Así canta nuestra tierra en navidad (III)

El despertar de La Macanita y un volcán llamado Paquera

  • Para la historia. Los volúmenes cinco, seis y siete recogen grabaciones para el recuerdo y contribuyen a afianzar los lazos de unión entre los diferentes miembros del Coro de la Caja

 Después de cuatro años de duro trabajo y una vez asentada la colección, 1986 llega con aires nuevos para Así Canta Nuestra Tierra en Navidad. El tradicional Coro del Aula de Folklore de la Cátedra de Flamencología pasa a llamarse Coro de Villancicos de Parrilla de Jerez. Será un paso previo a la denominación definitiva, pues dicha nomenclatura solamente permanecerá vigente durante ese año, ya que a partir de 1987 el grupo se llamará ‘Coro de Villancicos de la Caja de Ahorros de Jerez’. 

Con prólogo de Antonio Murciano y portada de Joaquín Cañete Babot, la quinta entrega de la colección continuará con la dinámica planteada dos años antes, es decir, la de contar con un artista invitado. Si en la primera propuesta el elegido es Manuel Soto ‘Sordera’, para la segunda, el nombre propio es el de Cayetano Fernández ‘Nano de Jerez’. 

Nano pondrá la nota de color a una grabación que mantienen la tónica de los volúmenes anteriores, es decir, la de la adaptación de antiguos romances y tonadas. En esta ocasión, se adapta el Romance del buen mozo arriero (que en el disco se denomina Camino de naranjales), la Tonada de los picapedreros (que en el disco se llama Madre, yo quiero ir al puente), el villancico del Ta-ran-tán y algunas chuflas de Arcos, todas bajo la supervisión del propio Antonio Murciano y Julio Mariscal. 

El denominado Coro de Villancicos de Parrilla de Jerez no sufrirá modificaciones en sus miembros, y al igual que en el volumen anterior serán Moraíto y Parrilla como guitarristas; Torrito, FernandoTorre y Ángel Vargas en las voces masculinas, y Mercedes Fernández, Mari Carmen García y La Macanita en el plano femenino. Gregorio Fernández volverá a ser un año más el encargado de los jaleos y la zambomba.

Como de costumbre, los meses previos al verano se convertían en un reguero de artistas hacia la calle Campana, domicilio de Manuel Parrilla. Tomasa ‘La Macanita’ recuerda aquellas tardes de verano “con mucho cariño. Manuel era muy insistente y nos tenía ensayando hasta los fines de semanas. A nosotros nos decía cuando llegaba el sábado: ‘Hoy no hay playa, a la playa tenéis que ir los lunes’”, comenta la cantaora con nostalgia.

“A los niños-continúa- no les dejaba ver el fútbol los domingos, y el Morao y Gregorio siempre intentaban darle las vueltas”, recalca.

“Yo personalmente aprendí mucho de Parrilla, sabía lo que podía hacer y siempre me dejaba algún villancico especial para que yo lo hiciera. A veces me temía porque yo siempre decía ‘ese villancico no me sale a mí, no va conmigo’, pero al final cuando escuchaba el resultado, él mismo me decía: ‘Ningún año te gustan pero al final mira cómo queda’”. 

La cantaora jerezana comenzó a trabajar en la colección con apenas 17 años de ahí que no oculte su agradecimiento al guitarrista. “Le debo mucho, porque me ayudaba y siempre se acordaba de mí para trabajar, ya no sólo en Navidad con el coro sino durante el año también”. 

Del maestro, Tomasa asegura que “ha sido un compositor como pocos” y reitera que “su implicación con este proyecto, como también pasa con Juan Pedro Aladro, fue importantísima”.

En capítulos anteriores ya hemos resaltado el nombre de Ana Parrilla, una persona que no aparece oficialmente en el elenco artístico de la colección pero cuyo papel a la hora de crear ambiente fue decisivo. Además de ella, “que veía de manera salteada, un año sí y al otro no”, comenta Gregorio Fernández, encontramos a otro personaje a tener en cuenta durante más de quince años. Nos referimos a Cristóbal Selma, el chófer del autobús que transportaba al coro desde verano para grabar en Sevilla hasta que llegaban las fechas navideñas. 

El propietario de la empresa Selma, todo un clásico del transporte en Jerez, cuenta que “estuve casi veinte años llevando y trayendo al grupo. Manuel (Parrilla) me llamaba siempre porque además sabía que a mí me gustaba mucho ese rollo”.

“Cristóbal era alguien importante porque no solamente nos llevaba a Sevilla sino que luego se metía en el estudio y nos ayudaba con el tema de los cascos. Estaba dispuesto siempre a echarte una mano, y bueno, se sabía los villancicos como uno más”, advierte La Macanita. 

De sus andanzas con “el coro de la Caja de Ahorros”, como él mismo denomina, están infinidad “de fiestas que se formaban cada vez que íbamos a los sitios. Yo iba con ellos por toda la provincia, porque después de sacar el disco siempre se hacían una serie de galas. Recuerdo una vez que viniendo de Algeciras paramos en una venta del compare de Parilla y allí estuvimos hasta las ocho de la mañana. El Nano formó una que no veas. Cosas así he vivido muchísimas”, continúa el chófer jerezano. 

   Pero para hablar de anécdotas debemos detenernos en la edición número seis de la colección. Siguiendo la tradición, Juan Pedro Aladro elige para este año, 1987, a Francisca Méndez Garrido ‘Paquera de Jerez’. Su presencia, avalada por su inseparable Parrila, sirve para revolucionar el patio, ya no solamente artísticamente hablando, con grabaciones históricas como aquel ‘Qué bonito está un sordao’ o ‘Tiene mi morenito’, sino también en el día a día de la colección. 

Su personalidad se hace patente en la grabación y su ímpetu cantaor convierte a este volumen en otro de los imprescindibles. Diez serán los temas que se graben para esta ocasión (La visitación a Santa Isabel ; Ya se van los quintos, mare; La Virgen y Santa Rita; Villancico del Leren; Villancico del amante; Tiene mi morenito; Qué bonito está un sordao; Manolito de los Reyes; Si al campo fuera; y Fiesta por bulerías).

Juan Pedro Aladro recuerda entre risas que “una vez se coló en el estudio de grabación con una caja de polvorones, y cualquiera no se comía uno. Imagínate en pleno verano en Sevilla y con más de cuarenta grados comiendo polvorones”, añade en referencia a Paca.

Otra de las anécdotas más curiosas de La Paquera la relata Pepe Torrano, técnico de sonido, quien guarda un tremendo cariño hacia la desaparecida cantaora. “De La Paquera puedo contar infinidad de anécdotas, porque era única, pero la que más me llamó fue la atención fue una durante un día de grabación. Al colocarse frente al micrófono era tal la potencia que tenía al cantar que para grabar teníamos que ponerle una silla delante del micrófono para que no se pegara a él y saturara el sonido”, recuerda entre risas.

“Al final, como era tan peculiar, cuando el villancico le hacía subir de tono se echaba hacia adelante, se apoyaba en la silla y los compresores del micrófono sufrían que no veas. Menos mal que había buena maquinaria y era maravillosa”, señala. 

Su comunión con Parrilla era perfecta, como se puede comprobar en el legado navideño realizado, y el resultado de horas de grabación, magnífico. “Todo pese a que no fue sencillo”, cuenta La Macanita. “Una de las veces hacía tanto calor que Juan Pedro Aladro tuvo que posponer su grabación hasta el día siguiente, porque no podía”, continúa.

Además, la cantaora de San Miguel tenía un inconveniente, “que no sabía leer ni escribir”, explica Gregorio Fernández, “por eso el trabajo de Parrilla en la adaptación de los villancicos con ella fue extraordinario”.  

El ejemplo de todo esto aparece en el villancico comentado con anterioridad ‘Qué bonito está un sordao’, donde se adecúa la letra a la personalidad de la cantaora. Así, si en la letra original se habla de ‘Qué bonito está un sordao/con los brazos en la cadera, se modifica hacia ‘Qué bonito está un sordao/con las manos en la cintura’. 

De su aportación, José María Castaño, investigador y crítico flamenco, resalta “no sólo era la fuerza, el volumen en la colocación de la voz, también ese compás natural y esa forma de expresarse en flamenco que únicamente son capaces de elevar quienes asumieron como ella una forma de ser y estar ante la vida que llamamos flamenco”.

Esta sexta entrega contará con el prólogo de Juan de la Plata, que regresa de esta forma a primera línea de la colección, y con la portada de Paco Toro. 

Al año siguiente, 1988, encontramos una novedad para el futuro dentro de la colección, incorporación a la dirección artístico de José María Álvarez Beigbeder, una persona que durante años trabajará codo con codo con Parrilla y Juan Pedro Aladro, primero él y posteriormente, a partir del volumen nueve, su hijo, David Álvarez Beigbeder. 

El principal cambio en este volumen siete será la inclusión de nuevas voces en el ya denominado Coro de villancicos de la Caja de Ahorros de Jerez. Lo harán de forma momentánea, ya que suplirán a Fernando Torre y Tomás Torre ‘Torrito’, que volverán años después, y de manera definitiva en el caso de Mari Carmen García. Los tres nuevos integrantes serán José Méndez, Juañares y Consuelo Rodríguez. El resto del elenco seguirá intacto.

Al igual que ocurre en el cuarto disco, de nuevo desaparece la figura del artista invitado, dando pleno protagonismo al coro. Con prólogo de Caballero Bonald y portada de Pedro Carabante, varsios son los villancicos que destacarán en esta edición. Uno de ellos será el ‘Niño Chiquetito’ de Ángel Vargas,  y otro el Orillo, orillo que interpreta de manera espléndida La Macanita, sin olvidarnos de Garbanzos Verdes, Que salga el toro y Ya estamos en el mes de mayo.

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