Cultura

Grandes Rush y Morricone en el mejor Tornatore

Drama/Intriga/Romance, Italia, 2013, 124 min. Dirección y guión: Giuseppe Tornatore. Fotografía: Fabio Zamarion. Música: Ennio Morricone. Intérpretes: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Brigitte Christensen.

Él es un tímido maniático emocionalmente indefenso y vitalmente inexperto que se ha refugiado tras su talento para tasar y vender obras de arte, tras la belleza de los cuadros que atesora para disfrutarlos a solas -cuadros siempre de mujeres, a las que sólo conoce a través de la pintura-, tras la elegante confortabilidad de su hermosa casa, tras la cara e igualmente elegante ropa que viste como si fuera una armadura o un perfecto disfraz (incluida la colección de guantes que siempre lleva puestos, salvo cuando acaricia sus mujeres pintadas). Ella es una enferma de agorafobia que vive encerrada en una habitación de su suntuosa villa, sin ver a nadie ni dejarse ver por nadie. Una colección de obras de arte que ha heredado y quiere vender les unirá, si es que dos seres así pueden unirse.

Este maniático experto en belleza, que podría ser el protagonista de un extraordinario cuento inglés -cínico y sofisticado como un personaje de Wilde, extravagante como uno de Dickens y misterioso como uno de Machen, ha encontrado en el genio del británico Geoffrey Rush, heredero de esa reconcentrada a la vez que natural forma de actuar que hizo la gloria de John Gielgud o James Mason, el cuerpo, el rostro y el gesto perfecto en los que encarnarse. El buen reparto está encabezado por una convincente Sylvia Hoeks como la joven reclusa -la Miss Havisham de esta Satis House (Grandes esperanzas) llena de obras de arte y misterios- y por un siempre estupendo Donald Sutherland (en cambio Jim Sturges, por interpretación y personaje, está a punto de escorar la película hacia el peor tornatismo junto a la enana de los números). Hoeks y Sutherland encabezan el reparto, he dicho; porque Geoffrey Rush no está al frente de él como un primero entre iguales, sino que reina sobre la película a inmensa distancia de los demás.

Un argumento hábil convertido en un guión casi perfecto con una primera hora creando un misterio apasionante -lo mejor de la película- y otra hora revelándolo de sorpresa en sorpresa. Muy bien rodado por un Tornatore capaz de crear un universo a la medida de Rush y de su fascinante personaje. Hay un aroma a Hitchcock en los respetuosos homenajes a Vértigo (a los que se suma Morricone con idéntica elegancia: sólo las pocas notas de un pizzicato), algún toque del mejor giallo del Argento de Profondo rosso o Suspiria con sus atmósferas cerradas, sus mundos inventados e imposibles (en este caso refinados y anglofilizados), una pizca de Jack Clayton... Pero sobre todo hay un Tornatore que se muestra como un realizador mucho mejor de lo que nadie pudiera creer que era, capaz de ejercicios de sutileza (la superposición de la voz de ella sobre los retratos de mujeres que él colecciona, las esculturas y los cuadros surgiendo de la oscuridad cuando se abren las ventanas de la mansión) que crean momentos de gran cine.

El boom de Cinema Paradiso lanzó a Tornatore al estrellato internacional. Era una hermosa película adorada por unos y detestada por otros exactamente por la misma razón: su sentimentalismo multiplicado por una gran banda sonora de Ennio Morricone. Después vinieron películas mejores o peores -Están todos bien, Una pura formalidad, El hombre de las estrellas, La leyenda del pianista en el océano, Baaria- que nunca suscitaron unanimidad entre la crítica y alimentaron la sospecha del retórico manipulador de los sentimientos. Un Garci italiano. O un heredero de Mauro Bolognini (eso sí: sin la contundencia de La notte brava o Il bell' Antonio) con quien comparte, además del gusto por la imagen suntuosa hasta el esteticismo, la complicidad y amistad con Morricone. Hace tres años sorprendió con un documental (creo que no distribuido en España) sobre el productor Goffredo Lombardo que fue una gran lección de historia del cine. Y ahora vuelve a sorprender con esta fascinante, elegante e inteligente película, la mejor que ha rodado hasta ahora.

¡Y cómo está Ennio Morricone, el puñetero, a sus 85 años! ¡Qué inteligencia para interpretar musicalmente las tramas más reveladoras de la película y para darle espesor dramático! Lección para muchos peganotas y hace-ruidos la que da este jovencísimo anciano.

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