José de los Camarones. Cantaor

"Hay que arriesgar cueste lo que cueste"

  • José Galán presenta Joyanka, su sexto trabajo producido por el Instituto Andaluz de Flamenco

Llega puntual y pide una infusión de manzanilla para beber. Trae bajo el brazo Joyanka, su sexto trabajo discográfico que en esta ocasión ha sido producido por el Instituto Andaluz de Flamenco. De hecho, el Palacio Pemartín, sede del Centro Andaluz de Flamenco, albergó el pasado miércoles la presentación oficial de un cedé en el que José Galán, José de los Camarones, vuelca sus vivencias y su particular forma de aprehender el cante. Preguntas y respuestas de un cantaor y filósofo.

—¿Cuánto hay de José Galán en ‘Joyanka’?

—Hay muchísimo. Hay 50 años de vivencias, de diálogo conmigo mismo en el que miro sobre todo mi condición humana, mis aciertos y mis errores. He dejado de estar cohibido por el sitio en el que nací porque me he dado cuenta de que pertenezco a una de las familias más nobles de la tierra, que se llama dignidad. Entonces no tengo por qué asustarme al recordar los barracones, las casas de lata, el balneario, San Telmo, la platea... Caramba, si pertenezco a una de las arterias principales para que los demás se pudieran civilizar. Jerez no es simplemente la plaza del Arenal, Santiago y la Plazuela. Todos somos válido y estoy contento y agradecido por las colaboraciones en una obra que ha brotado sola.

—¿Se puede comer hoy en día del cante yendo por derecho?

—Se puede sobrevivir. Hay catorce o quince cantaores, no hay más. Artistas, millones. Y buenísimos y son de respetar. ¿Pero cantaores en el sentido mental, espiritual...? Hay pocos. Gracias a Dios no soy artista, soy obrero del arte. Nos podemos automantener pero hay que desapegarse de los bienes materiales sin dejar de lado las obligaciones como padre, esposo, persona... Intento sobrevivir y si no se come con el cante, no hay problema: mis camarones y mis cangrejos.

—¿Hay que tener el carné en la boca para entrar en los circuitos flamencos?

—Para entrar en esos círculos hace falta sólo humildad, que ésta martillee los corazones de los grandes dirigentes que llevan todo eso. Se tarda más, es más difícil, pero al final se llega. La ilusión de mi vida es que mi cante entre en los teatros, en los colegios, llegue a las personas más desfavorecidas... No he creado nada pero llevo casi 50 años metido en el cante y no voy a forzar a nadie a que me quiera. Estoy vivo y doy gracias a la vida todos los días. No mendigo nada. Vivo en un cuarto de 20 metros que está lleno de amor. Que el resto haga lo que le parezca, pero muchos están enfermos.

—¿Hay flamenco sin arriesgar?

—No. Hay que arriesgar cueste lo que cueste. Una guerra no se gana sin sangre. Otro tema es que las guerras tendrían que ganarse sin sangre, a través del diálogo y la comprensión, del sentido común, pero como el género humano ignora tanto, por eso hay sangre.

—¿La verdad nos hace libre o la mentira te abre más puertas?

—La verdad nos hace libres. La mentira te va condenando poco a poco, y te va carcomiendo por dentro. Aunque finges no mentir. Y lo digo por experiencia. Mi propia conciencia luego me ha estado martirizando y me ha obligado a reconocer que mentía. Tengo valor de aceptar lo que no puedo cambiar.

—¿Hay mentira en el flamenco?

—Lo que hay es un orgullo que no va a ningún lado. Hay muchos actores muy mal formados. Cuando canto me olvido de mi ser, pienso en hacerlo con honestidad y automáticamente en mi interior se manifiesta una lucha interna a golpes entre el niño chico y el hombre viejo.

—¿Quién es el culpable de que hoy importe más vender discos y salir en la tele que ser uno mismo y cantar de verdad?

—El sistema y el propio artista en sí mismo porque éste ve la comodidad y entra en el juego. ¿Quién es el manipulador que manipula tantas manipulaciones? Todos participamos y esto empieza por el artista. De la noche a la mañana no se forma un artista. Y sobre todo lo importante es ser uno mismo. Mi alegría y mi pena son mías y solamente mías. Yo no puedo cantar con el dolor de Manuel Torre o  Mojama. Hoy la mayoría de las veces lo que hay son fotocopias y yo sugiero que si un chaval tiene interés en ser cantaor, lo primero que ha de hacer es descubrir quién es y a dónde va, y desde la honestidad seguir su camino.

—Si fuera cirujano, ¿de qué operaría al flamenco?

—De la hipocresía, del orgullo, de la mentira, de los vicios... Del corazón, al fin y al cabo. Tiro muchos muebles viejos que están en mi mente, y me duele, porque casi todo lo prohibido me gusta, pero tengo que abstenerme y utilizar el don de la incontinencia para seguir sobreviviendo.

—En ‘Joyanka’ está la raíz y también la pluralidad, ¿no es así?

—Hay un cúmulo de culturas y músicas que son las que nos recorren desde hace siglos. Expreso en ‘Joyanka’ mis vivencias y lo que humildemente puede ser mi verdad. Es una obra grabada para que quede para la historia, no es vendible a corto plazo, pero sí estoy contento de que va a estar en un santuario como es el Centro Andaluz de Flamenco. Con eso ya me basta.

—¿Usted se considera como un flamenco abierto?

—Totalmente. A mi preguntan las nuevas generaciones y les digo: ‘sí, picha,  la trompeta la has tocado divina, la guitarra eléctrica, divina... eres un monstruo...’.  Si lo sientes, te vas a las entrañas de la tierra y peleas contigo mismo, quitas las impurezas y, a partir de ahí, aporta lo que quieras. Eso sí, ojo con llamar flamenco a lo que es aflamencado. Hay que ser honestos y no tratar de engañar: ¡¡¡Di que no es flamenco!!! No quiero mencionar a los grandes, ya no hay que molestarlos más, pero no se puede seguir comiendo de la olla de los que ya no están e intentar matar a los que están. Alimenta a los que están.

—Dentro de dos semanas se celebra el Festival de Jerez y usted no ha figurado en ninguna de sus 16 ediciones, ¿Jerez es injusta con algunos de sus flamencos?

—La verdad es que sí. Conmigo están cumpliendo pero hay compañeros que cantan por derecho, como al que conocemos como el icono, a los que no lo llaman...

—Se refiere a Agujetas...

—Efectivamente...

—¿Hoy sólo se quiere lo políticamente correcto?

—Claaaro... El que se sale del sistema es un apestado. Ellos lo tapan y lo pintan de tal manera que se autojustifican ante un pueblo llano. A mi la historia no me dirá fuiste indigno porque sabiéndolo hacer, no lo hiciste. Si voy a mi casa, ¿para qué voy a llamar? Cojo la llave y abro. No me tienen que dar permiso para entrar en mi propia casa, por eso el cantaor flamenco es distinto al artista, que  está sujeto a lo que la sociedad y el sistema le quiere imponer en cada momento. Uno de los privilegios más grandes que tengo es cantar donde nadie quiere, en las cárceles, por ejemplo.

—Mira al horizonte y ¿qué ve?

—Optimismo y esperanza. Hay que ser positivos en la vida. Si probamos algo y no sale, vamos a intentarlo de nuevo. En los momentos de necesidad en los que estamos, todos tenemos que arrimar el hombro, pero todos, ¿eh? No te lo lleves tú todo y a mi me dejes ‘esmayao’... Necesitamos muchos indios y menos jefes.

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