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Crítica de Cine

Segundas partes a veces son buenas

Cartel de la película dirigida por James Gunn.

Cartel de la película dirigida por James Gunn. / d.C.

Tras unos inicios triunfales como guionista (dos entregas de Scooby Doo y El amanecer de los muertos: no es que sea muy intelectual el hombre) y fallidos como director (pese a contar con algún mamarracho tildado de película de culto), el director James Gunn se encontró a sí mismo con Guardianes de la Galaxia (2014), que tenía el mérito de restituir al cine-tebeo la ligereza, desenfado y gracia propias del universo de las historietas. En un momento de cansancio tras la súper explotación cinematográfica de los tebeos -especialmente los de Marvel- y de hartazgo de las oscuridades y profundidades que pretenden convertir a los superhéroes en héroes trágicos (un mal que también alcanza al propio mundo del cómic), Gunn ofreció con excelentes maneras cinematográficas la diversión sin pretensiones y la espectacularidad sin coartadas que son propias del cine popular de efectos especiales basado en tebeos.

La clave está en jugar al antiguo cine serie B de un John Carpenter con el presupuesto multimillonario de un actual blockbuster, haciendo como que no se toma en serio lo que en realidad está milimetrado para tener éxito; y que se trata a los superhéroes con un sentido del humor que linda con la falta de respeto, pero sin alcanzar nunca la parodia que distanciaría de la taquilla a los incondicionales del género. Estos aprecian la diferencia con que Gunn trata este machacado universo, sobre todo su tono divertido y un poco gamberro, pero también agradecen la espectacularidad de las luchas y la visualidad asombrosa de los efectos digitales. La actual industria del cine hace como las antiguas madres modestas que, dando la vuelta a las prendas o echándole imaginación a la cocina, hacían parecer nuevo lo usado y sabroso lo pobretón.

Kurt Russell y Stallone intervienen en la cinta, tan entretenida como la primera entrega

Tan entretenida y divertida como la primera entrega, aunque demasiado parecida a ella para no asumir riesgos innecesarios, la película visualiza su cachondo lado kitsch, además de con el tratamiento de sus ya conocidos protagonistas, con las intervenciones de Kurt Russell -genuino superviviente del universo Carpenter- y del incombustible Stallone; o incluyendo en un momento destacado una famosa canción de Cat Stevens y haciendo cantar otra a David Hasselhoff. Fundamental para su lograda estética kitsch es la espléndida fotografía del maestro Henry Braham que, si logró convertir La niñera mágica en un cuento coloreado, aquí da a la imagen los tonos de un tebeo antiguo o de la portada de un single con la banda sonora de una serie televisiva de ciencia ficción de los años 60.

Estos son los méritos de esta carísima serie A que juega con éxito a ser una barata y desenfadada serie B. La maniobra de Gunn sigue siendo muy divertida, aunque ya no sorprenda.

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