Cultura

Rodrigo Cortés se asienta en el cine de oficio

Fotograma de la cinta cuyo reparto encabeza Uma Thurman.

Fotograma de la cinta cuyo reparto encabeza Uma Thurman. / d. s.

Su primer largometraje, Concursante (2007), premiado en el Festival de Málaga, le abrió las puertas del cine español tras una larga y brillante carrera en el cortometraje. Su segunda película, Enterrado (2010), interpretada por Ryan Reynolds le procuró tres Goya y 10 nominaciones y le abrió las puertas del cine americano. Con tal fuerza que para la tercera, Luces rojas (2012), contó con Robert de Niro y Sigourney Weaver. Inferior a las dos primeras. Seis años después Rodrigo Cortés regresa al largometraje, tirando esta vez de Uma Thurman, con esta buena película de terror.

A partir de un relato de terror de Lois Duncan -autora de Sé lo que hicisteis el último verano- convertido en guión por Chris Sparling (autor del de Enterrado) y Mike Goldbach, Cortés vence la inicial pereza que produce enfrentarse a otra película de terror protagonizada por adolescentes, otra vez ambientada en un internado que ocupa el caserón que da título a la película y otra vez regido por una misteriosa y firme personalidad. Allí, como es de esperar, pasarán cosas raras.

Historias parecidas se han filmado no sé si un millón de veces, pero sí, desde luego, demasiadas; y sin derroche de talento. Hay que agradecer a Rodrigo Cortés que él sí lo ponga, junto al oficio, para lograr que lo tantas veces visto se vea sin cansancio e incluso con interés. Cine artesanal que sacrifica el poderío de sus dos primeras películas a una estabilidad artesanal adornada con detalles de creatividad y alguna reflexión -todo lo profunda que pueda soportar el público joven para el que está hecha la película- sobre las fuerzas a la vez destructivas y fecundadoras de la creatividad. Aunque curiosamente Cortés parece olvidar, porque es poco lucido, lo que ha hecho la fortuna de su carrera: esas fuerzas precisan de método, orden, trabajo y disciplina. Pero el famoso dicho de Picasso sobre la inspiración convocada por el trabajo vende menos que la visión romántica y prometeica del genio como bendición y maldición. Y ni la novela original de esta especialista en literatura gótica para adolescentes, ni las ambiciones de la productora Stephenie Meyer -que lo fue también de Crepúsculo-, daban para tanto. Y Cortés no ha querido correr riesgos. Parece cómodo barajando tópicos y citas con la suficiente inteligencia y, sobre todo, mucho oficio.

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