Cultura

Londres expone a Hammershoi, el holandés pintor del silencio

  • La Royal Academy of Arts muestra, hasta el próximo 7 de septiembre, una selección de las obras más representativas del enigmático autor

En muchos de los cuadros de interiores de Vilhelm Hammershøi (1864-1916) aparece una mujer, vestida de negro y casi siempre de espaldas, mostrándonos sólo la claridad de su nuca.

Es la mujer del artista, y en una de las pocas veces en que la vemos de frente, en un cuadro temprano, está como absorta mientras es el propio pintor el que nos da la espalda sin que parezca establecerse comunicación alguna entre ambos.

Vilhelm Hammershøi: la poesía del silencio es el título perfectamente apropiado que ha dado la Royal Academy of Arts londinense a la exposición dedicada a este extraordinario pintor danés, que podrá visitarse hasta el 7 de septiembre en esa galería de la calle Piccadilly.

Ya retrate el interior de su apartamento en el barrio de Christianshavn o paisajes urbanos de la ciudad donde vivió hasta su muerte o de las extranjeras que visitó, como Londres, París o Roma, Hammershøi parece efectivamente pintar siempre el silencio. Como un Vermeer puritano que hubiese traducido la rica paleta del holandés a tonos grisáceos, el artista danés pinta una y otra vez puertas cerradas o abiertas a largos pasillos, o ventanas cuadriculadas por las que se filtra la luz del sol.

En la pintura de género, las ventanas funcionan muchas veces como una especie de nexo entre el espacio interior y exterior, pero en los interiores de Hammershøi por el contrario las ventanas no parecen dar a ninguna parte: tal es su nivel de abstracción. A diferencia de Vermeer, Hammershøi no distrae nuestra atención con muchos de esos objetos que pueblan los lujosos interiores de la pintura holandesa: todo es mucho más austero y al mismo tiempo enigmático.

Los exteriores -edificios en el puerto de Copenhague, el Museo Británico en Londres, o algunos interiores como el de la iglesia de Santo Stefano Rotondo, en Roma- aparecen totalmente despojados de figuras y cobran un carácter anónimo y casi espectral.

Sus paisajes naturales están bañados en esa luz melancólica del Norte y para sus vistas urbanas, Hammershøi parecía preferir las nieblas de Londres o de su Copenhague natal a la luz mediterránea, que no parece ningún efecto en su pintura como demuestran los cuadros que pintó en Roma.

En sus cuadros, sobre todo los de su última etapa, reduce la paleta a una especie de armonía de grises y negros en un intento de lograr con esa reducción la máxima intensidad. Los más de setenta cuadros de la exposición proceden de museos y colecciones privadas de Europa, Estados Unidos y de Japón.

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