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Reconstruyendo la memoria

Reconstruyendo la memoria

Reconstruyendo la memoria

Jacobo Castellano forma parte de aquella pléyade importante de artistas que salieron de la Facultad de Bellas Artes de Granada en sus primeras promociones. Es miembro de esa generación dulcísima que tanta trascendencia ha dado al arte español de los últimos años. Compañero, por tanto, de Ángeles Agrela, Paloma Gámez, Carlos Aires, José Piñar, Santiago Ydáñez, Paco Pomet, Jesús Zurita, Carlos Miranda, Joaquín -Peña Toro, Simón Zábell, Marisa Mancilla o Chico López, entre otros, eminentes hacedores que en su momento generaron, con mucha solvencia, entidad y carácter, las máximas expectativas y, hoy, son realidades significativas y participantes en los mejores proyectos del arte que se hace en España. Su posición en el estamento artístico español es algo constatable y su presencia en los mejores espacios artísticos y colecciones testimonian a un artista con tremenda significación entre los autores de media carrera de nuestro país. Es, no nos cabe la menor duda, absolutamente justa y necesaria una muestra del artista, nacido en Jaén en 1976, en la que es la institución central del arte contemporáneo en Andalucía. Una exposición muy bien estructurada en la que se nota la mano sabia de un buen comisario como es el crítico Javier Hontoria, que descubre, en primer lugar, a un artista que rezuma potencia creativa, que sabe extraer del entorno sus huellas y sus elementos para, desde ellos, yuxtaponer fragmentos de un pasado a un presente que, todavía, saber encontrar huellas y esencias pero que no permite hacernos una idea muy clara de cómo terminará esta historia arrancada de la esencia del recuerdo. Además, Jacobo Castellano, mantiene vivos los parámetros de una escultura que, en la actualidad, va perdiendo mucho terreno en los modos de expresión y que él, con suma inteligencia artística, sabe dotar a la materia conformante de la energía creativa para que trascienda en una obra llena de carácter y poder evocador.

La exposición es un compendio de dos décadas de trabajo. En la misma se observa el pausado sentido de una evolución artística sensata, sin exageraciones y, siempre, con un marcado acento analítico que hace suscribir piezas donde la memoria trasciende los objetos que ella patrocina. Aquellos testimonios y elementos que pueblan esos espacios oníricos donde habita el recuerdo, sus fantasmas personales, sus vivencias infantiles y todo aquello que encuentre eco de una existencia vivida realmente o con mágicos relatos presentidos.

La muestra lleva por título Riflepistolacañon y marca las pautas de esa memoria tan personal. El artista encuentra un papel en el que aparecen imágenes de una serie de armas pintadas de forma muy básica por un niño al que ha añadido los nombres de cada una de ellas. Desde ella, obras que desentrañan episodios de ese recuerdo que anida en el alma del artista y que ahora evidencia una realidad tremendamente inquietante. En CASA I , pieza de 2006, presentada en la edición de ese año de ARCO, en un proyecto comisariado por María Corral, Jacobo Castellano presenta una instalación donde se extienden y superponen fotografías, colgadas en una inestable composición, que refieren el recuerdo de esa inestabilidad emocional salida de sus memorias infantiles en su casa familiar de Villagordo.

La evocación de las tradiciones andaluzas se hace presente en una especie de esencial Paso de Semana Santa que transporta las referencias de un pasado donde la superstición, la devoción, el sentimiento y la religiosidad popular encuentran una realidad llena de ecos populares.

Otra gran instalación, SIN TÍTULO, realizada expresamente para esta muestra, ocupa la gran sala central del Claustrón. En ella, el artista vuelve la mirada, de nuevo, a su infancia, a Villagordo, donde su abuelo regentaba el cine del pueblo. Cuando el mismo cerró, la vieja cámara de proyección fue guardada en la casa familiar. Ahora, el artista la rescata de su sueño casi eterno y la coloca encima de un tronco añoso; es una clara metáfora sobre la memoria de los vecinos del pueblo. Sacar a la luz la vieja cámara es reconstruir la esencia de aquel pueblo, hacer presente el recuerdo de varias generaciones de vecinos que encontraban en el cine una ventana donde mirar al mundo, lejos de aquellas íntimos y recónditos espacios pueblerinos. El autor ha rescatado viejos comprobantes de entregas de películas. Para insistir en la idea de paso del tiempo, de búsqueda de la memoria, Jacobo Castellano emplea un trozo de madera de las que se utilizaba para los arados y en ella coloca una chuleta de las que se hacía para copiar en los exámenes. El tiempo como centro unificador de intenciones.

Otra gran instalación es la que materializa Jacobo Castellano en los espacios junto a los dos hornos de botella que aparecen en el recorrido de la muestra. Allí instala sus PELELES. En ellos hay una evocación a la obra de Goya. El artista realiza una referencia a lo fragmentario y a la caída. Unas formas rudas, básicas, de un gran primitivismo, y sin connotaciones físicas, cuelgan de las paredes y parecen a punto de caer. Lo antropomórfico juega un papel importante y la presencia humana es esbozada sin apenas desarrollos físicos que la definan. Es ese juego felicísimo de Jacobo Castellano en el que la presencia y la ausencia dispersan sus conceptos en formas imposibles que simplemente evocan.

La última instalación alude al juego de la piñata. Formas colgantes y estáticas en el suelo, palos y bastones, para encontrar el premio en el interior al golpear sus estructuras. Nueva metáfora sobre lo popular, sobre la tradición, sobre una infancia fugaz y una dura existencia.

Nos encontramos, en definitiva, con la importante obra de uno de los artistas andaluces con más felices alcances. En su obra el concepto, la idea, el fondo bien sustentado, encuentra un acertado continente; un personalísimo juego de presencias que dejan entrever referencias a un pasado que él nos descubre con esenciales formas buscadas en su íntima historia.

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