Premios de la academia Cita con los profesionales del cine español

Unos Goyas desconcertados

  • José Corbacho presenta esta noche la XXII edición de los premios Goya de la Academia · 'El orfanato' de Juan Antonio Bayona y 'Las trece rosas' de Martínez Lázaro parten como las dos películas favoritas

Los Goya enfocan su XXII edición pero no encuentran la paz. Tras más de dos décadas deberían tener un modelo consolidado y un consenso general de la profesión, pero no. Todos los años estallan polémicas en su entorno, algunas más graves, otras más de patio de vecinos. Ya quedan lejos los tiempos donde el "no a la guerra" sirvió para tapar las carencias de unos premios que no terminan de encontrar su sitio.

Aunque los cómicos y los técnicos estén más asentados ideológicamente, hace pocas ediciones hubo que cambiar las normas de la votación ante las protestas de cómo algunas candidaturas acababan siendo monopolizadas por los mismos nombres. Luego, la obsesión por dar ritmo a una gala eterna que bajaba cada vez más de audiencia empezó a hacer perder el norte a los académicos.

El fracasado numerito de bajarles los micrófonos a los premiados para que no se alargaran, el proyectar la gala por televisión con media hora de retraso para cortar los tiempos muertos, la polémica sobre la idoneidad de los presentadores (aunque el hallazgo de José Corbacho repite al igual que lo hace el color de la alfombra, que es verde y no roja como la hollywoodiense), que si un año se abusó de estrellas televisivas en detrimento de las cinematográficas, etc.

Aunque uno cree que parte de los problemas de la gala derivan de que los profesionales españoles no son tan disciplinados como sus homólogos americanos en los Oscars. Les gusta demasiado salirse del guión y meter morcillas. En California si a alguien se le ocurre aprovechar la plataforma para reivindicar los derechos del Tibet, castigado sin salir, por muy Richard Gere que se sea.

Sin embargo, la obsesión por la ceremonia ha llevado a los académicos a superarse buscando medidas disparatadas y polémicas para acortarla, como suprimir la entrega de los galardones a los cortometrajes.

Además de ser un desprecio hacia un formato que da unas alegrías a público y festivales que muchas veces no dan los largometrajes, era decantar demasiado el asunto hacia los veteranos. Las protestas del gremio llevaron a la Academia a echarse atrás en su decisión, pero en venganza ha limitado las duración de los cortos que pueden optar al premio a aquellos que no pasen de 20 minutos. ¡Como si se fuesen a proyectar en la gala!

Teniendo en cuenta que las normas del ministerio especifican que los cortos llegan hasta los 30 minutos, no se entiende esta corrección por parte de la Academia. Esta arbitraria decisión ha hecho de que joyas como Traumalogía de Daniel Sánchez-Arévalo se hayan quedado fuera. Al final se ha ahorrado en el chocolate del loro para acortar la ceremonia y se ha quedado fuera este año la categoría de Mejor Película Europea, en otro desplante absurdo en un país donde hay coproducciones frecuentes con el viejo continente.

Uno propondría para ahorrar tiempo en las próximas galas eliminar las categorías de Revelación. Que pongan a jóvenes y veteranos a competir en igualdad de condiciones, ampliando a cinco los finalistas. Además, como todos los años, se constatan extrañas presencias entre los presuntos actores noveles. No es serio que figure Bárbara Goenaga, que ya tiene alguna película anterior, incluyendo el protagonismo de El regalo de Silvia hace cinco años (otra cosa es que los académicos hayan visto este film). Ni la de Gonzalo de Castro, que cuenta con una brillante trayectoria en teatro y televisión. Pero esta extrañeza se amplia a otras categorías.

Como suele ocurrir, tanto en cortos como en documentales no se contempla lo mejor del año. En lo tocante a la no-ficción, se sigue la tónica de colocar películas que hablen sobre cine (El productor) o con nombres conocidos (Fados, Invisibles), con la recién estrenada Lucio de convidada de piedra. Ni rastro de Las alas de la vida, ni de Resistencia, ni de El paraíso de Hafner, entre otros documentales destacados.

Aunque en esta ceremonia de la confusión, lo más curioso es ver cómo el Goya de Honor, Alfredo Landa, figura en competición con Luz de domingo, con bastantes opciones de ganar vista la debilidad de sus compañeros de candidatura. Landa, que por cierto se ha unido a las broncas pregoyescas con sus declaraciones de rechazo a Garci, puede dar dos discursos de agradecimiento en la misma noche. No hubiese costado nada haber aplazado el homenaje al 2009, con el gran actor definitivamente retirado.

En lo tocante a las candidaturas, ni los más optimistas defensores del cine español pueden salvar la cosecha de este año. Lógica la presencia del sobrevalorado blockbuster de 2007, El orfanato, que ha salvado a nivel de taquilla los malos resultados de nuestro cine. Le ha quitado el puesto a otro film terrorífico que en el tiempo de descuento del 2007 ayudó a sanear los números, [REC].

La débil Las 13 rosas de Martínez-Lázaro cumple con la cuota de los veteranos (dejando fuera al Vicente Aranda de Canciones de amor en Lolita's Club y al Garci de Luz de domingo, que han sido placados sin contemplaciones) y el duelo que se estableció desde San Sebastián entre las feministas Siete mesas de billar francés y Mataharis se ha saldado a favor de la primera, una excelente película por otra parte. Aunque Icíar Bollaín figura como candidata a la dirección, aprovechando el hueco dejado por Juan Antonio Bayona que va como Revelación.

Significativa también la ausencia de la desastrosa Caótica Ana. El antaño multipremiado director vasco Julio Medem ni siquiera ha conseguido colocar a su mejor baza, la sonriente Manuela Vellés en Actriz Revelación.

Así las cosas, la debilidad de la mayoría de los filmes de 2007 y la ausencia de los grandes nombres ha posibilitado que la mejor película española del año, La soledad, se haya colado en las grandes nominaciones. Es un film minoritario y que sólo se ha exhibido en grandes capitales, que en circunstancias normales no habría ni olido la ceremonia a pesar de sus virtudes. No ganará nada, pero que una película así se haya colado en la gala de la industria del cine español es edificante por lo menos.

Se supone que ganará El orfanato, pero a uno le da el pálpito de que no va a ser una barrida como la de Amenábar con Mar adentro (qué extraña manía la de pensar en Amenábar al hablar del film de Juan Antonio Bayona. ¿O no tan extraña?). Y Belén Rueda no debe dormir muy tranquila teniendo como compañeras de candidatura al magnífico dúo de Siete mesas de billar francés, Maribel Verdú y sobre todo Blanca Portillo. En fin, esta intensa noche de carnaval llegará la respuesta.

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