Cultura

Cuando la expectación se convirtió en realidad

Desde hace unos años, de forma incesante, David Saborido ha demostrado su infinito afán por querer llegar. Ha generado mil y una experiencias, ha desarrollado una buena labor instructiva con sus numerosos alumnos y ha vivido en permanente búsqueda, ansiando poder andar con suficiencia el camino que él, de seguro, sabía que existía. Quizás los misteriosos hados que rodean lo artístico no han contribuido a que su posición de absoluto creador en ejercicio se consumara como se debiera; también esta ciudad determinante y esquiva ha contribuido a que su diáfano horizonte no fuese asumido como era de esperar, tampoco los escenarios artísticos de la ciudad han fomentado el camino adecuado para que su trabajo tuviera la acogida que se merecía. Sin embargo, Saborido siempre ha estado ahí. Ahora, después de breves comparecencias, presenta su obra en Lérida y, sobre todo, prepara, una oferta expositiva, sustanciosa y creemos que con trascendencia en una sala importante de nuestro entorno.

La exposición leridana nos sitúa en esos compromisos de la más pura plasticicidad en la que actualmente se encuentra inmerso un David Saborido mucho más maduro, con los complejos resortes de la profesión asumidos y sabiendo manejarse con soltura por los entresijos de un arte que requiere mucho más que la fortaleza plástica que uno pueda poseer. Su trabajo convence; asume las dificultades de la gran pintura abstracta y sabe transmitir unos modos y unos medios diferentes. A David Saborido los grises siempre le han atraído. Me acuerdo cuando en sus comienzos trataba el potencial plástico que se desprendía del material radiográfico. Desde ahí ha evolucionado, buscando nuevos elementos conformantes, tratando los pigmentos puros como fuentes generadoras, acudiendo al papel determinante de la fuerza expresiva que se desprende de la mera materialidad; jugando con la ausencia del color, o con los planteamientos nonocromos - faceta esta en la que se encuentra tremendamente a gusto y sabe sacarle todo el poder trascendente de los grises, que él los convierte en dominadores -, en definitiva, actuando como pintor pintor, manipulador de la fuerza material que encierra la realidad plástica y abriendo los horizontes de una pintura en la que existe muchos más medios que los que la mirada asume.

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