De libros

Un bebedor lejos de la santidad

  • Seix Barral edita 'Karoo', una obra que bajo su deslumbrante cinismo esconde una insospechada ternura

Karoo pertenece a esa categoría de novelas felizmente rescatadas del olvido. Publicada en 1998, dos años después de la muerte de su autor, el norteamericano de origen serbio Steve Tesich, ganador del Oscar por el guión de El relevo y responsable de la adaptación de El mundo según Garp, entre otros títulos, no obtuvo entonces la resonancia que merecía el texto, a pesar de que la observación amarga y socarrona de la vida que reservaban sus páginas se ganó la admiración de autores como E. L. Doctorow o Arthur Miller. El redescubrimiento no se ha producido hasta el pasado año, cuando una modesta editorial francesa -Monsieur Toussaint Louverture- y el aplauso de los libreros galos, que le otorgaron el Premio Mémorable, destinado a reconocer el valor de joyas que pasan desapercibidas, dieron un nuevo impulso a esta ficción. En España ha sido Seix Barral quien la ha sumado a su catálogo, y desde el sello anuncian que próximamente otras editoriales publicarán el libro en otros países de Europa. El destino ha querido que Tesich encuentre un (póstumo) final feliz para una ficción que precisamente reflexiona sobre las segundas oportunidades, la redención y la imposibilidad de reescribir los caminos que tuerce la vida.

Como toda propuesta rescatada del limbo, Karoo viene con un aura legendaria. Tal vez esa fama de obra maestra que algunos le atribuyen juegue en su contra -se ha comentado, nada menos, que es una de las mejores novelas de los últimos 50 años-, y puede que tampoco sea ese relato hilarante que provoca carcajadas continuas, como también se ha dicho: el humor que maneja Tesich, inteligentísimo, es demasiado sutil para ello. Pero Karoo posee un enorme hallazgo por el que se agradece su reivindicación: un protagonista deslumbrante, una creación fabulosa que revela la sabiduría que tenía del ser humano Tesich, capaz de perfilar a un hombre tan desagradable como conmovedor, tan mezquino como grotesco, y lograr que no obstante el lector se sienta reconocido en sus acciones.

Saul Karoo es un antihéroe que asumió hace tiempo su falta de talento pero que se ha ganado cierto crédito como reescritor de guiones y asesor que arregla películas que los estudios han arrebatado a sus directores. Él mismo siente que su vida personal se compone de esas "escenas infladas e innecesarias" que él suprime de los proyectos que llegan a sus manos. Es un tipo capaz de ingerir alcohol en cantidades desmedidas sin que logre achisparse siquiera, aunque crea que debe simular una curda descomunal para no inquietar a sus conocidos, habituados a sus monumentales borracheras. Karoo tiene otros tantos quebraderos de cabeza: el declive de su cuerpo le urge a buscarse un seguro médico del que carece, y en un plano más personal arrastra un matrimonio fracasado al que no pone fin con el divorcio, tampoco sabe cómo complacer a un hijo adoptivo que le demanda un cariño para el que está negado.

Es en todo su patetismo y sus limitaciones donde Karoo acaba resultando inolvidable: hablamos de un hombre capaz de buscarse desesperadamente una amante en una fiesta con tal de no tener que llevarse a su descendencia a casa e interesarse por cómo le van las cosas al vástago. "No era una cuestión de miedo a la intimidad", se justifica el protagonista. "En público estaba perfectamente dispuesto a mostrarme íntimo de forma indiscriminada. A abrirme y dar la bienvenida a la apertura de los demás. Pero estar a solas en un apartamento con una mujer, o con mi hijo, o con mi esposa, o con mi madre, siempre me daba la sensación de que estábamos esperando a que viniera a alguien más", dice.

Cuando Karoo decida implicarse en la vida de los demás y otorgar relevancia a una mujer a la que el mundo no prestaba atención, comprobará algo que ya intuía: que la vida no se puede reescribir y que avanza "por medio de corrientes al azar, caprichos y estados de ánimo (...), más por cambios de humor que por un argumento".

Karoo funciona como sátira de la codicia y la falta de escrúpulos del mundo del cine -en la que, imaginamos, Tesich volcaría mucho de su experiencia propia-, como crónica de la humanización de un personaje huraño y detestable y como reflexión desencantada de los inclementes recursos narrativos con los que la vida real escribe su historia. Tras la sonrisa cómplice que despierta su humor aparentemente despiadado, asoma -ahí reside la grandeza de Karoo- la compasión por la orfandad del hombre contemporáneo. No en vano, Saul Karoo sueña con escribir sobre Ulises: comparte con él la misma dolorosa deriva.

Steve Tesich. Trad. Javier Calvo. Seix Barral, Barcelona, 2013. 560 páginas. 19,90 euros (13,99, libro electrónico)

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