I Bienal de Cante de Jerez

Dos formas de entender el cante

Luis Moneo y Juan Manuel Moneo, durante la actuación.

Luis Moneo y Juan Manuel Moneo, durante la actuación. / C.G. (Bienal de Jerez)

Cádiz y Jerez, Jerez y Cádiz se dieron la mano en la noche del pasado lunes en el Museo del Enganche dentro de la I Bienal de Cante de Jerez. Encarna Anillo y Luis Moneo fueron protagonistas de sendos recitales en los que primaron la calidad de los artistas, dos voces muy distintas pero con un toque de personalidad muy marcado. Abrió la velada la cantaora gaditana, como siempre cuidando al máximo su vestuario. Con traje floreado largo, Encarna comenzó por alegrías, con la guitarra de su marido, Andrés Hernández ‘Pituquete’, como punto de apoyo. Su vitalidad y sus ganas calaron pronto entre el público, encantado con la frescura de su cante.

Perfectamente coordinada con la guitarra, muy creativa y plagada de recursos técnicos, abordó de seguido una tanda de malagueñas. Buena conocedora de los cantes, Encarna Anillo se acercó en primera instancia a la malagueña del Canario, jugando con los tonos y abordándola con solvencia, para seguir acordándose de la Peñaranda, con más dificultades, y rematar el cante por abandolaos, un fandango de Lucena y verdiales, ambos interpretados con poderío.

Encarna Anillo y Pituquete. Encarna Anillo y Pituquete.

Encarna Anillo y Pituquete. / C.G. (Bienal de Jerez)

“Me hacía ilusión estar esta noche con Luis (Moneo), una persona a la que admiro y a la que quiero dedicar todos mis cantes”, dijo Encarna antes de rendir homenaje a La Niña de los Peines con la bulería ‘La canción del oro’, un lujo que el público agradeció, no sólo por rescatarla del olvido sino por acometerla, con gracia y donosura.

Bulería por soleá, con mucha reminiscencias de Juaniquí, y unos delicados tientos-tangos (con esa preciosa garganta que posee), que dedicó a Melchora Ortega, y donde alternó el cante con el baile, otra faceta que domina. Antes de concluir, con más de 40 minutos ya de recital, Encarna encaró la bulería, en la que los guiños a Jerez, a Juan Villar y al cuplé y los jaleos extremeños fueron una constante, y donde por momentos la guitarra perdió fuelle.

La segunda parte de la noche tuvo nombre propio, Luis Moneo Lara, un artista al que se debería cuidar más de lo que se cuida y que debería estar presente, casi de manera obligatoria, en muchos festivales, simplemente porque porta una manera de decir el cante en peligro de extinción.

Con esa voz limpia pero cargada de gitanería, Luis se entonó por cantiñas y romeras, estilos que maneja con maestría, fielmente guiado por la guitarra de Juan Manuel Moneo, que añadió por un momento un aire tradicional y por otro, falsetas más actuales.

Mejor fueron la soleá y la seguiriya (brillando en el macho de Juan Junquera) en las que, con ese aire mairenero al que gusta aferrarse a Luis, bordó los tercios con grandeza levantando los olés de un público que escuchaba atentamente.

Con la misma vehemencia finalizó su actuación, primero con una ronda de tonás, marca de la casa, y luego por bulerías, ofreciendo nuevamente una amalgama de variantes diversas y recordando a su hermano Torta con algunas letras. Todo un lujo para una noche brillante de cante.

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