Don Giovanni, de Mozart con Daniel Barenboim para el Festival de Salzburgo, 2007, Tristán e Isolda para el Teatro alla Scala de Milán o la peculiar y contemporánea versión que realizara de 1976 a 1980 para el Festival de Bayreuth, junto al director de orquesta Pierre Boulez, de El anillo del Nibelungo de Richard Wagner.

En cuanto al cine, su salto a la escena internacional se produjo con La reina Margot, de 1994 (premio del Jurado en el Festival de Cannes) con Isabelle Adjani como protagonista, aunque sería en la primera década de este siglo cuando encuentra su lenguaje más característico en trabajos como Intimidad (2001), Oso de Oro en el Festival de Berlín al igual que la durísima Su hermano, de 2003; Gabrielle, de 2005, y Persécution de 2009.

Si nos acercamos un poco a sus últimos trabajos, nos damos cuenta de que este gran hombre de teatro, amante entre otros de Antonin Artaud, llevaba años afrontando la muerte. La muerte de los demás como antesala de la suya propia y, sobre todo, como una cara más de la vida, de su enorme y obstinada pasión por vivir.

En Su hermano -película de la que también escribió el guión- nos presenta a un joven que va a morir y que decide esperar a la muerte en la casa donde pasó su infancia, analizando fríamente los años transcurridos en compañía de un hermano. Y casi lo mismo sucede en su último trabajo teatral: Coma, de Pierre Guyotat. Un monólogo descarnado y absolutamente demoledor que el artista dirige e interpreta sin concesiones desde 2009 y que se pudo ver la temporada pasada en el Teatro de la Abadía de Madrid y, más tarde, en la íntima sala La Fundición de Sevilla. En él Patrice Chéreau miraba a la muerte tan de frente que es seguro que anoche en París, la habrá recibido como a una buena amiga.

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