Cultura

Perfil: El escenario es mi casa

  • Tomás Moreno 'Tomasito' es uno de los artistas más reclamados de la escena flamenca y más allá

El arte y la vida se funden en la persona de Tomás Moreno Romero, Tomasito (Jerez de la Frontera, 1969). Y no es una frase hecha, es la purita realidad. Porque, entrevistar a este artista, de tan difícil catalogación, es toda una experiencia que se resiste a la normal traducción en palabras. Te encuentras con él, comienza a hablar, y de inmediato ves a la misma persona con la que tantas veces has disfrutado en cualquier escenario. Tomás es siempre el mismo. Da igual que esté recién levantado que encima de unas tablas, corroboran sus más íntimos. Un torbellino de palabras, de gestos, de movimientos. Incapaz de estarse quieto más allá de unos momentos. Igual que cuando actúa, canta o baila, habla. "Quillo, 'mpare, qué, qué te cuentas, cómo va la cosa…" Los versos con los que arranca el tema que da título a su último disco pueden formar parte de su saludo en cualquier ocasión.

Tomasito pasa por ser uno de los artistas más reclamados de la escena flamenca y más allá. Igual lo llaman para aderezar un espectáculo de baile flamenco (nada como esas transiciones suyas llenas de compás, palabras y arte) que para poner baile y palmas en la banda del mismísimo Winton Marsalis, con el que ha actuado en el Lincoln Center neoyorquino. Con el trompetista norteamericano entró en contacto por medio del pianista Chano Domínguez, en cuya formación de flamenco-jazz es imprescindible. Escuchar el relato de su relación con Marsalis, todo un icono del jazz contemporáneo, es tan desternillante, que es casi imposible de narrar. "Eh! Winston (porque lo llama como al tabaco que fuma). It's allright the finish?" Le espetó después de un remate a una soleá por bulerías que grababan. Y va, y lo escenifica, levanta los brazos, mete los pies... torontrón, como en su primera grabación.

También ha colaborado con Chic Corea, y actualmente lo hace con el saxofonista Jorge Pardo. Cuando nos encontramos con él, estaba recién llegado de Israel de tocar con Chano. ¿Una agenda muy apretada? "Que no falte -responde-. Mola mucho, y más con esta gente. Se aprende una barbaridad". En la memoria guarda un lugar especial para su colaboración en el film Calle 54 de Fernando Trueba, "Con toda esa gente del latin-jazz -rememora-. Lo aguanto mejor que el jazz". Y todo ello, además de su propia banda. ¿Entre tanta actividad, dónde se encuentra el verdadero Tomasito? "Siempre soy el mismo", responde sin titubear. "La música se siente y yo soy músico. El escenario es mi casa".

La frescura, como en el desodorante del anuncio, no parece abandonarle. Ni el desparpajo. Ni el compás, que integró de niño como bailaor, que lleva en la sangre, y le fluye de manera tan natural como su palabra. Le gusta recordar lo que le dijo un día Lola Flores, a la que reconoce un poder visionario para descubrir artistas. Él le preguntó qué debía hacer. Ella le respondió que lo que le diese la gana, que siempre le iba a salir bien. Y, con esa seguridad, y la que le dan más de veinte años en la escena, anda por la vida y por la música con el mismo arte. ¡Salud!

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