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"Las Vegas, ahora, es como una gran Disneylandia para adultos"

  • Javier Márquez ambienta una novela negra en la capital del juego durante los años 50

Eddie Bennet, Eddie El Figura, el protagonista de la nueva novela del sevillano Javier Márquez Sánchez, Letal como un solo de Charlie Parker (Salto de Página), se considera uno de los hombres más poderosos de Las Vegas. Tiene sus motivos: en la década de los 50, "las grandes estrellas de Hollywood, los políticos de Washington y la mayor parte de los hombres y mujeres más influyentes" visitaban la ciudad "para perder su dinero en las mesas de juego y su ética en las camas de los hoteles". El tipo resuelve problemas, hace frente a quienes descubren esas informaciones delicadas y pretenden chantajear a los implicados. Un día, Bennett recibe un encargo imprevisto: en el rodaje de El conquistador de Mongolia, una producción de Howard Hughes que protagonizan John Wayne y Susan Hayward, una aspirante a actriz aparece flotando en un lago. La tarea es sencilla: debe firmar el informe de la empresa de seguridad y confirmar que todo está correcto, pero las prisas por cerrar el caso despiertan el recelo del hombre. Y a partir de ahí avanza una novela negraque desprende cinefilia en la construcción de los personajes y la lucidez de sus diálogos.

-Ya trató a Sinatra, Dean Martin y compañía en el libro Rat Pack, viviendo a su manera. ¿Qué le atrae tanto de este grupo, de esa época, para regresar al mismo paisaje?

-Dejando a un lado el aspecto artístico que me interesa de ellos, me atraía esa conexión que se da entre Hollywood y Las Vegas, donde el espectáculo se mezcla con la política, el flujo de intereses... Hay un momento determinado en el que un señor como Sinatra, con su grupo de artistas, está en contacto por igual con la clase política -como es el caso de John F. Kennedy-, como con la mafia. Ya cuando terminé aquel libro me di cuenta de que todo lo que ocurría en Las Vegas en ese tiempo daba para una ficción...

-Sorprende que casi todo lo que narra sea real. Como el hecho de que muchos participantes en aquel rodaje, entre ellos el propio Wayne, murieran de cáncer por la radiación de las pruebas atómicas que se habían realizado allí.

-Cuesta creer que sea verdad y que no se llevara a cabo una investigación seria sobre todas esas muertes. Imaginemos, por ejemplo, que la bomba de Palomares hubiese acabado con un montón de víctimas, y además famosas. Pero entonces era la guerra contra el comunismo y no podían colgar al propio ejército. Hay muchos elementos reales en la novela, hasta el punto de que la biografía de personajes ficticios se nutren de episodios reales. Para mí una buena historia es la que se nutre de pequeñas historias humanas, que son las que consiguen que nos creamos las novelas.

-El rodaje le facilita un puñado de anécdotas: llaman la atención las peleas entre la mujer de Wayne y Hayward, o que detrás de todo estuviese un hombre tan enigmático como Howard Hughes.

-Esa rivalidad entre las dos mujeres era verdad, estaban todo el día peleándose, aunque Wayne pasaba del tema y se iba a emborracharse. El matrimonio tuvo una relación complicada: ella lo denunció a él por malos tratos, aunque retiró la denuncia diciendo que era mentira. Y luego está Hughes, un hombre que consiguió crear un imperio estando mentalmente enfermo. Era un obsesivo compulsivo, capaz de rodar de nuevo una película porque no le gustaba como quedaba. Me parecía un personaje idóneo para esta trama. Tuve suerte de que estuviese en el proyecto, no tuve que forzarlo.

-Su libro parece indicar que no todos los que cometen un crimen pagan por ello.

-Quería subrayar cómo los que están en el poder, sean del país que sean, juzgan según sus intereses. Ahora me conviene la mafia, son mis amigos. Ahora no, y los convierto en el enemigo público número uno. Aquí tenemos experiencia, con el GAL y con otras historias, en eso de atrasar la línea de lo que está bien y lo que está mal...

-Janet, la periodista que acompaña a Bennett, es una heroína atípica en la novela negra.

-Quería a alguien que no fuera ni la rubia tonta ni la malvada mujer fatal que arrastra al protagonista, sino una mujer que lucha por salir adelante en un mundo masculino. Ella tiene el valor de salirse del periodismo de espectáculos, pero cuando vuelve a casa es la que recoge los platos de la mesa mientras su padre y su hermano se quedan sentados. Tenía miedo de que quedara demasiado machista, pero al final ha sido el personaje con el que más me he encaprichado junto con algunos barmans que aparecen.

-¿Ha sido muy difícil escribir esos diálogos? El género exige una enorme agilidad...

-Para mí los diálogos son fundamentales, porque el cine es mi gran pasión. Me gusta pensar que más que escribir un libro lo que hago es escribir una película o filmar una novela, que cuando alguien lea la novela vaya viéndola en ese Cinemascope que tenemos en la mente. Hemingway, que para mí es un autor fundamental, me ayudó mucho. Leí una y otra vez, analizando el ritmo y la frescura de la conversación, un relato suyo, Los asesinos. Y a la hora de construir los personajes, trabajé desde alguna referencia cinematográfica: Bennett es Paul Newman, cuando lo creaba pensaba en su personaje de Lee Harper. Pero no me gusta ver muchas películas de ese ambiente para no verme excesivamente influenciado. No quiero que las escenas recuerden a películas, eso me parecería un fiasco.

-La novela aparece cuando se habla de construir en España un Eurovegas.

-Bueno, Las Vegas de los años 50 no van a volver a producirse, ahora es una gran Disneylandia para adultos. Pero no hay que perder de vista que se trata de montar un gran centro de diversión, donde se mueve mucho dinero, y todo eso atraerá todo tipo de actividad delictiva... y a los autores de novela criminal, a los que nos va a dar mucho juego.

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