Arquitectura · La belleza intangible

"Torna subito a Padova" (2), flotando en Venecia

HABÍA dejado de llover. La ciudad se desperezaba en un ambiente húmedo y fresco. El desayuno lo harían ese día y los siguientes en el Café Pedrocchi, donde se encontrarían cada mañana todos los participantes en el workshop. Una mesa bufet con una cantidad ingente de panes con formas y harinas distintas; bollos y pasteles; huevos cocinados en diversas maneras; embutidos, quesos y fruta y un estupendo café italiano, les recibiría a diario para empezar la jornada. En una mesa contigua e interminable, que ocupaba la totalidad del salón principal de la planta baja, se fueron acomodando mezclados, profesores, estudiantes e invitados. A medida de que los días pasaran, se irían creando vínculos entre los diversos grupos, en función de las afinidades y también de los idiomas que cada cual era capaz de manejar.

Desde la ventanilla del tren, Venecia se adivinaba brumosa en la lejanía, como casi siempre. Salieron de la estación y se dirigieron caminando hacia la piazza San Marco a través del intrincado recorrido de calles, puentes y pasajes. Se asomaron un momento al puente de Rialto para mirar el Gran Canal y recordar las diferencias con el cuadro de Canaletto, que pintó una Venecia soñada (como si la real no fuera un sueño per se). Siguiendo el camino trazado para los miles de turistas que cada día visitan la ciudad llegaron a San Marco. Allí se separaron de la manada e iniciaron el suyo propio. En los soportales de la plaza visitaron el local que en su día proyectara Carlo Scarpa para una tienda de Olivetti, la marca famosa de máquinas de escribir. Para entonces, iniciada ya la explosión de los ordenadores con la consiguiente obsolescencia de las antiguas máquinas de escribir, la tienda original había sido transformada en una agencia de viajes, cuyos operarios recibían irritados las visitas de arquitectos y estudiantes que, también en buen número, se acercaban cada día a conocer la mítica tienda. En un descuido de aquéllos, corrieron escaleras arriba para ver el piso superior, de donde fueron expulsados en cuanto se dieron cuenta de aquel atrevimiento inesperado.

Desde allí caminaron a la Fundación Querini Stampalia que se ubica en un palazzo cercano, rehabilitado también por el maestro Scarpa. Este edificio, una de las obras más interesantes del arquitecto veneciano, representa un ejemplo paradigmático de la intervención arquitectónica en edificios del pasado. La obra está llena de detalles finísimos propios de la sensibilidad del arquitecto, entre ellos unos suelos de terrazo continuo insuperables. En 1961 Giuseppe Mazzario, director de la Fundación, le encomendó la remodelación de la planta baja y el patio de la sede del palacio del siglo XVI. El proyecto estaba condicionado por las exigencias muy precisas de la Comisión del Patrimonio y por las fuertes restricciones dictadas por el propio edificio. La Fundación solicitó hacer accesibles los espacios en la planta baja que estaban sometidos con regularidad al fenómeno del "acqua alta", que eleva el nivel de las aguas por encima del piso. Scarpa usó una ventana existente de la fachada principal como acceso y construyó un puente que conecta el Palacio con el Campo Santa María Formosa. Ideó un sistema de elevación de los pavimentos que los separaban de la subida de las aguas y rediseñó el precioso jardín, utilizando materiales tradicionales con un diseño contemporáneo.

Más tarde tomaron un vaporetto hasta la sede de la bienal de arquitectura de Venecia, que en aquellas fechas permanecía vacía. Pudieron visitar algunos de los pabellones más interesantes, entre ellos el de los países nórdicos, obra del arquitecto Sverre Fehn, un delicado contenedor ejecutado en hormigón visto blanco, construido con encofrados de tablillas irregulares de madera. Una trama de finas vigas de gran canto también de hormigón cubren el espacio, dejando penetrar la luz cenital entre algunas de ellas, que a veces también se interrumpen para dejar pasar los troncos de algunos árboles existentes en el jardín antes de la construcción del pabellón y que permanecen hermosos y sanos, dándole al espacio abstracto un toque de vida natural.

Después de tomar unos tramezzini en cualquier bar, en esa ciudad cualquier bar es un lugar encantador, continuaron la visita, ahora en dirección al Dorsoduro, el barrio de enfrente, en cuya punta se encuentra Santa María della Salute, obra de un joven arquitecto veneciano, Baldasare Longhena, vencedor del concurso convocado en 1631, aunque la obra no se consideró terminada hasta 1687. La iglesia está formada por tres espacios principales engarzados por un eje longitudinal: el octógono de la nave central, el antepresbiterio y el coro. El altar se sitúa entre estos dos últimos. El octógono se cubre con una cúpula circular que dota a la iglesia de una potente imagen exterior. La entrada de luz que se sitúa en la base de la cúpula, dan al espacio una sensación de irrealidad que conmueve. Esta iglesia es uno de las principales obras de arquitectura de la ciudad junto con sus vecinos al otro lado del gran canal: el Palazzo de los Dux y la basílica de San Marco.

Desde allí continuaron caminando hasta el Museo Peggy Guggenheim, que se encuentra en la mismo frente del Gran Canal. Este museo, fue fundado en Venecia en los años cincuenta del siglo XX, en el Palazzo Vernier dei Leoni y contiene la colección privada de Peggy, quien afirmaba "hallarse flotando en Venecia". La colección está compuesta por obras de Picasso, Braque, Leger, Mondrian, Kandinsky, Ernst, Morandi, Modigliani, Pollock y un largo etc. Desde el barrio de Dorsodouro se accede al jardín del museo a través de una cancela realizada en 1960 por la artista americana Claire Falkenstein, quien tituló la obra Las nuevas puertas al Paraíso. Ese día no pudieron entrar porque el paraíso cierra los martes, así que continuaron en dirección a la estación de trenes. Como la conferencia prevista en Padova de Jacques Herzog se había suspendido y no tenían prisa por volver, se detuvieron a tomar un spritz, el cóctel que toman todos los venecianos antes de la cena. Después emprendieron el viaje de vuelta a Padua, lugar donde precisamente murió en 1979 Peggy Guggenheim de un ataque de apoplejía. Continuará.

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