Cultura

Scarlett aburre en Venecia

  • 'Under the skin', de Jonathan Glazer, es recibida con bostezos, casi lo mismo que le ocurrió a Amos Gitai

Scarlett Johansson es una de las mujeres más atractivas del Planeta Hollywood y una de las más deseadas del mundo, pero ayer provocó no pocos bostezos a pesar de aperecer desnuda en Under the skin (Bajo la piel), la película de Jonathan Glazer que se estrenó en la Mostra de Venecia. La actriz cambia su rubia melena por una peluca morena para encarnar a una joven de aspecto inocente que en realidad es un alienígena que recorre las calles de Escocia conduciendo una furgoneta blanca, seduciendo y haciendo desaparecer a hombres solitarios.

Esta criatura nació de la mente del escritor holandés Michel Faber, autor de un libro homónimo que Glazer (Sexy Beast, Reencarnación) covierte en una ambiciosa pero fallida propuesta cinematográfica. "Me cautivó la idea de mirar el mundo a través de los ojos de un alienígena", explicó el director. Quería hacer "un cuento" sobre cómo ese algo empieza a sentir, añadió el británico, que hacía casi una década que no rodaba y a quien se le notaba algo incómodo en la rueda de prensa, tal vez porque tuvo noticia de los abucheos recibidos durante el pase de prensa de la película.

La fría puesta en escena, el desangelado paisaje que Escocia ofrece en invierno y el desapego de la actriz con su personaje desecado de emociones dan como resultado una película con la que resulta difícil empatizar y ante la que muchos críticos, abiertamente, se aburrieron. "La experiencia de hacer esta película supuso un desafío diferente", resumió la actriz, que acudió al rodaje sin una idea preconcebida sobre cómo encarnar su personaje ni cómo prepararlo, confesío, por lo que a ella y al director les llevó un par de semanas hasta encontrar el tono deseado para su colaboración.

Johansson, que empezó muchas frases que no pudo rematar, tuvo dificultades para explicar los conflictos y las motivaciones de su personaje. Algo más elocuente se mostró sobre el hecho de que se rodaba a la vez con varias cámaras escondidas: "Fue absolutamente aterrador. Tenía miedo de cómo iba a reaccionar la gente en general", comentó la actriz, que rodó diferentes escenas en zonas concurridas y sin cámaras a la vista. Sin embargo, reconoció que fue muy interesante trabajar así porque por momentos el trabajo parecía "muy auténtico". El personaje de Johansson evoca al androide que interpretaba Sean Young en Blade Runner... aunque entre ambas películas distan galaxias de emociones, entre otras razones porque la estrella estadounidense no acaba de insuflar verosimilitud a su alienígena.

El tedio fue nota predominante durante la jornada, en la que se pudo ver también Ana Arabia, de Amos Gitai. El cineasta israelí, que compite por cuarta vez por el León de Oro, conduce en su nueva cinta al espectador hasta un pequeño enclave a las afueras de Tel Aviv donde conviven palestinos e israelíes. "Vivimos en una época en la que Oriente Próximo proyecta una imagen de violencia, y por eso quise lanzar una bomba pacífica. Deseaba mostrar cómo las personas pueden vivir las unas con las otras. No es todo paradisíaco, no somos ángeles, somos muchas veces víctimas de nuestras contradicciones, pero de eso habla esta película", agregó sobre esta obra inspirada en personas reales. Concretamente en una periodista que acude a ese lugar de Tel Aviv para averiguar si era cierta la historia que decía que allí vivía una mujer que sobrevivió a los campos de concentración y se casó con un musulmán, lo que le llevó a ser repudiada por otros judíos.

Desde el punto de vista técnico Ana Arabia llama la atención porque fue rodada en un único plano. No es una apuesta meramente estética, señaló el también director de La tierra prometida, sino que responde a la metáfora que quería plasmar sobre la relación entre entre israelíes y palestinos: ese intercambio tiene que continuar, tiene que proseguir "sin cortes, sin interrupciones". "Tenemos que mantener las utopías en momentos oscuros", proclamó Gitai, que no consiguió suscitar entusiasmo a pesar de su noble propósito.

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