Si ya de por sí Jerez está en deuda con Lola Flores, este tipo de acontecimientos no ayudan a recuperar la sintonía. Posiblemente La Faraona merece un homenaje acorde con su trascendencia, por eso la idea de devolverla a la actualidad, aunque fuese un año tarde del aniversario de su muerte, tenía bastante consistencia. Sin embargo, anunciar una semana para homenajearla y luego no celebrar nada es cuanto menos una ‘guantá sin manos’, como se dice aquí, para Lola y su familia. Sólo aquel monumento inaugurado en 2003 hizo algo de justicia con la artista jerezana, cuyo anhelado museo sigue siendo una tema utópico más de una década después de su intentona. Sea como fuere, no creo que Lola Flores merezca este desprecio por parte de la ciudad (o sus dirigentes) que la vio nacer.