Pretérito perfecto

Regreso al florido pensil (y ya van cuatro)

 WARNING: El artículo que van a leer fue apareció en este Diario el uno de febrero del año 2009, el 21 de febrero de 2010 y el 20 de marzo de 2011, si bien la fotografía ha sido tomada esta semana. Ahora ustedes pensarán que soy un boliza y que me dedico a repetir mis artículos para no esforzarme demasiado. Lo primero es cierto, pero si vuelvo a publicar este texto no es por ahorrarme el trabajo de escribir una semana, sino para que comprueben que la conservación de nuestro patrimonio es un puro desastre. Días más tarde de ver la luz este texto (por primera, por segunda y por tercera vez) se retiró la vegetación del primer templo jerezano con una repercusión mediática inusitada para este tipo de intervenciones. Como podrán comprobar si pasean por el Reducto, aquello parece el Congo y las líneas que siguen (escritas hace cuatro años) son de la más rabiosa actualidad. Además, por desgracia la Catedral no es el único templo invasdido por la maleza. A los que pasean por las inmediaciones de San Dionisio he de advertirles que tengan cuidado, pues el mejor día les cae del cielo un coco o un orangután.

Son las mujeres de Babilonia, las más ardientes que el amor crea…

Cuentan que hace mucho, mucho tiempo hubo una reina en Asiria llamada Semíramis. Dicen las crónicas que era una hembra de tronío, luchadora incansable con ansias de ampliar su imperio. Conquistó Egipto, Libia, Persia, Armenia, Arabia e incluso sus tropas llegaron a las orillas del Indo. Pero todo no iba a ser pelear y andar de aquí para allá entre soldados mugrientos, así que Semíramis se construyó cerca del Eufrates la ciudad más hermosa que nunca había visto nadie (tengan en cuenta que por aquel entonces no existía Jerez) a la que llamaron Babilonia. Famosa por su torre (donde se instaló la primera escuela de idiomas conocida)  y la fogosidad de sus hembras, la belleza de Babel fue cantada por los poetas, los autores de zarzuela y los Boney M.

Tal vez el elemento más famoso de la nueva ciudad fueron sus jardines colgantes, con los que Semíramis quiso sorprender a la humanidad y vaya si lo consiguió, pues fueron incluidos en la lista de las Siete Maravillas del Mundo. No vayan a pensar que estos jardines colgaban, como los bacalaos en los almacenes antiguos, sino que en realidad eran unas terrazas de las que sobresalía la vegetación. Pero hasta aquel entonces nadie había visto cosa igual y a muchos les pareció mágico el efecto de unas plantas que parecían volar.  

Según la leyenda Semíramis nunca murió, sino que subió a los cielos transformada en una paloma sin que nadie supiese jamás adonde fue. Pero les voy a contar un secreto, hemos descubierto el final del trayecto de la reina voladora: plaza Monti, Manuel María González, De la Rosa, plaza de la Encarnación, a su Templo. 

Aunque les cueste creerlo, una vez desaparecidos los míticos jardines colgantes de Babilonia su espíritu se ha trasladado por los aires y los siglos hasta la Catedral y si tienen dudas  se pueden dar una vuelta para comprobarlo. Para desesperación del padre Repetto cornisas, arbotantes, gárgolas y azoteas están rebosantes de vida y la vegetación cuelga dando un toque de alegría a los adustos muros catedralicios. Una Nueva Babilonia en el Arroyo para asombro de propios y extraños. Una suerte de reserva natural en la que incluso ha crecido una higuera que (Dios mediante) este año dará exquisitos higos que el Cabildo Eclesiástico podrá tomar de postre. 

Y este bosque frondoso es uno de nuestros principales escaparates ante los turistas que vienen de lejos en bandadas, mostrando carnes blancas, amarillas o negras, ojos rasgados, grandes ojos azules, sandalias con calcetines, vestimentas estrafalarias  y cámaras carísimas. Cargados con sus bolsas de Tío Pepe se detendrán en el Reducto, alzarán los ojos y pensarán que han visto muchas catedrales, pero ninguna tan elegante como la de Jerez, que parece diseñada por Hundertwasser. Oír sus conversaciones embelesa. ¿Quién cuida esos jardines? ¿Quién los riega con mimo para que no pierdan su verdor? ¿Son obra del XVIII? Porque en este vergel cual no hay dos, no hay clavel ni doncel como vos. ¿Traen ganado a pastar?  ¿Esto es lo que se conoce como arquitectura ecológica? ¿Hay animales salvajes en la floresta de San Salvador? ¿Se organizan monterías? ¿No podíamos proponerle algo así al obispo de Okinawa? Lo que oís, que en aqueste vergel cual no hay dos, no hay joyel ni  clavel  como vos... 

 Hay quien piensa que esto es una vergüenza para la imagen de la ciudad y como siempre en primavera, un equipo de expertos adecentará el templo para la Semana Santa y eliminará lo más vistoso de estos jardines. Sin embargo, dejarán las raíces, sin solucionar de manera definitiva el problema, como el que barre y esconde la suciedad bajo la alfombra. De ese modo el año que viene brotarán de nuevo los floridos pensiles. Pero, ¿para qué tanta molestia? Visto el efecto positivo que tienen esta explosión de vida en el turismo y lo difícil de erradicarla, proponemos una solución económica que además atraerá a millones de visitantes: dejar crecer la vegetación durante cinco años. 

La primera catedral selvática del mundo. Será un auténtico pelotazo. Los visitantes tendrán que ir provistos de machetes (como aquellos exploradores que descubren templos perdidos en Centroamérica) para admirar los tesoros que se guardan en esta iglesia. Por obra y gracia de la Madre Naturaleza desaparecerán las bóvedas y los pilares para dar paso a un bosque frondoso. Tras esas lianas pueden admirar ustedes al Cristo de la Viga, también llamado Gótico Doliente. Ese cuadro que está junto al gorila se llama “La Virgen Niña dormida” y fue pintado por Zurbarán. Junto a aquel sacerdote del salacot están las obras más destacadas de Juan Rodríguez “El Tahonero” o “El Panadero”… y eso serían las visitas guiadas. ¿Se imaginan vagar solos entre miles de ruidos extraños provocados por monos, insectos y loros, por las naves y encontrar el precioso retablo de Ánimas o el magnífico apostolado de José de Arce? Una experiencia inolvidable. Quienes vengan sólo hablarán maravillas del primer templo jerezano y sus voces se harán eco por el mundo entero, de manera que vendrán por millones. 

No lo duden, quienes oigan hablar de la única catedral salvaje del Orbe exclamarán sin remedio aquello de ¡Ay, Ba!..¡Ay, Ba!...¡Ay, vámonos allá!

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