Xlvii fiesta de la bulería

El cante de la tierra sí sigue vivo

  • Capullo rompe el hielo de una noche fría entre público y artista Antonio Agujetas, El Mijita, Los Moneo, Luis El Zambo y Jesús Méndez reivindican el cante más tradicional pese al ruido

En una noche en la que Juan Moneo 'El Torta' estuvo presente en todo momento, la XLVII de la Fiesta de la Bulería no pasará a la historia en cuanto a lo artístico. Las ganas y el arrojo que pusieron los protagonistas no tuvo nunca ese feeling necesario con el público, convirtiendo esta edición en una velada en fría y marcada por lo que acontecía alrededor del escenario. Precisamente por eso, por el miedo a que en cualquier momento saltara la chispa, la organización emprendió, a partir de una determinada hora, su particular contrarreloj con los artistas, tratando así de poner fin cuanto antes a la cita. ¿Qué ocurrió? Pues que jóvenes como Enrique Remache, Anabel Valencia y José Carpio tuvieran que cantar 'amenazados' por el tiempo cuando lo normal, porque para ellos ir a la Fiesta de la Bulería no ocurre todos los días, era haberles oído un poquito más. 

 

No fueron los únicos, porque a Luis 'El Zambo' también se le 'invitó' a cantar menos de lo estipulado, y al eco de Santiago apenas lo pudimos degustar durante veinte minutos. Si realmente había tanta prisa, ¿no hubiese sido mejor hacer un cartel más corto? Al final, como siempre, fueron los buenos aficionados los que se quedaron sin oírle y mientras unos estuvieron casi tres cuartos de hora sobre el escenario, otros tuvieron que ajustarse al tiempo casi obligados. El único indomable fue Capullo que a los continuos avisos sobre el tiempo de su actuación sentenció: "La multa la pago yo". 

 

Volviendo al balance general, la edición de 2014 resultó especialmente plana y sólo algunos destellos individuales rompieron por momentos el hielo y la barrera público-artista. Bueno, sí que hubo un quitahielos, Capullo de Jerez. No lo tuvo tan fácil como en otras ocasiones, quizás porque "mi hermano Torta", como lo recordó, se había encargado siempre de allanarle el camino, algo que el sábado tuvo que hacer él solo. Sin embargo, y a pesar de las dificultades, Miguel Flores Quirós (acompañado de manera sobresaliente por Diego Amaya) consiguió revolucionar el patio poniendo bocabajo la plaza del Mamelón. Si hay que ser exigentes con él habría que regañarle por ese empeño de utilizar el grito como recurso expresivo, algo que afortunadamente sólo es un comodín esporádico porque el sábado ofreció una nueva lección de cante y compás enlazando, a ritmo de bulerías, seguiriyas de Manuel Torre, malagueña de Chacón y hasta el cabal que popularizó El Serna, situaciones que sólo pueden hacer un artista como él. Al margen de sus ya clásicas bulerías por soleá y tangos, Capullo regaló su espontaneidad y letras que llegan, las que le sirvieron para cerrar la edición al grito de 'otra, otra' y con un público, ya al filo de las tres de la mañana mayoritariamente joven, entregado. 

 

Mucho antes, con rigurosa puntualidad, la viuda de El Torta y su hijo recibieron el homenaje de los asistentes en un acto muy emotivo en el que se proyectó un vídeo del desaparecido cantaor. Seguidamente fue la familia Moneo la que acaparó el protagonismo de la escena. Hasta tres generaciones se congregaron en el Mamelón para defender un sello propio, sello que, por desgracia, apenas se pudo percibir por momentos (y no por el sonido que estuvo espléndido toda la noche) sino por aquello del ruido ensordecedor y el poco respeto del público al cante. Aun así, Barullo, Manuel y Luis nos dejaron una jugosa ronda de martinetes y todo un alegato, en pinceladas concretas, de cómo se tiene que cantar por soleá. Ya por bulerías cada uno tuvo su sitio, y tanto las voces femeninas de Rocío y Macarena Moneo, como las de Juan, Momo y Manuel Moneo Carrasco dejaron constancia de su aparición respaldadas por las acompasadas guitarras de Barullito y Juan Manuel Moneo. La única bailaora de la familia, Gema Moneo, arrancó los olés del público con una pataíta cargada de temperamento.  

 

Sin salirnos de La Plazuela, la voz rota de Antonio Agujetas acalló la plaza. Fiel a su manera de concebir el cante y con ese estilo tan personal, Antonio, que pidió "respeto" para su cante nada más salir, ofreció algunos de los mejores destellos de la noche. Se entonó por tonás-martinetes y con la guitarra de Domingo Rubichi, que lo subió en su soniquete para llevarlo de manera eficiente y grandiosa, avanzó por la soleá de Jerez y paró el tiempo en el cante por seguiriyas, acordándose de Manuel Torre, y rematando la faena con el macho atribuido al Tuerto de la Peña y que ejecutó con maestría. "Ole lo puro", le gritaba su hermana Dolores. Se despidió por fandangos, de nuevo ejecutando letras de Manuel Torre, y bulerías en la que los aires plazueleros y festeros se hicieron notar. Su quejío roto y su llanto 'agujetero' se ganó el aplauso.

 De la quietud de los Agujetas se pasó  a la fortaleza de Jesús Méndez, una garganta poderosa dispuesta a iluminar la noche. Trajeado, y acompañado por las palmas de Diego Montoya, Carlos Grilo y Manuel Salado, y la guitarra de Manuel Valencia, exquisito y templador como siempre, Jesús no modificó mucho su repertorio habitual empezando por alegrías y cantiñas. Fue alargar los tercios y encontrar respuesta, a modo de olé, en el público. Continuó por seguiriyas, con claro acento 'mairenero' y repasando estilos como el del Diego Marrurro y Manuel Torre, letras con las que puso broche a su actuación. Vocalizando con limpieza se adentró en los fandangos, otro buen trozo de regusto con reminiscencias de Chocolate, Caracol y Manuel Torre. El público agradeció su profesionalidad y cualidades y lo despidió en pie. Sin salirse del tiesto, el jerezano quiso dar su particular homenaje a El Torta haciendo el tema 'Su voz cantaora', en la que la voz de Jesús en directo se entrelazaba con la de Juan, un detalle, que sin embargo no surtió el efecto esperado. Si en otra ocasión hubiese sido una auténtica explosión, esta vez pasó casi desapercibido ante la frialdad de la escena. Su última añadidura fueron bulerías con una graciosa pataíta de Diego Montoya. 

 

Del cante más tradicional, al cante más vanguardista y rítmico de Diego Carrasco. El Tate, alabado por unos y criticado por otros, comenzó con un popurrí en el que hilvanó estrofas de 'Alfieres de Colores' con 'Cinco toreros'. Apoyado en el soniquetazo de la Carrasco Family Band, lanzó una puya con arte. "Recuerdo cuando de pequeñito venía aquí a ver a San Juan Bautista de la Salle, pero hoy no, hoy venimos a ver y a cantarle a San Juan nuestro, a Juan Moneo El Torta". Diego rescató letras de El Torta para meterlas por bulerías a su ritmo y se acordó de El Garbanzo, a quien los organizadores han obviado al igual que Diamante Negro, también fallecidos este año y referentes del cante de Jerez (menos mal que algunos como el propio Diego, Pepe Marín o José El Mijita, le rindieron su particular recuerdo). 

 

Antonio Rey y Remedios Amaya se sumaron a la fiesta, el primero poniendo los acordes de su mágica guitarra y la segunda, añadiendo esa elegancia y empaque que posee. La presentó como "La canastera de Dios" y pronto, con su irresistible acento camaronero, agrandó su figura en el escenario. Eso sí tuvo el detalle de dedicar una letra "para la gloria de El Torta". Los sones de 'José Monge Cruz' pusieron el colofón a una aparición extensa.

 

Llegó el momento de El Carpeta. Mientras su madre lo observaba con detenimiento frente al escenario, Manuel, el menor de los Farruco, estaba ante su estreno con picaores. Seguramente fue quien más empeño le puso de todos los que conformaron el cartel, no ya si cabe por las ganas sino porque se preparó a conciencia su aparición. Su propia voz en off recitando versos alusivos a Jerez sirvieron para presentar su baile por seguiriyas. Tiene feeling El Carpeta, y sus movimientos guardan el gen de un artista veterano en el cuerpo de un adolescente. Mejor por bulerías que por seguiriyas, Manuel se gustó y disfrutó sobre el escenario dando continuidad a una dinastía grande. Evidentemente, aún tiene cosas que pulir, pero eso lo da el tiempo y la experiencia, lo principal lo tiene. De su elenco destacó la voz del joven Ismael de la Rosa 'El Bola', un metal muy completo.

 

Fue entonces cuando a la organización le entraron las prisas, y el pato lo pagaron los menos influyentes. A pesar de ello, Enrique Remache, Anabel Valencia y José El Mijita dejaron constancia de su prometedor futuro. Enrique reivindicó el cante de Santiago de una manera seria y comprometida por soleá, Anabel sorprendió por seguiriyas desplegando toda la fuerza y casta lebrijana y El Mijita se destapó, con unos fandangos agujeteros, en especial el último, que levantó el vello a más de uno. Todos completaron su aparición por bulerías, en las que cada llevó el cante a su terreno. Esta vez la guitarra la puso Nono Jero, perfecto en el acompañamiento, como todos los tocaores que pasaron por el escenario.   

 

A eso de las tres menos diez, Luis 'El Zambo' y Miguel Salado salieron a escena. A 'El Zambo' se le vio en plena forma, tirando de garganta para amoldar su característica bulería por soleá. Como siempre, sacó su enciclopedia para engatusar al público, que se quedó con las ganas de disfrutar más de él. Nos quedan pocos como Luis y perder la oportunidad de escucharle durante más tiempo es pecado. Remató por bulerías, siempre con un Miguel Salado templando y esperando el cante, como debe ser. Su cante, con esas letras cortitas y acompasadas, elevó la temperatura del ambiente y levantó del sitio a Rafael Fernández, que brindó una pataíta de arte, ante la atenta mirada de Chícharo y Curro de Joaquina.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios