artes escénicas

'Totem': la carpa de los prodigios

  • El Circo del Sol despliega en Sevilla, desde hoy hasta el 11 de marzo, su universo lleno de fantasía

Como en anteriores propuestas del Circo del Sol, los artistas de esta compañía combinan la ejecución perfecta de las acrobacias con una poética propia.

Como en anteriores propuestas del Circo del Sol, los artistas de esta compañía combinan la ejecución perfecta de las acrobacias con una poética propia. / Antonio Pizarro

En sus distintos espectáculos, el Cirque du Soleil ha ayudado a los espectadores a observar el mundo desde una perspectiva impregnada de emoción y fantasía, y sus fieles saben que en las manos de esta compañía todo encuentra un imaginativo y gozoso reverso: una gran ciudad puede ser el escenario para el asombro y el lirismo (Saltimbanco), la muerte de un payaso sirve para celebrar la risa y el recuerdo (Corteo), Ícaro logra sortear su trágico desenlace y volver a alzar el vuelo (Varekai)... Para Totem, la propuesta que traen ahora a Sevilla, donde despliegan su Carpa Blanca desde hoy hasta el 11 de marzo, estos artistas de renombre internacional se inspiran en el origen de las especies y la historia de superación que el hombre ha vivido desde entonces. Para el director Robert Lepage, que colabora por segunda vez con el Circo del Sol tras KÀ, que se representa desde 2004 en Las Vegas, esta nueva obra "explora el nacimiento y la evolución del mundo, la curiosidad irrefrenable de los seres humanos y su deseo constante de destacar".

Lepage, aplaudido escenógrafo y dramaturgo, se acercó al mundo circense fascinado por la capacidad de los acróbatas para desafiar sus propias limitaciones y afrontar las proezas más inesperadas, como una suerte de "semidioses" que transportan a los espectadores "a un mundo mitológico". Tal vez por ello, Totem sea una experiencia marcadamente espiritual, un montaje en el que resuenan las leyendas de los pueblos sobre el origen del mundo y se bailan danzas inmemoriales, aunque también haya espacio para la risa.

En la primera secuencia, en la que preside el escenario el esqueleto de una tortuga gigante, atletas ataviados como anfibios y peces arrancan, con un brillante número de barras paralelas, una particular y emocionante ceremonia sobre el transcurso de la vida en el planeta. Una fiesta entre la magia y la lógica, en la que conviven criaturas fantasiosas, bailarines amerindios, científicos que se afanan en sus experimentos, hombres con traje y sus antepasados más primitivos... Todo planteado con la minuciosidad acostumbrada en el Circo del Sol, con una compleja escenografía que entre otras piezas incluye un puente mecánico con cola de escorpión y un sofisticado vestuario que requiere de varias versiones antes de ser usado por los intérpretes, pero en este viaje a lo largo del tiempo sobresale ante todo el factor humano: un equipo, compuesto por 46 artistas de 16 países, que maravilla al auditorio con su destreza entre malabarismos, saltos y contorsiones.

Un virtuosismo que todavía deja perplejo al sevillano Alejandro Romero, director musical de Totem, que contaba hace unos meses a este periódico las sensaciones que le inspiraban sus compañeros: "Desde fuera tienes la impresión de que son casi extraterrestres, porque es tan asombroso lo que hacen... Pero cuando trabajas y convives con ellos, y se convierten en tu familia, te impresiona más esa capacidad que poseen, porque los tienes ahí, jugando al fútbol o comiendo, y a la media hora están jugándose la vida", comenta el músico andaluz, que regresa hoy a su ciudad materializado ya aquel sueño que albergó hace años en una función de Saltimbanco, el deunirse a aquella troupe única y recorrer mundo con esos soñadores.

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