53 Fiesta de la Bulería

Una larga noche de cante

Luis Moneo, junto a Saira y Antonio Malena.

Luis Moneo, junto a Saira y Antonio Malena. / foto © Miguel Ángel González (Jerez)

Con cante ante, con mucho cante finalizó la 53 Fiesta de la Bulería, una edición que ha tenido como escenario los Claustros de Santo Domingo y que ha estado marcada por la pandemia que nos asola. Por esta razón, el espectáculo programado y que estaba dedicado al barrio de San Miguel, como el resto de propuestas anteriores, se vio reducido en artistas y tiempo, aunque, tal y como ha reconocido el Ayuntamiento, con vistas a recuperarlo el próximo año.

Durante casi dos horas, las diferentes voces que pasaron por el escenario demostraron un excelso conocimiento de cada uno de los cantes ejecutados, si bien es verdad, que tanto cante y tan seguido, hizo que en algún momento el público, -muy respetuoso, por cierto-, acabara por aburrirse. Quizás faltó una mejor estructura. Ahora bien, a los amantes del cante por derecho, la velada les resultó especialmente fructífera.

Resultó cuanto menos llamativo la escasez de guiños al barrio, ya no sólo por la falta de pilares de La Plazuela como los Mijita, los Méndez, los Rubichi o Los Agujetas (que según dicen estarán el año que viene), sino porque tampoco se invocó al espíritu de San Miguel en la fiesta, donde a excepción de El Quini y El Tolo, apenas sonaron las bulerías plazueleras. Esperemos que, como dicen, en 2021 sea otra cosa.

Sí que hubo recuerdos a sus artistas, como las bulerías que Saira Malena dedicó a La Paquera, recurriendo a algunas de sus letras, o la malagueña de Chacón que Antonio Malena ejecutó con maestría.

Tras las palabras iniciales de José Gallardo, abrió la noche, muy al estilo Jerez Puro, el propio Antonio Malena, recitando versos. Acto seguido, Saira Malena, una joven cantaora que demuestra día tras día su buena evolución, entró en escena. De verde agua y llamativos pendientes, la hija de Antonio Malena rompió el hielo recordando a Camarón por tarantas, una carta de presentación en la que dio muestras de sus excelentes condiciones.

Saira Malena y su hermano Antonio. Saira Malena y su hermano Antonio.

Saira Malena y su hermano Antonio. / foto © Miguel Ángel González (Jerez)

Continuó por seguiriyas, en otro ejemplo de calidad, en especial con el remate de El Tuerto la Peña, de gran dificultad y que no está al alcance de cualquiera. Su participación concluyó por bulerías, rescatando letras de La Paquera de Jerez.

El relevo lo tomó su padre, que dedicó su primer cante “a Carlos Vargas (presidente de la Sociedad del Cante Grande), que ha venido con su gente de Algeciras”. El Malena acometió las malagueñas de Chacón como él sabe hacerlo, como ya demostró, curiosamente, en los Viernes Flamenco del año pasado. Templando el cante y ajustando la voz al milímetro, Antonio fue de menos a más, brillando en la segunda letra, el clásico ‘Del convento, las campanas’, que completó de manera excelente antes de encadenar toda ristra de cantes abandolaos, desde el fandango de Lucena, al zángano de Puente Genil o el fandango de Pérez Guzmán, con el que remató el cante.

La guitarra de Malena hijo, de diez durante toda la noche, sonó entonces por soleá, un estímulo para volver a contemplar el conocimiento enciclopédico de su padre. Para empezar, soleá de Cádiz y de José Yllanda, recurriendo a la letra ‘Tú eres zarza y yo me enredo’, muy habitual entre los cantaores jerezanos de La Plazuela, para proseguir acordándose del Sordo la luz y rematar con la soleá atribuida a Paquirri el Guanté. En todas salió airoso, demostrando una vez más su poderío cantaor.

Los metales de Los Malena, Saira y Antonio, se reunieron entonces sobre la mesa acompañados por un invitado de excepción, Luis Moneo. En una tanda de soleá por bulería al golpe, Saira emergió de nuevo para recordar los cantes de La Serneta, mientras Antonio se desplazó hasta Lebrija, tierra de sus ancestros, y Luis Moneo levantó, con sólo abrir la boca, los aplausos del público que llenaba los Claustros, y que con tanta mascarilla estuvo especialmente frío.

Luis siguió, ya en solitario con su hijo Juan Manuel Moneo a la guitarra (perfecto en el acompañamiento y las falsetas), por cantiñas, un cante que hace de maravilla. Su luminosa garganta hizo lo que quiso con los aires de Cádiz, desplegando en toda su extensión el gen Moneo.

Por soleá, más de lo mismo. Sentarse a escuchar al cantaor de La Plazuela es aprender y disfrutar, ya no sólo de ese metal que Dios le ha dado, sino también de su experiencia sobre las tablas. Desgranó estilos con gitanería desde Alcalá a La Serneta o Frijones y volvió a refrendar que es una de esas voces a las que habría que cuidar y tener como ejemplo.

Salieron entonces Joaquín Marín El Quini y Antonio Peña ‘El Tolo’, en un cruce de letras por bulerías que remató Rocío Marín con una preciosa pataíta cargada de compás y buenas maneras.

Los mismos protagonistas se retaron por romances. De un lado, la profunda voz de El Tolo, un cantaor que nos transporta a otra época, y de otro El Quini, especialmente brillante en el remate arromanzado de la toná grande.

La última parte tuvo al baile de Rocío Marín como protagonista, en esta ocasión por seguiriyas. De negro y oro, la bailaora jerezana puso toda la carne en el asador en un marco como la Fiesta de la Bulería, con Malena hijo y Juan Manuel Moneo a las guitarras, y el cante de El Quini y El Tolo.

Como no podía ser de otra manera, el colofón llegó por bulerías, con replantes incluidos de Luis Moneo y Javier Peña.

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