Cultura

Libreto clásico llevado hacia la modernidad

  • El Siglo de Oro, presentado con valentía a través de una puesta en escena minimalista

Un momento de la obra, este viernes en el Villamarta.

Un momento de la obra, este viernes en el Villamarta. / Vanesa Lobo

Ahora que está tan de moda los amores a primera vista en programas televisivos de citas entre desconocidos y espacios donde la gente se encierra a vivir sus días en directo a cambio de algún estipendio, retransmitidos a tiempo real por alguna cadena para deleite de los demás cerebros aburridos que lo observan desde sus sofás, es cuando más sentido tiene recuperar obras clásicas como ésta, donde las relaciones personales se dejan llevar por los objetivos de cada cual, las virtudes se magnifican y los defectos quedan retratados y grabados.

Entre sátira y burla anda el juego de las relaciones entre humanos encerrados en su mundo. Cuando Rojas Zorrilla escribía sus historias no sabía que estaba siendo el mejor precursor de un tipo de entretenimiento llamado televisión basura que tendría tanto éxito varios siglos detrás. Es más, conforme avanza el reality al que se asemeja la obra, el enganche con el espectador es cada vez más consistente. Las cuitas de esta casa del gran hermano teatral de la pasada noche del viernes en las tablas del Villamarta está escenificada sobre la base de un espacio donde los pintorescos personajes que se nos ofrecen lo hacen desde la mejor fidelidad a un libreto que sabe que al otro lado de la cuarta pared o la pantalla hay gente observando.

Al saberlo, el onanismo emocional es mayor, disfrutando de sus comentarios y haciendo que el libreto que todo participante de este tipo de programas sigue escrupulosamente sea el adecuado a su personalidad. Se gana audiencia ejerciendo como participantes aplicados, con la importancia que este grupo escénico teatral otorga a la interacción visual y vocal con el resto, la del uso de la limpieza de texto en todo momento, la de una perfecta sincronización en movimientos encadenados que dotan de veracidad a la puesta en escena.

Desde antes que se levante el telón, los personajes de la obra se nos presentan tal como son ante las cámaras de nuestros ojos con el ritmo que se le impone desde la producción del evento y, gracias a una dirección de actores magistral, funcionando a modo de coordinador de programa, se consigue que en los primeros episodios sobre las tablas se presenten sus frases y sus conflictos dejando claro los personajes de cada cual, añadiendo música en directo para que el espectáculo suene más redondo y logrando atraer la atención sobre una trama supertrabajada.

Esta presentación de los personajes es limpia y dinámica, en proscenio y con un hermoso telón a modo de tapiz del Siglo de Oro madrileño. Novedosa la realización, con telones que van desapareciendo hacia el foro consiguiendo el efecto deseado del paso del tiempo y el espacio y una rampa a modo de alfombra roja de las veleidades, para resbalones y tropiezos.

Entran a escena con más timidez de la necesaria, se les nota sin fisuras dramatúrgicas, se van abriendo al resto de manera paulatina y, una vez avanzado el programa y cuando el conflicto se ha desarrollado convenientemente aparecen los primeros conatos de rifirrafes entre ellos, se desarrollan grupúsculos de poder y empiezan los pisotones y las zancadillas para intentar que siempre sea otro el nominado y sea la audiencia la que exponga los motivos para las expulsiones. Expulsiones que se hacen con mutis dinámicos, en las que se encadenan las pequeñas secuencias con apartes para hablar de un tercero, con entradas y salidas a vista y en donde se observa el subtexto del personaje de cada cual para sobrevivir en una forma de vida especial. Tal como una grabación de cámaras por doquier.

Una vez ahí, las relaciones personales son las creadoras de afinidades. Las primeras escenas son de sorpresa sobre el argumento. Las intermedias, de aclaración a las diferentes personalidades y motivaciones de cada cuál para entrar en este tipo de producciones, y el desenlace es variopinto, coral y muy audiovisual, gracias a una iluminación limpia de cenitales y calles que engrandecen la apuesta de vestuario y maquillaje por unos figurines muy conseguidos. El enganche se debe sobre todo a un guión técnico consistente apoyado en luces y líneas de movilidad de cada personaje. Hasta en esta lectura, tiene éxito el programa.

Los movimientos en las tres dimensiones de cada uno están estudiados para que no escape nada en el set de rodaje. Para que las cámaras capten en todo momento las imágenes. En horizontal para unificar a los inquilinos del escenario, en vertical para conseguir profundidad y apertura de miras.

Los personajes se ofrecen como la vida misma. La burla del teatro de los corrales de comedias pero en un escenario diferente, con cámaras digitales por todos los rincones compitiendo por share de audiencia. Como ésta es soberana, conseguir divertir sin cansar hace que los capítulos tengan el recorrido correcto para el fin que persiguen. Podríamos hablar de una obra clásica actualizada, con un lenguaje poético y con una trama perfecta para poder ser un first dates semanal. Si no fuera por la escenografía, estaríamos hablando de teatro clásico de corral de comedias enjaulado entre telas, ventas y dormitorios de casonas manchegas de toda la vida. Una crónica pueblerina de entuertos quijotescos tan actuales como siempre. Se insinúa en el vestuario y en los tonos ocres que retrotraen a otros tiempos. Solo eso, porque los contrastes de blancos y rojos ganan en emotividad pero modernizan.

A buen seguro que hay detrás un estudio subliminal de imagen adaptada a programas como estos. Y todo en base a la fidelidad a un texto que es protagonista durante todo el tiempo, un guión ensamblado y ensayado por todos los interesados en conseguir que se programe más y mejor en la misma línea. Los guionistas introducen intensidad cómica, libertad en la improvisación, caricaturización de todos los presentes y respuesta personal a la provocación. Los inquilinos de esta isla de los famosos, fieles a sus principios, hacen del set de rodaje en que se convierte el escenario el mejor aliado para demostrar que cuando los bobos juegan lo hacen con profesionalidad y disfrute.

Solo por amor a una trama sencilla pero complicada de poner en pantalla. Como bien matizan al principio y al final de la obra, a modo de cortinillas y títulos de crédito, haciendo ver que la burla y la picaresca puede aún tener recorrido con dramaturgias como ésta. El decorado es lo de menos, lo importante es el contenido. Y además, se puede imaginar en cualquier formato.

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