Cultura

Los Oscar llegan a su 82 edición entre el desconcierto y la tecnología

  • James Cameron puede revivir el éxito de 'Titanic' de hace 12 años con 'En tierra hostil' y 'Precious' como amenazas en una gala que intenta buscar su modelo para frenar su decadencia de los últimos tiempos

Corren malos tiempos para los Oscar. Ni los pasos de baile de Hugh Jackman ni las innovaciones de la gala del año pasado están frenando la decadencia de la ceremonia cumbre de la industria de Hollywood. ¿Motivos? En estos tiempos de múltiples canales televisivos y de internet ya no tiene el mismo morbo ver concentrados a estrellas y estrellonas en sus armanis un día al año. Antes las estrellas bajaban de su Olimpo a la Tierra el día de los Oscar en carne mortal, ahora están omnipresentes todo el año en múltiples pantallas. Por otro lado, la multitud de premios previos han hecho daño, pues son las mismas películas las que concurren una y otra vez, con lo que llegan a los Oscar más bien desgastadas.

Pero la ceremonia no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos -los últimos Goya dieron una agradable sorpresa en ese sentido- y sigue siendo pesada y tradicional, sin aprovechar las nuevas opciones que da la tecnología. Algo especialmente sangrante esta madrugada si se confirma la victoria de Avatar, el filme que puede revolucionar el cine. Curiosamente, Cameron ganó hace 12 años con Titanic por mirar al pasado y a la tradición del gran melodrama de Hollywood y esta noche puede ser coronado rey del universo por mirar al futuro. Seguramente la industria agradecerá los servicios prestados a Cameron por llenar los cines en estos tiempos de crisis y dar un salvavidas al inmediato futuro en forma de 3D. Avatar puede significar para el séptimo arte lo que El cantor de Jazz en su momento, un salto adelante. Pero puede ser el fin del director con botas de montar y megáfono arengando a los extras. A partir de ahora los cineastas pueden hacer sus películas en pijama delante de un ordenador en su casa. El gremio de los actores no debería apoyar esta noche a Avatar, pues su éxito puede significar mucho paro para ellos.

No parece que nadie pueda frenar a la fantasía cósmica New Age de Cameron. Y es que en el aspecto artístico también está fallando la ceremonia. Tras unos años donde ganaban películas excelentes se volvió a la rutina. El bajonazo del año pasado con la nefasta Slumdog Millonaire fue histórico. Tampoco los Oscar sirven ya para remontar taquillas, pues las últimas ganadoras no notaron un repunte significativo en sus recaudaciones. El puesto del filme de Danny Boyle lo puede ocupar hoy otro título tan tramposo como Precious, melodrama de quincallería envuelto en los oropeles de un presunto cine indie comprometido y audaz pero en realidad astuto. Puede ser la alternativa si al final la Academia se achanta con tanto 3D y prefiere darle una oportunidad a los humanos. Ahí podría rascar algo también la ambigua y no menos astuta Up in The Air, donde Jason Reitman demuestra como en la sobrevalorada Juno que sabe nadar y guardar la ropa, con su depredador laboral que tiene corazoncito. Lo curioso es que los otros dos filmes favoritos no son tan humanistas, sino que están ambientados en la guerra. Malditos bastardos no parece tener muchas oportunidades viniendo del siempre polémico Tarantino, con una propuesta que ha sido execrada y alabada a partes iguales. Y la guerra de Iraq y su ruda cotidianidad puede no ser plato de gusto de la Academia. Y es lástima, pues En tierra hostil puede irse de vacío a pesar de ser con diferencia la mejor película de las candidatas, más allá del cotilleo del duelo entre los ex esposos James Cameron y Kathryn Bigelow. Su tensión y su análisis de lo que significa estar en combate permanente y la radiografía de cierta mentalidad militarista y machorra merecería mejor suerte que la que a bien seguro va a tener.

Esto entre las que tienen posibilidades, pues la Academia, en una chirriante decisión, ha vuelto a los viejos tiempos en que eran 10 los filmes finalistas. Una forma de intentar hacer aparentar más de lo que hay en realidad y que ha colocado películas en la cumbre sin muchas nominaciones que lo apoyen. Otra curiosidad es la ausencia de los actores de Avatar (que tampoco ha visto nominado su guión, hecho muy significativo en esta apabullante muestra de tecnocracia, lo que ya pasó en Titanic), lo que abre mucho el abanico en estas categorías. Sin embargo, la ceremonia de esta noche mirará más al futuro que al pasado, como lo demuestra otra flagrante decisión: haber dado los Oscar honorarios al director de fotografía Gordon Willis y a Lauren Bacall el pasado noviembre para quitarlos de la gala de esta madrugada y aligerarla. Si Hollywood ya no respeta a sus mayores en función del Moloch de la audiencia televisiva, mejor nos vamos todos a hacer el indio a Pandora. ¿Y por qué nuestra Academia no ha mandado Celda 211 de la que ya se habla de un remake americano? Su temática carcelaria podría haber hecho una magnífica pareja con la francesa Un profeta, que también está ambientada en una prisión y le hubiera dado opciones a ser el quinto Oscar español.

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