Cultura

Los espacios de la realidad

La fotografía actual ha llegado, afortunadamente, a un segmento de justa sensatez. Atrás quedaron aquellos nefastos episodios donde todo era bueno, admitido por santones equivocados de la cosa artística que por encontrarse al frente de ciertos espacios de poder- centros de arte, galerías, facultades y, sobre todo, los sombríos promotores de una filosofía estética ininteligible -, abrían sendas absurdas por donde caminaban advenedizos fotógrafos sin saber muy bien dónde estaban. Eso posibilitó que durante mucho tiempo se potenciara una mala fotografía realizada por hacedores - que no fotógrafos ni mucho menos artistas - afectos al equivocado régimen por aquellos promovido y que sólo dejó una estela de, como mucho, aplastante mediocridad. Algo que causó, asimismo, estragos entre los pusilánimes artistas de otros medios que vieron en la fotografía un modo fácil de plantear el arte - así les fue -. Los verdaderos fotógrafos observaban incrédulos tales acontecimientos espurios y esperaban en sus cuarteles de invierno a que las tontas modas tuvieran su efímero recorrido y sucumbieran en sus propias inmundicias. Parece que tanto desconcierto se ha visto ampliamente moderado y la realidad ha impuesto su justa ley. Aquellos novísimos surgidos de la nada abandonaron, llevados por su propia incompetencia y la fotografía buena volvió a reflejar su positivo creativo.

Ricky Dávila, el fotógrafo bilbaíno, ha sido un artista comprometido con la buena fotografía y, por supuesto, ajeno a las veleidades de los intereses de aquellos momentos. Su trabajo ha estado presente en los espacios más significativos de esta tendencia creativa y ha sido destacado unánimemente. Sus series - "Todas las cosas del mundo", "El cuento de un idiota", "Ibérica", "Manila", "Retratos" o "Nubes de un cielo que no cambia", entre otras, han sido hitos en su carrera artística y han recalado en los más selectos foros de la fotografía moderna. Por eso, el Palacio de la Diputación se viste de gala para acoger una gran exposición fotográfica. En otros tiempos también lo hizo y fuimos testigos de grandes muestras de lo más selecto de la modalidad - Alberto García-Alix, Humberto Rivas, Ciuco Gutiérrez, Pérez Siquier, Juan Carlos González-Santiago, Jesús Micó, Lola Gutiérrez, entre otros muchos -. Ahora llega la muestra que el artista vasco realizó con la realidad social de la ciudad de Bogotá como especialísimo centro de interés. En sus cuarenta imágenes nos encontramos con una sociedad con muchos puntos de vista, siempre sin un hilo conductor y dejando actuar a la propia sociedad como modelo implicado en una escenografía donde nada queda supeditado a estereotipos estancos, sino que cada cual, cada personaje, cada escena, sucumbe a su propio relato existencial.

La obra de Ricky Dávila no deja indiferente, por su objetivo pasa el más concreto e inmediato posicionamiento social, sin alteraciones ni desvirtuaciones compositivas; todo está dejado a su contundente carácter expresivo. Los personajes dejan de ser elementos circunstanciales de una realidad concreta para adoptar modos expresivos y representativos de un relato social a los que ellos acuden sin interferencias ni, mucho menos, afectaciones estéticas; sólo mostrando su papel real de una historia a la que han sido llamados a pesar de ellos mismos.

Muy buena exposición la que ha conseguido Eduardo Rodríguez para seguir manteniendo el posicionamiento de uno de los espacios expositivos más importantes que existen en la provincia de Cádiz y que, a pesar de lo que está cayendo, mantienen su status poderoso donde el arte contemporáneo se sucede sin solución de continuidad. La obra de Ricky Dávila nos envuelve de bello sentido real, de un relato, sin vuelta de hoja, donde cualquier elemento extraño puede sucumbir en un estamento de imposibles.

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