Cultura

Feliz reencuentro

Quizás el nombre de Diego Salado no sea demasiado conocido para las generaciones jóvenes. Sin embargo, en el recuerdo de muchos está aquel pintor que, en los años ochenta, formaba parte del grupo de artistas con más proyección en Jerez por su buen hacer en una pintura a la que él daba unos personales tratamientos, con un básico expresionismo figurativo, de amplia pincelada y contundente uso del tratamiento colorista. Era una pintura que dentro de la plasmación de la realidad buscaba nuevos argumentos más abiertos que los meramente ilustradores de lo real.

El artista estaba en todas las quinielas del mejor arte que se hacía en la ciudad. Sin embargo, aún con el sabor presente de algunos buenos éxitos, abandonó la seguridad que le daba el entorno conocido y buscó nuevos horizontes. Se fue a encontrar en Nueva York diferentes argumentos de un arte que, en él, suponíamos que adquiriría nuevas formas y andaría por rutas y rumbos distintos a los que, aquí, en aquellos momentos, se establecían. Desde entonces, han sido pocas las visitas a su ciudad natal. Teníamos referencias de su trabajo y sabíamos que la figuración había dado paso a una pseudoabstracción con fórmulas de mayor plasticidad que las que conformaban su antigua representación realista.

DIEGO SALADO. Galería Fedarte. JEREZ

Ahora Diego Salado, después de dos décadas, se nos hace presente con su actual trabajo. Un trabajo, que a los que conocimos su pintura de entonces y sabíamos de sus poderosas inquietudes plásticas, nos hace pensar en una lógica y acertada evolución que se ha manifestado en una abstracción totalmente evocadora y de mayor esencia pictórica.

La pintura que se presenta en la calle San Pablo nos hace transitar por unos medios no imitativos; con la representación perdiendo sus habituales contornos para llevarnos por unos espacios donde la forma plástica trasciende más allá de lo concreto. El manejo de una paleta básica, acentúa el carácter de una abstracción que nos hace evocar lo real desde el testimonio simple de la forma. La realidad ha dejado su ilustración al uso y lleva a la mirada por espacios presentidos, por horizontes donde todo se suscribe a la emoción de lo plástico, de lo formal, del color manifestando su sutil simbolismo y abriendo las compuertas para que por ellas camine la simple emoción plástica.

Los paisajes de diversas ciudades americanas nos ofrecen sus particulares tonalidades. No nos descubren ilustraciones de lo real pero nos guían por formas que hacen presentir, que trasladan a la mirada mucho más allá de lo que lo concreto propone. Obras que nos descubren a un pintor que se aleja de lo real para afrontar nuevos horizontes formales.

Tenemos, de nuevo en Jerez, a un Diego Salado cubriendo una etapa más de su madura evolución. Es, pues, todo un feliz reencuentro.

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