Arquitectura · La belleza intangible

Mejorar la ciudad

Como se sabe, el espacio que hoy conocemos como plaza Esteve, el Mercado de Abastos y algunos edificios contiguos, han tenido diversas transformaciones desde que se produjera el derribo de parte del Convento de San Francisco en 1840. El potente edificio del mercado, con planta en forma de H, que se construyó, casi paralelo a la iglesia, ya introdujo problemas de acomodo respecto a las edificaciones y calles contiguas.

La posterior remodelación de la plaza Esteve, realizada en los años 50 del siglo pasado, mejoró sustancialmente la zona pese al derribo de parte del mercado. Aún así, el espacio de la plaza no acabó de quedar bien definido, a medio camino entre calle ancha y plaza rectangular. Es cierto que en tres sus lados se lee la intención del proyecto pero hacia la zona del Gallo Azul se diluye, perdiendo la fuerza que la plaza pudiera haber acabado teniendo. La aparición de la zona porticada en la acera frente a la iglesia demuestra la intención de dotarla de un carácter de espacio cerrado, de estancia, simbólico, y cuantos otros adjetivos se quieran añadir. Claro que el desnivel entre la calle Corredera y calle Santa María tampoco ayuda, y lo peor, el tráfico de automóviles y autobuses que en el mismo sentido que el desnivel tuvo desde la mencionada remodelación. El derribo de las casas de la calle Doña Blanca, contribuyó aún más a la disolución del espacio cerrado que se perseguía.

Tampoco ayudaron las intervenciones recientes. Pasado el tiempo, se incrementó el número de líneas de autobuses que cruzaban la plaza Esteve. La remodelación de los años 90, como consecuencia de la construcción del aparcamiento subterráneo y el tristemente famoso "ovni", tampoco aportó claridad al intento de dar por concluido ese espacio inacabado.

Por supuesto que cualquier propuesta actual de remodelación debería pasar por el mantenimiento del edificio del antiguo Iara. Y esto es, además de por sus ya descritos indiscutibles valores, por una razón de mucho calado: la sostenibilidad de la ciudad no puede permitirse la demolición de un edificio, que aparentemente está en buen estado estructural. Esa demolición generaría, además, unas cuantas toneladas de escombros y otras tantas de emisiones de CO2, un tráfico de camiones innecesario en el centro histórico y muchas implicaciones en la vida diaria de la ciudad y en particular, en esa parte de delicado equilibrio.

La buena noticia es que el gobierno actual ha reconsiderado la demolición del edificio del Iara. El proyecto de demolición, incluido en un proyecto de remodelación de la plaza partía de un objetivo erróneo: crear un intercambiador de autobuses urbanos, incrementando el número de paradas de las distintas líneas que acceden hasta el centro, aparte de la demolición del edificio y su sustitución por una incalificable edificación de una planta sin un uso claramente definido. El aumento del tráfico de autobuses incidiría fuertemente en el mantenimiento del error histórico que evitó el buen uso del espacio desde la perspectiva del arquitecto que lo diseñó. Para el mencionado intercambiador, hay que recordar que existe un espacio vacante perfectamente preparado para esa función cual es la antigua estación de autobuses. Situada en un lugar en el que confluyen la mayoría de las líneas existentes, cercano a la estación de trenes y a la nueva de autobuses interurbanos y, sobre todo, a escasos minutos de de la zona comercial de la ciudad, incluido el mercado. Una operación que aunque compleja podría contribuir a restituir el orden de prioridades que la ciudad ha de tener.

En el centro, el antiguo mercado de la ciudad en el compás de San Francisco.

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