Crítica de Cine cine

Valiente epopeya que excede las fuerzas de Fatih Akin

el padre

Drama, Alemania, 2014, 138 min. Dirección: Fatih Akin. Guión: Fatih Akin, Mardik Martin. Fotografía: Rainer Klausmann. Música: Alexander Hacke. Intérpretes: Tahar Rahim, George Georgiou, Makram Khoury, Akin Gazi, Lara Heller, Numan Acar.

El genocidio armenio se produjo entre 1915 y 1923 por obra del gobierno de los Jóvenes Turcos causando entre un millón y medio y dos millones de víctimas. Los sucesivos gobiernos turcos lo han negado hasta hoy pero los testimonios de quienes lograron sobrevivir y las pruebas documentales testifican su horrenda realidad. Junto a las matanzas belgas en el Congo (1885-1908), inicia los grandes genocidios del siglo XX que hallarían continuación inmediata en el Holodomor o genocidio ucraniano comunista (1932-1933) y el Holocausto (1942-1945). Pese a estar denunciado por asociaciones humanitarias y escritores de gran influencia -El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad (1899) o el Soliloquio del rey Lepoldo de Mark Tawin (1905)- el genocidio del Congo tardó en ser reconocido. El de los armenios, pese a estar internacionalmente denunciado y suficientemente estudiado, sigue siendo negado por Turquía. El negacionismo es la repugnante secuela de todos los genocidios.

De ahí la importancia de esta película que, sin carecer de imperfecciones, es necesaria para que todos cuantos aún los ignoren tengan noticia de estos hechos terribles. Que su realizador sea un alemán de origen turco, el multipremiado Fatih Akin, autor de Contra la pared o Al otro lado, le añade valor personal y testimonial al tratarse de un tema tabú (ningún actor turco quiso interpretarla por miedo a las represalias) o de una dolorosa deuda histórica que no se podrá cancelar hasta que sea reconocida oficialmente.

La historia del armenio que es arrancado de su familia por los turcos, logra sobrevivir al genocidio tras muchas penalidades que le dejan una terrible secuela y, al saber que están vivas, emprende la búsqueda de sus hijas, daba para un relato épico de denuncia de gran altura, para un gran drama histórico en el que a través de un prolongado lapso de tiempo y a lo largo de varios países la historia de un hombre se trenza con algunos de los hechos más importantes (y casi siempre dramáticos) del siglo XX.

El problema es que este interesante director parece no estar dotado para las superproducciones o las películas río. ¿Porque es un director de historias íntimas centradas en situaciones cotidianas? No. Adentrándose en este mismo terreno otro director de dramas próximos y gran concentración dramática, Elia Kazan, logró rodar una obra maestra con América, América, que partía del genocidio armenio para terminar en Nueva York tras un largo periplo sufrido por el protagonista. El problema debe residir en limitaciones creativas del propio Akin. Quien tiene facultades excepcionales, como Kazan, es capaz de llevarse otros géneros a su terreno. Akin, por el contrario, parece no haber sido capaz de imponer su estilo a una historia demasiado grande, larga y extensa. Se deja arrastrar a un terreno ajeno en el que se desenvuelve con cierta torpeza.

Por eso la película gana cuando se hace intimista o poetiza (el homenaje a Chaplin) y pierde cuando se adentra en la epopeya. Y gana sobre todo en su primera parte al centrarse en el genocidio armenio, para perder cuando da el salto a una forma de gran melodrama que acumula demasiadas desdichas en demasiados lugares. En ambos casos el error es el mismo: abandonar lo emocionalmente próximo por lo remoto, lo concentrando por lo disperso, lo íntimo por lo épico. Un error quizás imputable al guión escrito por Akin y el prestigioso Mardik Martin, iraquí nacionalizado estadounidense que alcanzó fama mundial por sus trabajos con Martin Scorsese (Malas calles, New York, New York, Toro salvaje).

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