Cultura

Recordando al genio

Hace, ya, casi veinticinco años de la muerte de Paco Molina. Sevilla, madre y madrastra para tantas cosas, quizás no ha sido lo justa que debiera con este gran dinamizador de la cultura sevillana en un tiempo de máxima necesidad, cuando existía muy poco culturalmente y en un momento en el que se ansiaba un cambio que acabara con los resabios de una tradición que en la capital hispalense se hacían demasiado longevos pretendiendo eternizar, desde la oficialidad, un tiempo que estaba, prácticamente, acabado. Paco Molina enseñó mucho y a muchos; generó inquietud, abrió caminos, cerró espacios estancados con mucho aire viciado e insufló brisas de modernidad a una ciudad necesitada de nuevos registros.

Paco Molina fue alguien más que un artista al uso. Esta definición, que debe ser tomada literalmente, nos sitúa en la figura de un personaje que fue muchas cosas en una ciudad con muy poco. Paco llegó de Madrid a una Sevilla donde lo rancio marcaba las coordenadas de una cultura oficialista en la que el Arte únicamente era paseado por las calles en su primavera gloriosa al son de marchas cofradieras. Lo demás quedaba encerrado en íntimos habitáculos desde donde era difícil asomar su dolorido sentido. Paco Molina llegó a Sevilla y fue un poco de todo; participó de los ambientes que se querían renovadores; intercedió para que se abrieran postigos de libertad a una cultura rancia y endiosada; fue bedel de un Museo de Arte Contemporáneo en el que él era el sabio organizador; asesoró a los heroicos que quisieron dejarse asesorar y creó muchas inquietudes en una ciudad desapasionada pero apasionante. Paco Molina generó expectativas y abrió horizonte. Paco Molina fue un ser necesario en una ciudad necesitada. Desde que se fue todo ha sido diferente. Ahora a Paco Molina el arte de su ciudad, los gestores artísticos de su ciudad, los santones de la creación de su ciudad y los sabios creídos de su ciudad, le hubieran hecho llorar de pena.

HOMENAJE A PACO MOLINAGalería La Caja ChinaSEVILLA

Ricardo Cadenas, uno de los artistas que vivió, siendo joven, la pasión que despertaba Paco Molina y que participó de sus muchas inquietudes, comisaría una exposición donde comparecen muchos de los nombres de aquella Sevilla a la que, entonces, Paco Molina, dio nuevo sentido artístico. En ella nos encontramos con muchas cosas muy interesantes y con obras de algunos artistas, rescatadas de la memoria, que nos han reencontrado con una pintura importante de sabios hacedores con mucha claridad de ideas. La muestra, en su inmensa mayoría, nos conduce por obras realizadas en aquel tiempo iniciático que tienen su reflejo en otras de ejecución más cercana.

Dos ejes fundamentales fronterizan el conjunto de la exposición: un magnífico retrato de Paco Molina que Ricardo Cadenas realiza, presentándonos al genial personaje, sempiterno cigarrillo en mano, con aquellas formas tan características; también, la única obra de Paco Molina que aparece en la exposición y que nos sitúa ante una figura enigmática de perfil, suscrita sobre un fondo geométrico de nueve cuadrículas y fundidas con formas que potencian la inquietud y deshumanización de lo que se ilustra. A partir de ellas, piezas de los mejores artistas del momento, protagonistas de una Sevilla artística con pintores sobresalientes. Obras que abarcan toda la vasta extensión de la pintura, desde los estamentos de la abstracción, con lo modular de Manolo Barbadillo, la pureza de Pepe Soto, la potencia de Manolo Salinas, la energía de José Ramón Sierra, la contundencia formal del Gonzalo Puch pintor, el dibujo inquietante de Antonio Sosa, entre otros; hasta los amplios argumentos de la figuración que marcan las rutas de una pintura sevillana con muchos y muy buenos postulados. La sutil ilustración de lo real de Joaquín Sáenz, Teresa Duclós y Carmen Laffón, referencias absolutas para una figuración excelsa y con infinitos matices de otros artistas sevillanos cercanos al apasionante universo de Paco Molina.

Siempre he creído que a Paco Molina el mejor homenaje que se le pudiera hacer es que no se le hiciera homenaje alguno. Esta muestra no es, en sí misma, un homenaje; es el recuerdo hacia el artista que se nos fue y al que tanto se le echa en falta en estos tiempos de tan poco. Después de veinticinco años, Paco Molina sigue siendo una necesidad. Paco, por siempre.

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