Cultura

Sobre la caballería errante

Anónimo. Versión de Isabel Yllera. Alianza, 2011. 233 páginas. 8,50 euros.

El propio Lawrence de Arabia cuenta que en su campaña de El Heyaz, luchando contra el turco, descansaba en su tienda leyendo la Muerte de Arturo de Thomas Malory y traduciendo a Homero. Es decir, que la aparente excentricidad de aquel aventurero inglés nacía, sin embargo, de una vieja tradición occidental: aquélla que va desde las aventuras de Odiseo a los caballeros de la Tabla Redonda. A este melancólico linaje perteneció el desdichado héroe de Tristán e Iseo; a esa estirpe soñadora y errante quiso pertenecer, sin demasiada fortuna, aquel oficial británico, vestido a la morisca, cuyas hazañas se celebraron en Londres por multitudes crédulas y entusiastas. La juventud actual quizá ignore que El señor de los anillos de Tolkien es una reescritura de la antigua literatura germánica. De igual forma, la hechicería de Harry Potter no es sino una vuelta de aquel prodigioso Merlín, hijo de una doncella y un íncubo, que sale en la Historia de los reyes de Britania. De ese fondo mitológico nacieron Arturo y Excalibur, Tristán y Sir Gawain, Ginebra y Lanzarote del Lago; de aquellas historias de violencia y honor, comunes a todo el planeta, surgen el bravo Chuchulain, los mitos celtas, "la materia de Bretaña" y este Tristán, cuyos amores con la bella Iseo fueron propiciados por una pócima irlandesa de irresistible efecto.

Según nos advierte Isabel Yllera, autora de esta versión, la novedad del Tristán e Iseo fue su impronta amorosa, que encamina a los amantes hacia un final desgraciado. Otras historias, como la de Ginebra y Lanzarote, o el propio Cuchulain, insisten en el carácter heroico de sus protagonistas. En el Tristán e Iseo, sin embargo, los castillos y bosques de Cornualles no son tanto el escenario de grandes gestas, como el paisaje de un amor grande y desventurado. Nueve siglos después, la belleza de la rubia Iseo, o un melancólico Tristán, siguen frescos y vivos en la memoria de los hombres.

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