Cultura

Pérez-Reverte presenta 'Un día de cólera' en el Palacio de Congresos

  • El encuentro, organizado por la APC y Alfaguara, tendrá lugar a las ocho de esta tarde

"Maldito y querido loco de atar -dicen los pensamientos del capitán Daoiz, hechos letra por Pérez-Reverte-. Hasta aquí nos han traído tu patriotismo y el mío, dignos de una España mejor que esta otra, triste, infeliz, capaz de hacernos envidiar a los propios franceses que nos esclavizan y nos matan".

La sangre del Dos de Mayo fue precursora de la sangre y el odio latentes en los siguientes doscientos años. Y de la trágica división de las dos Españas. Esa es, al menos, la conclusión del académico tras más de dos años de investigación dedicados a una obra "que tiene menos de novela que de libro de historia".

Un día de cólera -el libro sobre el que Arturo Pérez-Reverte y Oscar Lobato hablarán esta tarde en el Palacio de Congresos- recorre los sangrientos acontecimientos en una vuelta de reloj que va de las ocho de la mañana a las dos de la madrugada del dos de mayo de 1808. No hay protagonistas ya que, al cabo, la hidra protagonista era policéfala: Pérez-Reverte reúne a una miríada de nombres auténticos, sacados de listas de muertos y heridos. "La invención en este libro puede ser un 25 por ciento -afirma-. Lo imaginado es la argamasa que une todas las piezas".

Un proceso de elaboración exhaustivo del que el autor asegura haber aprendido mucho "sobre todo, sobre el carácter de la gente. Yo ahora entiendo. Cuando a alguien le tocan mucho tiempo las narices, al final se cabrea", comenta Pérez-Reverte.

Para el escritor, a pesar de los aires de gesta en los que se envolvieron los sucesos de Madrid, el Dos de Mayo distó mucho de ser un movimiento patriótico: "Fue un día de cabreo -zanja el autor-. España no salió a la calle. Y la que salió a la calle fue gente de navaja fácil, gente de bronca".

"El Franquismo anuló ese concepto y lo manipuló: vendió una sublevación dirigida por militares heroicos, de un pueblo contra el francés. Quienes cambiaron nuestra historia -prosigue- fueron cuatro albañiles, dos carniceros, un carpintero, dos cocheros y dos mozos de mesón".

El escritor reconoce que muchas veces, mientras escribía, se ha preguntado dónde hubiera estado él mismo: si con los sublevados, si mirando -como lo estuvo la mayoría- o si hubiera sido un afrancesado: "Lo que pasa -explica- es que ya soy incapaz de tomar esa decisión porque estoy contaminado por lo que sé. Lo evidente es que aún estamos pagando el precio de aquella guerra".

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