Alberto Guallart. Escritor

"Imagino a 'Colombine' y Gómez de la Serna leyéndose el uno al otro"

  • El ensayista y profesor sevillano rescata el legado y la peripecia vital de Carmen de Burgos, la primera mujer profesional del periodismo español, en una biografía que narra su lucha

Fue la primera mujer periodista profesional en España, redactó más de mil artículos y fue corresponsal de guerra en África. Se llamaba Carmen de Burgos (Almería, 1867 - Madrid, 1932), apodada La Colombine, una mujer con mayúsculas cuyo legado ha sido injustamente desatendido por la historia. Prolífica escritora de novelas, su vocación luchadora -se manifestó y combatió en favor de las libertades y la igualdad- despertó el trato desdeñoso del franquismo hacia su obra. También fue madre de cuatro hijos -tres murieron prematuramente-, maltratada por su primer amor y engañada por Gómez de la Serna -con quien se casó-. Con Carmen de Burgos, La Colombine. Libre y luchadora, libro publicado por C&T Editores, el escritor sevillano Alberto Guallart viene a aliviar con prosa certera y elegancia una deuda de demasiados años.

-En las páginas se detiene en la Carmen más profesional y evita lo íntimo, pero ¿determinaron su escritura y su sensibilidad los dramas que padeció?

-Componer una biografía de Carmen de Burgos es fácil porque toda la vida de la autora está en sus libros. Todos los sinsabores que sufrió aparecen antes o después en sus novelas y en sus cuentos. Ella nunca habla de sí misma directamente, siempre lo hace a través de sus protagonistas. Sus anhelos y desengaños, sus impaciencias, sus afanes políticos..., todo acaba nutriendo y dejando huella en sus obras. Cada novela es un rastro de su vida.

-La historia de España no ha tratado bien a Carmen de Burgos. Y ahora llega Alberto Guallart a combatir el olvido... ¿Cómo se acerca a su figura?

-Carmen de Burgos ya tiene un ángel tutelar y de la guarda en la profesora Concepción Núñez Rey. Mi libro es una contribución más a la divulgación de esta relevante figura. La Colombine se ha quedado en una especie de tierra de nadie; el franquismo la postergó por socialista, feminista y masona, mientras que hoy en día muchos movimientos feministas la considerarían -de conocerla- demasiado conservadora.

-La Colombine experimenta un feminismo cabal que se va volviendo más enérgico. ¿Qué determina esta evolución?

-Al principio es optimista, cree sinceramente que el curso de la historia desembocará en un estado de cosas más justo para las mujeres. La realidad, sin embargo, la fue desengañando. Con el tiempo se convence de que los cambios no llegan, sino que se provocan. La renuncia de las autoridades, de la sociedad y de las mentalidades machistas a cambiar las cosas la impacientan cada día más.

-"Vivieron siempre el presente como si fuera futuro", sostiene en referencia a su idilio con Ramón Gómez de la Serna...

-Cuando Carmen y Ramón se conocen en 1909, ella traspasa la cuarentena y él apenas tiene 20 años. Ella es una periodista renombrada y él un recién licenciado en Derecho. Ambos iniciaron una relación que duró hasta 1929, cuando Ramón comete la felonía de enredarse con Maruja, la hija de Carmen. En aquellas dos décadas de relación compartieron viajes, lecturas, tertulias, una casa en Estoril, etc. Carmen incluso manda hacer una mesa de trabajo con forma ovalada, semejante a un riñón, donde ambos pueden escribir casi enfrentados. Me los imagino leyéndose uno a otro un texto, una frase o una ocurrencia, comentarlos y corregirse mutuamente. Es fácil imaginárselos.

-Si hubiera vivido en estos días...

-Podría ser una Cristina Almeida vestida por María Teresa Fernández de la Vega.

-Murió en 1932. Quizá hubiera podido aportar muchas ideas en aquellos años de República...

-La política defrauda profundamente a La Colombine. Pese a todas las resistencias, la República reconoció el derecho al voto de las mujeres y legalizó el divorcio; también proyectó un extenso plan de alfabetización y de educación en los pueblos, cosas que casaban muy bien con las inquietudes de Carmen. Los periodistas de la época recogen sus últimas palabras antes de expirar: "Muero contenta, porque muero republicana. ¡Viva la República!".

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