Cultura

16 años en compañía

  • Antonio El Pipa repasa sus últimos dieciséis años a través de sus diez espectáculos de creación propia

 El 16 de febrero de 1997, Antonio Ríos Fernández, ‘Antonio El Pipa’, acaparaba los carteles del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Apenas tenía 26 años cuando “sin saber lo que iba a pasar”, recuerda con nostalgia, decidió estrenar ‘Vivencias’. Era su primer espectáculo, el primero de la recién creada Compañía de Antonio El Pipa que durante 16 años ha conseguido mantener y llevar con respecto y señorío “el nombre de Jerez”.

Durante todo este tiempo, el bailaor ha alumbrado diez creaciones, cada una “con un toque distinto”, apunta, diez espectáculos en los que “he querido mantener siempre mi línea y lo que sentía, sin dejarme llevar por modas o momentos”, explica el jerezano.

Ahora y con motivo de este 16 aniversario, Antonio El Pipa repondrá en el Teatro Villamarta, dentro del Festival de Jerez, aquel primer espectáculo, ‘Vivencias’, algo que en estos días le mantiene en tensión. 

Evidentemente y después de tantos años, volver al pasado “me hará acordarme de mucha gente”, recuerda con tristeza, “y en especial de mi madre, porque ella tenía un peso específico en escena. Ella no está, por eso el espectáculo no será nunca el mismo, y hay que quedarse con la esencia”.

Los días previos a su estreno “fueron una incógnita, y eso lo sabían los artistas que me acompañaban y yo mismo. Había un espectáculo que hacer por parte de un bailaor joven con ganas de bailar y de comerse el mundo, un bailaor que se había curtido con Manuel Morao, con La Tati, con Cristina Hoyos o Ricardo Franco, pero que después de ese estreno no sabía cuál iba a ser su futuro”.   

Antonio reconoce que lo peor en los inicios “fue el hecho de hacer de road manager”, admite con una sonrisa. “Ahora se ve todo muy lejano, pero yo he ido con una carpeta debajo del brazo. Afortunadamente, la oficina de la Compañía la lleva desde hace años Fernando Guerrero, que sabe bastante de eso, porque Antonio El Pipa como empresario es un desastre. Menos mal que ya no negocio porque no sirvo”.   

Durante todo este tiempo, “ha habido momentos muy felices”, relata, “aunque también momentos duros, alguna que otra vez he estado a punto de tirar la toalla.  Esto lleva mucho esfuerzo y mantener una compañía no es fácil, tienes que hacerlo como puedes y aprendes sobre la marcha”.

Después de Vivencias, con el que obtuvo el reconocimiento y el respeto de crítica y público, la Compañía avaló Generaciones (1999); Puntales (2000); De Cai, el baile (2002); De la Tierra (2003); Pasión y Ley (2004); De Tablao (2005), con el que logró el premio Flamenco Hoy y el premio al Mejor espectáculo del año por parte de la web especializada Deflamenco.com; Puertas Adentro (2007); Reencuentro (2009); y Danzacalí (2011), su última creación.    

Al analizar cada uno de ellos, el artista recurre “a lo que decía mi madre: ‘¿Qué dedo de la mano te cortas que no te duela?’. Eso pasa con los hijos y con los espectáculos, cada uno se lleva algo de ti. Vivencias se llevó toda la ilusión de la primera vez, Generaciones, el qué está pasando en el flamenco, Puntales, toda la efusividad de mi evolución como bailaor; Puertas Adentro, las entrañas; Pasión y Ley, la admiración y el querer dar un paso más. Todos tienen algo”. 

Para él, cada uno de sus espectáculos “me han devuelto algo, aunque unos más que otros. Por ejemplo, ‘De Cai, el baile’ me devolvió poco porque dejamos de representarlo. Pasión y Ley no me devolvió todo lo que me había arriesgado. Cuando te arriesgas sabes que puedes ganar o perder, quizás no perdí nada, pero no gané lo que quería, que era desarrolar un vocablo nuevo para mí. El que más me ha dado es Vivencias, porque me abrió las puertas y me consagró, y de ser bailaor me convertí en compañía y de las más requeridas. A todos tus hijos les das la misma educación, pero no todos se hacen médicos o abogados, aunque no por ello dejas de querer al que se te descarría”. 

Dieciséis años dan para mucho, y más aún para una compañía por la que han pasado infinidad de artistas y jóvenes que con el paso del tiempo han ido ganándose un nombre. En este sentido, la Compañía de Antonio El Pipa puede presumir de haber dado cobijo y formación a bailaores conocidos hoy en día, pero que antaño hicieron sus primeros pinitos bajo las órdenes del jerezano.   

La lista resulta interminable cuando hablamos de cantaores: José Valencia, Fernando Terremoto, El Torta, Tía Juana la del Pipa, La Cañeta, Enrique El Extremeño, Montse Cortés, Mariana Cornejo, El Quini, Manuel Tañé, Luis Moneo, David Carpio... ; guitarristas: Antonio Jero, Pascual de Lorca, Juan José Alba, Javier Ibáñez, Juan Manuel Moneo..., y más aún cuando se mencionan a los bailaores/as: Rocío Marín, Patricia Ibáñez, Mercedes Ruiz, María del Mar Moreno, Leonor Leal, María José Franco, Rosario Toledo, Ana Salazar, Macarena Ramírez, Juan Antonio Tejero, Miguel Ángel Corbacho, Isaac Tovar, José Trigueros, Raúl Ruiz, Cristian de los Reyes...     

Convertir su compañía en un vivero de artistas es para el bailaor “un orgullo porque a muchos los he visto nacer en el camino”. Además,  asegura congratularse de que “artistas como María del Mar Moreno, Mercedes Ruiz o Leonor Leal digan en sus currículos que estuvieron en mi compañía. No se puede negar lo obvio, sobre todo si has empezado con alguien, además, negarlo sería absurdo. Afortunadamente, no me siento desagradecido, creo que de todos ellos sigo teniendo una sonrisa en sus caras. Tampoco hace falta que vengan a agradecerme nada, porque cuando lo hice, lo hice porque quería”. 

Otra de las curiosidades de estos 16 años está en el vestuario que la Compañía ha conseguido conformar. El Pipa defiende a ultranza “el cuidado del vestuario” pues entiende que “no me puedo vestir de una forma cualquiera cuando quiero decir cosas. Así ha sido siempre porque considero que cada coreografía requiere un vestuario y cada baile requiere un color. Eso lo aprendí de los maestros, porque Antonio El Bailarín no salió nunca a bailar con un pantalón y una correa, ni con una camisa por fuera. A Antonio Gades nunca lo vi bailar con una chaqueta que podemos llevar ahora. Creo que Manuela Vargas no bailaba con camisones, ni he visto nunca bailar a Manuela Carrasco con un traje que sacó del armario. Siempre los he visto vestidos de bailaora o de bailaor, y en el caso de bailaor hablo de un pantalón de talle alto”.

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