FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA El Parque de las Ciencias de Granada acoge la inauguración de la extensión infantil

Tres clases de matrícula

  • Caballero Bonald, MagoMigue y Jordi Sierra I Fabra ofrecen en Granada lecciones magistrales a unos quinientos niños

Caballero Bonald, MagoMigue y Jordi Sierra I Fabra vencieron ayer a un enemigo de físico simplón pero energía inacabable. Cinco minutos antes del comienzo del Festival de Poesía para Niños en el Parque de las Ciencias, los globos eran los reyes de todo. Pero comenzó la función y la poesía fue el único objeto volador.

Quinientos niños asistieron ayer a una clase que difícilmente olvidarán. Algunos de ellos iban a recibir un importante diploma, un diploma gracias al cual han publicado sus poemas en un libro junto a Claribel Alegría, Luis García Montero, Benjamín Prado o Jorge Boccanegra. Pero más importante si cabe fue otro premio que recibieron casi sin darse cuenta: tres lecciones magistrales que dejaron a muchos con la boca abierta.

José Caballero Bonald fue el maestro de la cordura. Subió cargado de experiencia al micrófono y les dijo algo muy sencillo. El premio García Lorca de Poesía les aconsejó ser siempre libres. "La poesía hay que elegirla libremente. Si algún libro no os gusta, dejadlo y elegid otro". El escritor jerezano se asombró de que más de 600 niños se hayan presentado al concurso que convoca la extensión infantil del Festival de Poesía: "La poesía es algo que queda lejos para los niños. Estos premios hacen pensar que algunos de ellos serán famosos algún día".

Entre esos futuros escritores se encuentran los diez que ayer subieron al estrado a leer los poemas ganadores: Diego Muñoz Cobo (por Soledad); Pablo Enrique Hernández (Comienza la primavera); Nuria Márquez (Mis colores); Antonio Estévez (La primavera); Alejandro Gonzalo (Los pájaros); Ana Delgado (¡Ay! quién fuera pez); Carlos Vargas (A mi madre); Ernesto Juliá (Triste realidad); Claudia G. García (Gota de rocío) y Mario Ratia (Si tú te vas).

Todos recibieron el premio con el intento de poesía que hizo MagoMigue: "Me palpita el corazón como una patata frita". Su clase fue la del maestro que cae bien desde el principio. Que se mete a la clase en el bolsillo con una facilidad abrumadora. El maestro que los deja anonadados con trucos de monedas pasando de un brazo a otro o colándose en un vaso tapado gracias a la telequinesia o quien les cuenta que la poesía está en todas partes. También en la magia.

MagoMigue subió al escenario a Fernando Valverde (que dirige el Festival Internacional de Poesía junto a Daniel Rodríguez Moya). Le puso una chistera e intentó que le siguiera en un truco con "alianzas de matrimonio de elefante", cinco aros que enlazaba y desenlaba como quería.

Después de él, subió el maestro más contundente y enérgico. Sierra I Fabra utilizó la misma claridad que utiliza en su escritura: "Quien no lea es tonto del culo". Su clase fue la más visceral. La más elocuente. La más pasional. Contó a los niños que antes él era tartamudo. Que en su colegio todos se reían de él cuando el maestro lo sacaba a la pizarra y le preguntaba cuánto era 2x2 porque sabía que los tartamudos pronuncian con muchísima dificultad las -c, las -p y las -t. Un día decidió reciclarse. Comprendió que "escribía sin tartamudear" y gracias a aquel descubrimiento se convirtió desde los ocho años en un escritor pese a las reticencias de su padre. "Mi padre me decía que este país era un país de burros y que no ganaría dinero con esto. Pero yo no quería ser ni rico ni famoso. Yo quería ser escritor". "Un día, una maestra nos pidió que llevásemos una redacción de cuatro páginas. Yo hice una sobre un marciano que venía a la tierra y me dijo que nunca sería escritor. Que dejase de soñar". Tuvo el efecto contrario: "Ese día decidí escribir". A los 12 escribió su primera novela de 500 páginas. Hoy lleva ya más de 300 libros. Su único secreto: "La cultura es absorber todo. Sed esponjas", les dijo a los niños. Él es un gran ejemplo. "Yo soy una antena parabólica con patas".

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