Cultura

Volver al plano

Drama, Polonia, 2013, 80 min. Dirección: Pawel Pawlikowski. Guión: P. P. y Rebecca Lenkiewicz. Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski. Intérpretes: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela. Cines: Avenida.

Resulta difícil detectar rastros de autoría en la filmografía del polaco afincado en Inglaterra Pawel Pawlikowski. Y es que poco se parece su primer largo estrenado entre nosotros, Last resort, a sus siguientes e inéditas My summer of love y La mujer del quinto, sendos ejercicios impresionistas y polanskianos que nada apuntan de lo que ofrece este cuarto, Ida, un sobrio y ascético relato en cuadros de plástica elocuencia casi muda y en blanco y negro sobre el periplo de una joven novicia y su tía, una severa y amargada juez, por las carreteras de la Polonia de los años sesenta en búsqueda de los restos de sus padres y hermano judíos, asesinados durante la Segunda Guerra Mundial.

En cualquier caso, bajo cualquier piel estilística, Pawlikoswki se muestra siempre bastante efectivo, directo y conciso, como si la simplicidad, la depuración y la economía de medios fueran las claves de una forma que se transfigura en la mirada y la distancia necesarias para cada relato.

El que aquí nos concita recupera la superficie, las atmósferas, los tonos y las texturas de cierto cine del Este de la época que recrea (de Wajda a Forman) para orquestar una pieza de cámara desde el plano fijo y el formato 1:1,33, recuperados aquí como organismos esenciales desde los que reivindicar el encuadre, una cierta abstracción y la relación entre los personajes, el espacio y el paisaje como motores para la narración. Una narración seca, elíptica, en progresión constante, por un lugar y un tiempo bajo los que no es difícil adivinar el devenir trágico de toda una nación, escindida entre el catolicismo, los ajustes de cuentas con los judíos durante el nazismo y la estricta y asfixiante oficialidad del régimen comunista que acoge, a duras penas, a nuestras dos mujeres en busca de respuestas o de una nueva identidad.

Ida se resuelve así satisfactoriamente sorteando el peligro del preciosismo esteticista, en el revelador gesto de dos estupendas actrices (Agata Kulesza y Agata Trzebuchowska), en su silencioso y elocuente discurso político entre cuadros bressonianos y dreyerianos y en una mirada fotográfica rigurosa y sólida como maniera para la representación de un mundo que, final e inopinadamente, echa a andar después de estar clavado al trípode.

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