Cultura

Filmar el guión

Drama, España, 2014, 91 min. Dirección y guión: Roberto Castón. Fotografía: Juan Miguel Azpiroz. Intérpretes: Roberto Álamo, Cuca Escribano, Fidel Betancourt, Aitor Beltrán, Nausicaa Bonnin, Josean Bengoetxea, Lucía Gutiérrez. Cine: Avenida.

En un país en el que tiende a confundirse muy a menudo hacer cine con filmar guiones, Los tontos y los estúpidos, el segundo y heterodoxo largo de Roberto Castón (Ander), hace justa y precisamente eso, filmar su guión, poniendo ante el espejo los propios mecanismos de la escritura, la narración, la interpretación y el rodaje en un ejercicio reflexivo en el que cine y teatro dialogan en una estimulante propuesta híbrida.

Se trata aquí de desnudar, de dejar a los intérpretes, incluido el director de la función, ante el escenario casi vacío, de sublimar, sin necesidad de llegar a los extremos de Dogville y Manderlay de Von Trier, los decorados, las situaciones, los objetos e incluso algunos personajes (como el caso del joven francés que seduce a las tres mujeres de una misma familia, invisible en todo momento), a través de la interpretación y un poderoso pacto con el espectador del que la película, al menos para quien esto escribe, sale casi siempre airosa.

Dos historias se cruzan a través de sus personajes: la primera desentraña la crisis y el desmoronamiento de una familia burguesa, la segunda apunta a una relación desigual entre una cajera de supermercado con una madre enferma y un psicólogo homosexual que atiende, precisamente, a la madre de la primera.

Gastón consigue que todo fluya en su artificial desnudez escénica, que los sonidos llenen el espacio y densifiquen las noches y los días, los exteriores e interiores, pero sin ocultar el mecanismo, al contrario, saliendo y entrando, marcando las pausas entre los actos, interpelando al espectador, explicitando el juego de ficciones de una manera tan simple como efectiva.

A la postre, lo que queda es el texto y el intenso poder de la palabra en sus intérpretes, todos ellos a una más que encomiable altura, especialmente Nausicaa Bonnín y, cómo no, Vicky Peña, el dolor del amor perdido (con cita incluida de Lope de Vega) en unas vidas siempre insatisfechas e imperfectas.

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