Cultura

'Soufflé' sin relleno

Drama, Francia, 2013, 95 min. Dirección y guión: François Ozon. Fotografía: Pascal Marti. Música: Philippe Rombi. Intérpretes: Marine Vacth, Géraldine Pailhas, Charlotte Rampling, Frédéric Pierrot, Nathalie Richard, Johan Leysen, Fantin Ravat, Laurent Delbecque.

Se ha elogiado de esta película su alejamiento de la moral. Antes se elogiaba con razón que las películas evitaran la moralina, que es una moral inoportuna, superficial o falsa. Pero la moral es otra cosa y, si que una película se libere de la moralina es lo deseable, que ignore la moral es preocupante. Pero sobre todo es imposible. El travelling es una cuestión moral, dijo Godard. Y tenía razón. Sobre todo si la película trata de una adolescente acomodada que se prostituye. Y no estamos en los territorios de Belle de jour.

También se suele elogiar que se muestren las cosas tal como son, sin idealizaciones, manipulaciones o cualquier artificio que las violente. Pero es una meta imposible. Interpretación, encuadre, montaje... El realismo o el naturalismo son dos de las muchas formas que puede escoger la ficción. Ni el documental deja de ser una interpretación de la realidad. Y cuando, como en este caso, el tratamiento es fuertemente estetizante las dudas sobre la honradez del producto crecen.

Tras perder la virginidad en un coito furtivo de veraneo sin sentir gran cosa, la protagonista decide prostituirse. ¿Por qué? Ni idea. Tal vez para ver si siente lo mismo que las chillones intérpretes del porno que ve en internet. ¿Frígida? Ni idea. ¿Una libertad para la interpretación que respeta la inteligencia del espectador? Vale. Pero, cliente tras cliente, lo que se nos va mostrando es un vacío retrato del vacío. Con una imagen tan mimada, y con una intérprete tan bella y tan cuidadosamente tratada por la cámara en sus primeros planos y sus desnudos, que en uso de esa libertad que la película da puede pensarse que se está ante uno de esos soufflés franceses que no dicen nada con excelentes imágenes, camuflan su oquedad como vacío existencial y disimulan su superficialidad tras un estilo muy cuidado y una narración forzadamente fría de hechos más o menos desagradables. Siempre que tengo esta sensación me acuerdo de Françoise Sagan, las boinas, las camisetas con rayas y las caves de la impostura existencialista del París de los 50.

Todo es muy lujoso, naturalmente. Todos -hasta los viejos que pagan por ella, menos el tipo del coche- son elegantes y apuestos. La fealdad, los michelines o la pobreza están proscritos de esta película. Estos soufflés de autor son siempre sofisticados y glamurosos. Y cuando dejan de ser fríos y distantes para ponerse tiernos son tan cursis como el besito en el puente al amanecer, candados incluidos.

Marine Vacth es el hallazgo de la película: tiene el don de una belleza inteligente, sabe mirar a la cámara traspasándola. Una pura belleza francesa según los tópicos más rancios, mimada por el encuadre hasta rozar la vacuidad del porno suave. Ellos fuman en la cama después de... como siempre se ha hecho en el cine francés. Y la petite morte se crece hasta dejar de ser petite. Todo muy francés. Demasiado. Como gran parte del cine de Ozon, un gigante que lo es por vivir en un tiempo de enanos. Como Gulliver en Liliput.

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