Cultura

Los chicos del coro convencen

  • El grupo que, ya cuenta con una bagaje, infundía respeto y admiración con solo colocarse en las tablas · Tras el descanso hubo guiños a villancicos y rancheras

Director: Nicolás Porte

Cuando alguien se acerca preparado de antemano con los cinco sentidos para disfrutar de un espectáculo donde un coro de niños y niñas ofrece al público una forma de entender la música, y cuando además se sabe que lo hacen desde la ilusión por la música, la melodía acaba por sonar con mayúsculas. Cuando además se aúna profesionalidad, técnica y disciplina el resultado acaba por rozar la perfección.

El recital de la coral de Saint Marc abarrotó el pasado martes el teatro Villamarta como buena prueba de la expectación que este grupo, y más en concreto esta forma de entender la formación musical, sigue creando allá donde se presenta. En un principio, y a los acordes de la Caresse sur l´ôcean la noche empezó a tornarse mágica. No en vano, esta banda sonora de la famosa película de Barratier que pudimos disfrutar hace unos años, es la pieza más conocida y, acertadamente, tiene la función de romper el hielo situando al espectador con la predisposición necesaria para este tipo de eventos.

El grupo del coro ya tiene un bagaje tal que por sí mismo infunde respeto y admiración con solo colocarse en las tablas. Además la fragilidad, la ternura y a la vez la disciplina que se transmitía desde el escenario era el mejor decorado para una noche de voces limpias y claras y una puesta en escena digna de otras formaciones centroeuropeas. Nicolás Porte, muy en su papel, saca, en todo momento, partido de sus movimientos y consigue una dirección pulcra y sencilla del numeroso grupo de cantores. En todo momento controla el 'tempo' y, con el solo acompañamiento del piano afina gargantas y mezcla tonalidades de manera magistral.

En una primera parte, el repertorio se centró en piezas conocidas que resaltaron los matices de las voces blancas con algunas interpretaciones individuales que rozaron la perfección. Piezas religiosas como el Ave María lograron demostrar el enorme trabajo que se esconde tras este tipo de productos pseudocomerciales. No en vano deleitaron con varios momentos donde voces de tenores demostraron potencia en la octava central y mucha capacidad en los agudos, con inicio de diapasones incluso en el "si" de los barítonos.

Hubo además canalizaciones de sonidos tan limpias y continuadas que no se veían movimientos de mandíbulas ni de vientres donde los agudos de los tenores o los mezzosopranos parecían estar impostadas de una manera tan sencilla que ni la vibración de las cuerdas vocales ni la fuerza del diafragma parecían estar presentes. La naturalidad, la sencillez y la demostración de técnica vocal estuvieron presentes en todo momento. Tras el descanso de rigor, el ambiente se tornó más suave e incluso navideño, con piezas más ligeras y arreglos más actuales, pero sin bajar el listón en ningún momento. Guiños como el del villancico El tamborilero, o la pieza dedicada a Granada cantadas en castellano, o la internacional Let it be, y alguna ranchera en los bises haciendo partícipe al público lograron acabar la noche con un canto a la alegría y a las buenas costumbres. No en vano cuando el canto, la lírica y la música se presentan sin artificios, suelen lograr un éxito. El mismo que este tipo de espectáculo lleva cosechando sin más objetivos que deleitar.

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