Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero

Flamenco

Por los mismos días en que se destapaba el sueldo fantasma del director del Centro Andaluz de Flamenco, que había percibido 2.200 euros al mes durante tres años sin llegar a pisar siquiera tan bien remunerado puesto de trabajo (ver Diario de Jerez, 30 de octubre), llegaba a todos los centros de enseñanza de nuestra sufrida región las "Instrucciones de la Dirección de Ordenación Educativa de la Junta para la celebración del Día del Flamenco", cuyo punto primero reza lo siguiente: "Todos los centros docentes no universitarios sostenidos con fondos públicos de esta Comunidad Autónoma celebrarán el día 16 de noviembre de cada año o con anterioridad al mismo si recayese en día no lectivo, el Día del Flamenco". La casualidad es otra de las grandes ironías de la vida que, en este caso, se convierte en un caso más de ese cinismo tan característico ya de nuestros gobernantes. Para celebrar el Día del Flamenco ¿podríamos ponerles a nuestros escolares un comentario del texto periodístico en el que se trata el "asuntillo" del sueldo fantasma? Sin duda sería una buena actividad complementaria, porque por ella se daría cuenta nuestro alumnado del desprecio más absoluto con que las administraciones públicas tratan a la cultura en todas sus manifestaciones. Mientras que todos los centros educativos ya se disponen a preparar estas actividades, aunque la cultura de nuestros adolescentes no se mejora con la celebración de "Día de", en el que se suelen programar una serie de actos forzados, algunos sin convicción, contando siempre con la voluntad de docentes, escolares y hasta familias, y con escasos por no decir ningún medio, las famosas Instrucciones del Día del Flamenco afirma rimbombante: "… corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz", o lo que es lo mismo: 2.200 euros, y encima nos mandan tocar las palmas. 

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