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Crítica de Cine

Romance en la probeta

Tras Proyecto Lázaro,Órbita 9 es la segunda gran apuesta española de la temporada por la ciencia-ficción sin complejos locales, aquí además con una premisa de arranque, de largo el mejor tramo de todo el filme, que nos sitúa directamente a bordo de una nave espacial en plena odisea interestelar.

El debutante Hatem Khraiche consigue un interesante aprovechamiento de los decorados, espacios y arquitecturas urbanas (colombianas) para trazar un descolorido futuro distópico en el que los científicos experimentan con humanos de cara al futuro lanzamiento al espacio de naves con las que garantizar la supervivencia de la especie.

En una de estas naves de ensayo se encuentra Helena (Clara Lago), a quien la visita de un inspector técnico (Álex González, robótico e ininteligible como de costumbre) la despierta no sólo de su aislamiento y engaño sino que provoca un repentino enamoramiento (algo publicitario) que activará la huida y persecución sobre la que se articulará a partir de entonces la película.

Haciendo de la limitación virtud y de la puesta en escena y la escasez de profundidad de campo el mejor efecto especial, Khraiche no renuncia a las escenas de acción y al paisajismo posmoderno (con evidentes referencias a Blade runner), aunque se muestra poco intenso y efectivo en la materialización de ese flujo romántico que debiera impulsar el interés del filme. El trazado de unos antagonistas y secundarios algo elementales y la incapacidad de dar más densidad existencial al conflicto y su resolución hacen que Órbita 9 no termine de cuajar más allá de su voluntarismo de género.

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