Cultura

José Sanchis Sinisterra, Max de Honor 2018

  • El dramaturgo valenciano recibirá el galardón el próximo 18 de junio durante la gala de entrega de la XXI edición de los Premios de las Artes Escénicas

El dramaturgo José Sanchis Sinisterra.

El dramaturgo José Sanchis Sinisterra. / E. P.

El dramaturgo, director y pedagogo teatral José Sanchis Sinisterra ha sido premiado con el Max de Honor 2018 por "su inmensa trayectoria, su compromiso social y su carácter emprendedor", según ha informado este viernes el comité organizador de los premios a las artes escénicas.

Los miembros del comité, que han decidido por unanimidad otorgar el galardón a Sanchis Sinisterra, también han valorado la "vasta trayectoria", el "compromiso social" y el "carácter emprendedor y renovador de la dramaturgia" del valenciano, creador de ¡Ay, Carmela!, entre muchas otras obras.

Sanchis Sinisterra recibirá el galardón el próximo 18 de junio durante la ceremonia de entrega de la XXI edición de los Premios Max de las Artes Escénicas, que organiza la Fundación SGAE.

Tras conocer la noticia, el dramaturgo valenciano ha asegurado que supone "un reconocimiento del gremio" señalando que coincide con una circunstancia temporal curiosa. "Cumplo 60 años de profesión en el teatro. Seis décadas perpetrando textos, muchos años, muchos textos. Creo que el Max es un reconocimiento a haber permanecido fiel a esta actividad", ha explicado. 

José Sanchis Sinisterra nació en Valencia en 1940. De naturaleza inquieta, su primera aproximación al teatro surgió en las aulas de su colegio, con las representaciones escolares. "Fue un inicio tópico donde descubrí el placer de crear y de exhibir ante el público", recuerda. Desde entonces, más de 40 obras estrenadas, tres espacios escénicos fundados, cientos de talleres y clases magistrales impartidas y 15 premios recibidos, como el Premio Nacional de Teatro o el Premio Max a Mejor Autoría Teatral, que avalan una trayectoria impecable dedicada a las Artes Escénicas.

Director, escritor y dramaturgo, al alcanzar la mayoría de edad adivinó en la labor creativa una fuente de gozo que le ha convertido en uno de los autores más prolíficos e innovadores de la escena española. "Encuentro placer en plantearme problemas a la hora de la escritura o de la puesta de escena, para no repetirme, no mecanizarme y para descubrir aspectos de mí mismo y de mi entorno que con un exceso de oficio a veces se soslayan. Me gusta que mis obras parezcan escritas por autores distintos, me defino como un autor sin personalidad", subraya el Max de Honor 2018.

"En los años 70 se afirmaba que la literatura dramática era un anacronismo, un lastre, que el teatro se creaba en el grupo, en el colectivo teatral"

Títulos como ¡Ay, Carmela! (1986), considerado un clásico de nuestro teatro contemporáneo y adaptada al cine por Carlos Saura, Ñaque o de piojos y actores (1989), El lector por horas (1999) o Sangre lunar (2001) atestiguan el carácter transgresor de su pluma.

"Ha habido un permanente enriquecimiento de mi trabajo como dramaturgo a través de las actividades como director y de relacionar el teatro con otras disciplinas como la psicología, la historia o la filosofía", añade este autor, que jamás obvió el valor del texto para la puesta en escena.

En su larga trayectoria teatral ha sido testigo de lo que llama "varias actas de defunción del teatro de texto". "En los años 70 se afirmaba que la literatura dramática era un anacronismo, un lastre, que el teatro se creaba en el grupo, en el colectivo teatral", lamenta. "Yo siempre he reivindicado esa dimensión literaria del teatro, la exploración solitaria del dramaturgo y me he dedicado toda la vida a fomentar a través de talleres, cursos y seminarios la formación de autores y autoras", agrega Sanchis Sinisterra.

Licenciado en Filosofía y Letras, Sanchis Sinisterra ha compaginado su carrera como profesor con la de autor dramático. "He podido vivir más como docente que del teatro. No depender de la escritura de mis obras y de los montajes para sobrevivir me ha facilitado tener una gran libertad para escribir, sin importarme que algunas de mis obras se quedaran en el cajón, como me ha pasado", apunta el autor valenciano.

Estudioso de los límites y las fronteras de la teatralidad, de la implicación con el público y de espíritu renovador, fundó "tinglados", como le gusta decir, o espacios colaborativos para promocionar la escritura y la investigación.

Una faceta emprendedora que arrancó en 1977 en Barcelona, cuando fundó el Teatro Fronterizo, continuó con la Sala Beckett en 1988 y que ha culminado con el Nuevo Teatro Fronterizo o La Corsetería en el barrio madrileño de Lavapiés. El espacio recibió el Premio Max a la Contribución en 2010 y en él se realizan experiencias con colectivos en riesgo de exclusión e interculturales y dramaturgias inducidas para hablar de temáticas que no siempre funcionan en la cartelera.

"Recorrí diversos barrios y Lavapiés me pareció el futuro del mundo. El mundo será mestizo o no será, pensé. Esto es Lavapiés, es nuestra responsabilidad tratar que esos colectivos encuentren un territorio de resonancia común y en este espacio se está produciendo una verdadera efervescencia", confiesa el escritor.

"Sólo se tiene lo que se comparte, lo que yo de alguna manera en mi trabajo solitario estoy urdiendo para ampliar las fronteras de la dramaturgia y del teatro, si me lo quedo para mí solo no me resulta interesante ni fértil. Esta fertilidad viene de ponerlo en contacto y fricción con otros creadores que lo transformarán, modificarán, lo traicionarán y lo convertirán en su propia sustancia creativa", concluye.

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