Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero.

Mentira

Mentira

YA lloramos en estas mismas páginas la muerte de don Fernando Lázaro Carreter (4 de marzo de 2004), por lo que representaba su pérdida para la Filología española, y ya avisábamos en su momento de que con él no sólo perdíamos a un gran filólogo, sino sobre todo a un gran vigilante de nuestro idioma. Su libro "El dardo en la palabra" (Galaxia Gutenberg) y su continuación "El nuevo dardo en la palabra" (edición de bolsillo en Punto de Lectura) fueron, son y seguirán siendo auténticos manuales del buen uso del español; en cada uno de esos "dardos" o artículos puede el lector encontrarse verdaderas lecciones sobre correcciones e incorrecciones lingüísticas, de uso común y actual, sazonadas siempre con el humor y le fina ironía de uno de nuestros grandes maestros. ¡Lástima que nadie haya tomado el relevo de don Fernando y no haya seguido ese camino, siempre difícil, que es enseñarnos a todos la corrección de nuestro idioma! Y digo todo esto porque no hay palabra más utilizada en estos últimos días de campaña electoral que "mentira", de la que haría Lázaro Carreter, estoy seguro, un artículo excepcional. No hace falta consultar el diccionario para saber su significado, pero los políticos la utilizan como insulto contra su rival en las urnas; unos a otros se tildan de "mentirosos" sin que ninguno coja el camino de los juzgados más cercanos, para denunciar a su ofensor por serio menoscabo de su honor o, al menos, dirigirse a él y endilgarle el correspondiente "guantazo" y anunciarle la próxima visita de sus padrinos para decidir día, hora y lugar del duelo. ¡Qué tiempos aquellos en los que por unos "buenos días" mal dados los hombres llegaban a las armas! Y si no, que se lo pregunten al escudero del "Lazarillo de Tormes". La mentira está bien, para la literatura; es uno de sus ingredientes imprescindibles y fundamentales, como ya se encargó de estudiar Mario Vargas Llosa en su libro titulado "La verdad de las mentiras", cuyo prólogo es de lo mejor que yo he leído en los últimos años sobre la naturaleza y características de la narrativa, junto con el prólogo que Somerset Maugham escribe para su ensayo "Diez grandes novelas y sus autores". Vargas Llosa nos explica en su trabajo: "En efecto, las novelas mienten… En realidad se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos -ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar -tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener". ¿Nos mienten nuestros políticos con esa misma intención? ¿Nos quieren pintar la realidad de un color pastel cuando todos la vemos gris marengo, por no decir negra? ¿Con sus mentiras nos ofrecen un mundo que está muy lejos de ser el nuestro, ése que sufrimos todos los días? Tengo en esto mis serias dudas. Yo creo que nos mienten porque sólo quieren perpetuarse en el poder y en la silla que los mantienen a él y, en algunos (o muchos) casos, hasta a su familia. Por eso, yo abogo por imponer de nuevo aquel viejo código de honor, por el que toda ofensa debía lavarse con sangre ¿a primera sangre? ¡Por favor! Ya que estamos… José López Romero.

Recordando a Chatwin

HACE dos décadas que la literatura perdía a uno de sus grandes, pero que paradójicamente empezó a destacar en otros campos profesionales antes de ser seguido con admiración por miles de lectores en todo el mundo. Efectivamente, Charwin comenzó siendo un reputado especialista en Arte, que trabajó para Sotheby´s, pero que rápidamente su ansia de ver mundo hizo que cambiara las salas de arte por la redacción del Sunday Times Magazine. Precisamente entrevistando para la mencionada revista a la arquitecta Eileen Gray, en cuya casa vio expuesto un enorme mapa de la Patagonia, decidió romper con todo y, como vulgarmente se dice, "liarse la manta a la cabeza" para marchar a esa Patagonia a la que, como le confesó a Eileen, "siempre deseé ir". Aquello fue un verdadero viaje al fin del mundo y del que nos quedaría esa joya de la literatura de viajes como es "Viaje a la Patagonia". Bruce Chatwin fue un incansable viajero pero con una filosofía muy particular, pues hasta su muerte (Burdeos, 1989) creyó firmemente que el verdadero sentido de la vida humana estaba en el nomadismo. En ello radicaba la felicidad y, por tanto, eso explicaría "la infelicidad" de la historia hasta el momento. Esta particular visión fue la que trató de plasmar en sus libros, y si ello resulta evidente en "Los trazos de la canción" o "En la Patagonia", también aparece en "Colina Negra", la historia de dos hermanos gemelos que ven transcurrir toda su vida en la oscura y olvidada localidad irlandesa de Rhulen: "El gemelo que nunca se había aventurado más allá de Herefod, como si quisiera sugerir que los auténticos viajes solo se viven en la imaginación, cerraba los ojos y recitaba lo que le había enseñado su madre: "Rumbo al oeste, rumbo al oeste, Hawata navegó, internándose en el crepúsculo incandescente." Chatwin, el viajero del que un día nos podían llegar noticias desde el desierto australiano, y otras se le veía sobre una tabla de surf en aguas de Trafalgar, también nos dejó antes de tiempo. Ahora hace veinte años. Otra tragedia para la literatura. Ramón Clavijo Provencio

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