Cultura

El entrañable regreso al comienzo

  • El maestro Paco Cepero, cantando 'Gaditano soy', cerró anoche la gira con la que celebraba sus 60 años sobre los escenarios en el Teatro Falla

Ya saben, pocos humanos no caen en la tentación de volver al lugar del crimen o a aquellos viejos lugares en los que uno fue feliz, sin embargo, no todos salen airosos del encuentro con el pasado (¿que no es, quizás, el encuentro con el destino?). Paco Cepero, el gran maestro Paco Cepero, es de aquellos benditos escogidos que salen indemnes de esa cita que a todos nos espera con el paso del tiempo. Y lo demostró en la noche del jueves, en el Gran Teatro Falla, el lugar donde empezó todo, el punto cero de una cuenta que ya junta 60 años de lozanía y satisfacciones, muchas, para el guitarrista y compositor jerezano, y para todos los aficionados a este arte grande y ancho donde todo cabe pero no todo destaca. Él, sí.

Volvió Paco Cepero, como en el tango de Gardel (pero sin nieves ni nostalgia, con purito futuro en sus ojos), al escenario en el que debutara como Paquito Cepero hace seis décadas. Con él, amigos artistas que formaron parte de su pasado, de su presente y del porvenir (porque todavía queda por venir), para rendirle pleitesía en una noche que se desplegó durante tres horas y media.

Arte, maestría, disciplina, y amor, amor sin ojana, de ida y vuelta, entre Cepero y los artistas invitados, entre el protagonista y el público y, más importante, entre esta leyenda viva del flamenco y su guitarra, la que toma con delicadeza (qué nos gusta ver cómo Paco coge la guitarra, con qué elegancia la trastea y la siente) para arrancarle los secretos de este misterio del arte. "Dijo una noche Paco Alba en El Cortijo de los Rosales donde fui a tocar con Camarón, "señores, levántense que entra el bordón más flamenco". Hoy, Cepero le devuelve al creador de la comparsa un Domingo de Carnaval, un tanguillo que suena donde tiene que sonar, en el templo del tango, dentro del rosario de creaciones propias que el maestro interpretó en la primera parte de la noche, la mitad en la que la guitarra fue el centro.

Escoltado por las sonantas de Paco León y Diego Amaya ("un guitarrista con personalidad y con pelo lo que no hay en los escritos", qué ánge Cepero) y la violinista Sofía Quarenghi, el homenajeado desgranó algunas de sus célebres composiciones como Cartuja, Plazuela, Estrella de mar o Varadero en un comienzo de la noche en el que los asistentes (el Falla a reventar) experimentaron el lujo de recorrer la vida del maestro de su propia mano.

Porque no estuvo Cepero corto en presentaciones ni anécdotas (en lo de tocar imagínense, largo y caro; punzante y dulce; entrañable y sereno) durante este abrazo con el Falla que terminaba, como no podía ser de otra forma, con su rumba Aguamarina y, un regalo, su voz acompañando a sus manos en Gaditano soy.

Pero antes... Antes quedaba tela... El cante como invitado pero, también, como muestra viviente de su influencia en varias generaciones de flamencos. Su pasado abriendo y cerrando esta galería de amigos con Juan Villar y el baile del Pipa, respectivamente. Ambos ofrecieron apenas unos apuntes de su sapiencia pero dejaron ciertos detalles de brillantez.

Su presente. ¿Qué les digo de la mágica noche? ¿Antonio Reyes deshaciéndose en la zambra que Cepero escribió para él? ¿Palomar devolviéndole por alegrías toda la sal y la mar en la que Cepero gusta inspirarse? ¿Marina Heredia sinuosa por tientos y tangos como aventajada alumna de la acompasada dulzura que nos lega el maestro?¿Qué les cuento?

Su futuro. Con la inesperada visita sobre las tablas de Laura Gallego, un portento vocal para la que el compositor crea Vintage, un disco del que la artista nos ofrece Vuelo de gaviota. Y con Samuel Serrano, ese insultantemente joven milagro del jondo, de metal afillao y de salvaje fuerza interpretativa en el que Cepero fijó su mirada (con total acierto) y al que regaló el debut discográfico con Dos caminos.

Con tal plantel, con tanta belleza (y tan distintas entre sí) que anoche ofrecieron estos artistas a Cepero y a los aficionados, casi nos olvidamos que ni La Macanita ni Pedro El Granaíno acudieron (a tenor de lo que decía el cartel) al encuentro con este especial aniversario y que sus ausencias se dejaron sin explicación.

Aun así, entrañable noche que cierra el círculo... Para abrir otro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios