82 edición de los Oscar - Actriz secundaria

Mo'Nique, la gran competidora de Penélope Cruz

  • El pasado año la española triunfó como mejor actriz secundaria, en esta ocasión compite entre novatas pero con menores posibilidades

Penélope Cruz rompe el maleficio de la ganadora al Óscar a mejor actriz secundaria y huye del supuesto ostracismo profesional repitiendo candidatura, tras ganar el premio el pasado año en esta categoría por Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen. Pero esta vez Cruz no parte como favorita, a pesar de la influencia de su protector, el productor Harvey Weinstein. No ha conseguido el Globo de Oro ni la retahíla de premios que cosechó el año pasado antes de llegar al Kodak Theathre de Los Ángeles, y además compite como actriz de un musical, Nine, lo que, a la hora de la verdad, no suele impresionar tanto a los académicos como los personajes dramáticos.

En esta edición, la de Alcobendas logra, firmemente aferrada a unas cuerdas en su número musical en Nine, su tercera candidatura en cuatro años e intenta una difícil gesta: ganar dos Óscar consecutivos, algo que sólo han hecho Spencer Tracy, Tom Hanks Katharine Hepburn, Luise Mainier y Jason Robards. Hito histórico que también juega en su contra. Otro de los inconvenientes que la alejan de la victoria reside en que la Academia estadounidense puede considerar a la española lo suficientemente valorada, ya que no es la primera vez que destaca su trabajo por encima del de sus potentes compañeros. Ni Sofía Loren, ni Rob Marshall, ni Daniel Day Lewis han llegado tan lejos en estos Óscar con Nine, como tampoco lo hicieron Woody Allen, Javier Bardem o Scarlett Johansson el año pasado.

Aunque fue su enésima colaboración con Almodóvar la que le llevó por primera vez a la alfombra roja como candidata a premio -por su trabajo en Volver-, la abrumadora fotogenia y la vis cómica que aportó a Maria Elena, el personaje que Allen escribió expresamente para ella, le permitió demostrar que su talento no sólo brilla en manos españolas. Todo ello le valió su primera estatuilla dorada y le hace perder el factor sorpresa en esta ocasión. Entre sus nuevos méritos se puede destacar una cada vez más amplia versatilidad interpretativa.

Además de conquistar un nuevo género cinematográfico y desvelar su talento hasta ahora oculto como cantante y bailarina, en Nine Penélope descubre otra más de las múltiples caras de su sensualidad en la piel de Carla. Y es que la amante del casanova Guido Contini, que la actriz compone acertadamente a medio camino entre lo funesto y lo absurdo en este filme, llega tras encarnar al particular glamour rural de Raimunda en Volver o la veraz fealdad de Italia, su personaje en Non ti muovere.

Pero la gran favorita, en cualquier caso, parece Mo'Nique. El Festival de Sundance, los Globos de Oro, los Satellite Awards y los BAFTA británicos ya la han coronado por su trabajo en Precious. Ni siquiera su relativo anonimato en la gran pantalla -hasta ahora no se ha prodigado en cine como lo ha hecho en la televisión- parece que vaya a interponerse en su camino al Óscar. Lo que sí puede hacerlo el hecho de interpretar un papel que difícilmente puede despertar la simpatía general, el de una madre del barrio neoyorquino de Harlem que maltrata a su hija, joven obesa, analfabeta y embarazada de su propio padre. Además, la actriz, feliz madre de familia y presentadora de un show televisivo diario que lleva su nombre, se ha negado a hacer campaña para aumentar sus posibilidades, algo que ya hace por ella Oprah Winfrey, productora ejecutiva del filme.

Tiene razón Mo'Nique al pensar que todo lo que tiene que demostrar para ganar este premio está ya incluido en su interpretación, que responde con total verosimilitud a la crudeza con la que el cineasta Lee Daniels se esfuerza en representar el opresivo universo de la protagonista, cuyo reverso más cruel y devastador reside en el rechazo materno. La relevante presencia de Precious en esta edición de los Óscar -opta a seis premios y figura entre las diez seleccionadas a mejor película aunque esté lejos de la supremacía de otros títulos- puede colaborar al triunfo final de Mo'Nique.

Vista anteriormente como la sufridora madre de El niño del pijama de rayas, Vera Farmiga cambia de registro y se enfrenta en Up in the air a un descreído George Clooney con sus mismas armas. Él es un hombre de negocios que se escuda en sus continuos viajes de trabajo para construir su voluntario aislamiento personal. Ella, su "misma versión con vagina", asegura en uno de los momentos de la película. Ambos conforman una historia de amor hecha de encuentros fortuitos en hoteles de lujo y cuyo contenido emocional cabe en una maleta de mano.

La actriz aúna sofisticación y frescura para encarnar en la cinta de Jason Rateman una mal entendida autosuficiencia femenina, lograda a costa de heredar los peores errores del comportamiento del hombre, en este caso un alérgico a todo tipo de atadura que finalmente se convierte en víctima de su propia trampa.

A Vera Farmiga no le beneficia el hecho de tener que compartir votos con su joven compañera de reparto, Anna Kendrick, también seleccionada en esta categoría. Tampoco lo hace que su personaje tenga algún que otro punto en común con el de una reciente ganadora de este premio, Tilda Swinton, quien además lo ganó también dando réplica a George Clooney, en Michael Clayton.

Si Vera Farmiga libra con Clooney una particular guerra de sexos, el enfrentamiento de Anna Kendrick con el protagonista de Up in the air es, en esencia, generacional.

La actriz de 24 años, la más joven de las cinco candidatas de esta categoría, encarna a una voluntariosa, sabionda e ingenua aprendiz de cínica que se instala bajo el ala protectora Clooney. Es de él de quien tiene que descubrir todos los secretos de su profesión: viajar por Estados Unidos despidiendo empleados de su compañía.

El que, en principio, debería ser el vértice más endeble de este triángulo protagonista, se convierte en catalizador de muchos de los giros emocionales de los personajes, principalmente de la camuflada vulnerabilidad de Clooney. Reitman, también guionista del filme, regala a Kendrick un papel lleno de oportunidades interpretativas que ella sabe aprovechar aportando naturalidad y solvencia, hasta el punto de lograr que se note la ausencia de su personaje cuando no forma parte de la trama.

La que es la primera intervención de peso de Anna Kendrick en el cine -hasta ahora había brillado en teatro y participa de forma secundaria en la saga Crepúsculo- puede abrirle las puertas a Hollywood, quizá por la vía rápida del Óscar.

Por último, la repercusión previa que ha despertado el trabajo de Maggie Gyllenhaal por Crazy Heart ha sido casi nulo, por lo que se puede considerar su candidatura como una de las sorpresas de esta edición. La actriz, que recibió mucho más reconocimiento crítico por la producción independiente Secretary en 2002, se enfrenta en pantalla a otro candidato Jeff Bridges, uno de los favoritos en su categoría, y cuya interpretación y presencia eclipsan por completo a la de su compañera de reparto.

Este encuentro entre una periodista y una alcoholizada y ajada estrella de la música -el eterno antihéroe al que parece condenado Bridges y que tanto gusta a la audiencia estadounidense-, rezuma la melancólica y la amargura propia de una balada country, como las que nacen de la voz del protagonista. La relación que establece con la periodista, madre soltera y de complicado historial amoroso a pesar de su juventud, es el ancla al que se aferra el desorientado músico, por lo que es la química entre los dos intérpretes la clave para que los académicos decidan apoyar su trabajo.

También conocida como hermana de Jake Gyllenhaal y esposa del actor Peter Sarsgaard, Maggie Gyllenhaal está perfectamente instalada en Hollywood, más que sus competidoras, sobre todo desde que participó en la multimillonaria franquicia de Batman en El caballero oscuro (2008).

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