ANTONIO ROMERA 'CHIPI' Y JAVIER GALIANA. MÚSICOS

"El bar ahora es el zen de la parroquia, donde te refugias y confiesas"

  • La Canalla actúa hoy a las 23:00 horas en el Baluarte de la Candelaria con lleno absoluto

Hace ocho años que se conocen y, por la química que derrochan, parecen que se conocen de toda la vida. Así se muestran los integrantes del grupo de música La Canalla. El algecireño Antonio Romera, más conocido como Chipi, y el gaditano Javier Galiana profesan un amor por la profesión por los cuatro costados. Las letras de Chipi son capturas inmortales de vidas mundanales que rompen esquemas sociales y rozan el sentimentalismo más puro. Sus melodías dan voz a las vidas de personajes que bien pudieran salir de los libros de Fernando Quiñones. El jazz, la copla y el folclore conforman el espíritu de un grupo cuya esencia es contar historias, siempre con sentido del humor. Aprendices de la línea trazada por Gabriel García Márquez en su La bendita manera de contar.

Chipi, mientras tomaba una manzanilla con un chorrito de anís antes del ensayo, confesó: "Sin sentimiento no se hacen cosas bonitas". Y es que Chipi ha nacido con la donosura y el garbo puestos y abrochados. "Eres un fuera de serie, Chipi", clamó la cantaora Mariana Cornejo durante el ensayo para el concierto de hoy a las 23:00 horas en el Baluarte de la Candelaria, en el que también ella participará. El grupo ha conseguido el lleno absoluto con unas 1.100 entradas vendidas.

Músico por vocación y artista por definición, ha logrado reconocimiento y repercusión en el gremio y el arte a través de la búsqueda de letras nuevas en sitios tan cotidianos como los bares. "El bar ahora es el zen de la parroquia. Es donde confiesas tus pecados, tus vivencias, donde buscas que te exculpen tus penas, donde la gente se refugia, porque en la calle no se puede estar y las casas nos las están quitando", apuntó Chipi. De ahí, el título del álbum, El bar nuestro de cada día. "Me dijeron que de camarero se ligaba y me metí a camarero, luego fuí dueño de un bar por si ligaba más y ahora músico", bromeó Chipi.

Las historias de estos buenos que van de malos son, como ellos mismos definen, "poesías musicales de forma exquisitamente contemporánea". Sin trucos. Y es que, precisamente su arte reside en hablar de cosas serias con sentido del humor. El pianista del grupo, Javier Galiana, señaló: "Nosotros somos contadores de historias. Pero queremos hacer una música que te llegue, que tengas que apagar el volumen porque te moleste. Dar por saco es un gesto de amor y nosotros queremos ofrecer algo que duela, pero que guste. Un dolor delicioso. Como a una persona que le gusta el picante, que cuando se acaba pide más, aunque le pique, pero que te gusta porque te toca y te llega". Galiana aporta el espíritu del jazz profundo, "es mi musa", bromeó Chipi. "Las ideas están en todas partes, hay que descubrirlas y nosotros nos dedicamos al mundo de las ideas", señaló Javier Galiana, que ahora también estudia Filosofía.

En el concierto de hoy estará presente el mundo del flamenco con Mariana Cornejo, el folclore gaditano con 'Los Guatifó', la canción de autor con Jesús Bienvenido y el mundo de la copla con Pasión Vega. Y es que, Chipi ha bebido de la influencia de las coplas de su madre, de la que lleva en su móvil grabadas algunas canciones. Según Galiana y Chipi, para saborear las letras es mejor que el público esté sentado durante el concierto, ya que de pie o saltando se pueden perder la sutileza, el ritmo y la sugerencia de la que hacen gala las melodías.

Para sus creadores, El bar nuestro de cada día no dista mucho de su primer trabajo, pero a la vez son totalmente distintos. "No deja de ser un modo peculiar de contar historias, un retrato por formas de vida de una princesa negra de metro ochenta, o una meretriz de cualquier barrio parisino o del más libertino Barrio Rojo de Amsterdam. En definitiva, es lo mismo que el álbum anterior, sin parecerse en nada. Es la misma intención, pero son las historias las que, al ser diferentes, convierten al disco en una aventura poético-musical distinta", confesó Chipi.

Siguen la misma forma de viajar pero a destinos diferentes, donde llevan por bandera una máxima: "Vida no hay más que una y hay que disfrutarla", señaló Chipi. A Chipi no le gusta contar los detalles del concierto: "No los sé ni yo, me guío por la improvisación, me subo al escenario y me olvido de todo. Nuestra vida es improvisada, una sorpresa constante". Los que son también una sorpresa constante son los propios componentes, de los que se aprende más comiendo con unos calamares fritos en la mesa y hablando del conflicto de Gibraltar. No sólo es variado su repertorio, sino sus temas de debate a la hora de hablar con una cerveza en la mano. Saben de la vida y por eso la retratan en sus compases. Como en toda clase de un buen profesor: aprendes y te diviertes.

La Canalla es un grupo que permanece en calma con el corazón en caos, que ya durante los ensayos saca las entrañas de la música, quitándole todas las vestiduras. Música que aúna cantidad de impresiones y hace desbordar el sentido. Y qué razón tenía Manuel de Falla cuando indicó que "la música no es sólo el arte más joven, sino el único que, para ser eficaz, requiere juventud de espíritu". Y de eso van sobrados los canallas.

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