Cultura

Perdidos en la ciudad

Drama, EE UU, 2014, 110 min. Dirección: Philippe Falardeau. Guión: Margaret Nagle. Fotografía: Ronald Plante. Música: Martin Leon. Intérpretes: Reese Witherspoon, Corey Stoll, Ger Duany y Arnold Oceng. Cines: Bahía de Cádiz, El Puerto Bahía Mar, San Fernando Plaza, Cinesa Los Barrios.

Las buenas intenciones deben ser bien filmadas para que el resultado sea una buena película. La bondad no es contagiosa, no pasa de las intenciones al argumento, de este al guión y de este a la película. Elecciones inadecuadas de guión (demasiado humor para compensar demasiada tragedia), de reparto (Reese Witherspoon es el aval comercial de la película pero le da un aire de telecomedia de Mary Tyler Moore) y de tratamiento (otra vez el problema del guión, ahora trasladado a la realización que no logra ensamblarlo bien con las historias trágicas, primero, y tristes, después, que son en realidad la película).

Philippe Falardeau intenta repetir el éxito de la muy estimable Profesor Lazhar sin lograrlo. Le falta a La buena mentira la concentración en un personaje humanamente convincente gracias a su planteamiento en guión y a su magistral interpretación, y la concentración en una historia y un ámbito concretos, dominables. La relación entre los sudaneses y su asistente americana está mal resuelta -demasiado peso para un personaje, el de ella, en principio secundario- y camina por carriles previsibles de conversión a la empatía y la solidaridad. Los personajes de los sudaneses, bien interpretados por actores desconocidos que tienen a sus espaldas historias trágicas, están diseñados con un cierto tufo entre La cabaña del tío Tom y el programa de telerrealidad Perdidos en la ciudad. No comprender el entorno occidental e integrarse dificultosamente en él y manejar artefactos con torpeza no quiere decir ser tonto. La emoción se alcanza tras esfuerzos demasiado evidentes.

La amable escritura cinematográfica, fácil y agradable de verse, se vuelve contra la supuesta dureza y tristeza de la historia que narra. Puede que Falardeau se haya dejado dominar por la ligereza que el Hollywood actual impone a las manufacturas multiculturales, aunque se inspiren en tragedias y hechos reales.

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