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Cómics

Una cura de estrés

  • El 'Daredevil' del rockero Mark Waid plantea una fórmula efectiva: dar al lector un trabajo honesto que sabe combinar tradición y modernidad.

Red Sonja. Relatos salvajes. VV.AA. Panini. 168 páginas. 15 euros.

A sus 50 años, el viejo rockero Mark Waid no se cansa de impartir magisterio en el arte de escribir tebeos de superhéroes. Su Daredevil se cuenta entre los títulos más interesantes publicados actualmente por Marvel, con una fórmula sencilla y efectiva: darle al lector un trabajo honesto, que bebe en la tradición y el espíritu de siempre, sin renunciar a un tono decididamente moderno. En la configuración de dicho tono tiene mucho que ver la deliciosa estética exhibida en la cabecera desde su número 1, y de la que las impactantes portadas de Paolo Rivera son el mejor ejemplo. Tras el acertado concurso del propio Rivera, Marcos Martín, Emma Ríos, Kano y Khoi Pham, un nuevo nombre viene a sumarse a la estupenda lista de dibujantes en este tercer tomo recopilatorio: Chris Samnee, al que el prologuista Julián M. Clemente caracteriza como "genio de la línea precisa, del trazo limpio y de la narrativa elegante". Hay aquí también un episodio dibujado por el siempre terso y atractivo Mike Allred, que parece haber hallado acomodo permanente en la Casa de las Ideas, para gozo de los aficionados.

Calor es más grueso que los dos anteriores volúmenes de la colección 100% Marvel consagrados a esta nueva etapa de las aventuras de Daredevil. En lugar de los seis episodios americanos habituales, el presente libro compila diez números, los 12 a 21 del volumen 3 de Daredevil, con fechas de portada que van desde julio de 2012 hasta febrero de 2013. La cosa comienza con un divertido interludio que profundiza en la relación entre Matt Murdock y Kirsten McDuffie, la ayudante del Fiscal del Distrito, toda vez que presenta una anécdota desconocida de los tiempos en que los jóvenes Murdock y Foggy Nelson estudiaban Derecho y compartían habitación. Sigue la rápida conclusión de la saga del Disco Omega y un peligroso viaje de Daredevil a Latveria, que se desarrolla en varios números, sin pausa y con numerosos giros argumentales, como solía ser norma en otro tiempo en los cómics Marvel. Para solventar los graves problemas físicos que acarreará la visita al país del Doctor Muerte, el superhéroe ciego necesitará la ayuda de Iron Man, el Doctor Extraño y, sobre todo, el Hombre Hormiga. La excursión de este último al interior del cerebro de Daredevil es un buen ejemplo de la estrategia narrativa de Waid, que regurgita motivos clásicos de la editorial sin que estos pierdan validez y sin lanzarse llana y descaradamente a eso que algunos llaman homenaje y es en realidad simple falta de imaginación.

El último arco argumental de Calor comienza después del citado número de Allred -otra mirada al pasado de Murdock y Nelson- y trae tintes macabros y sombríos a una etapa eminentemente luminosa, en la estela de los viejos episodios de Conway o Gerber. En este tramo final se presenta el villano Coyote, que hace suyos los poderes de un malo de tres al cuarto, la Mancha, para separar literalmente a Daredevil de su cabeza, en una divertida vuelta de tuerca sobre las idas de olla que han acompañado al personaje desde la época de Miller. Pero eso eran otros tiempos.

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