Cultura

Ni el agua ni el frío pudieron con el festival de la Escuela de Jerez

  • Éxito artístico y de público en la clase práctica celebrada en Chapín a beneficio de los sin techo y necesitados que atiende el comedor social ‘ElSalvador’

La mayor determinante del festival de ayer en Jerez Chapín no fue el marcador de orejas sino el barómetro. Aquello no parecía Chapín sino Valdemorillo, dado el calibre del meteoro que azotaba a los sufridos espectadores y a los toreros. Agua y frío, puyazo e isobara.

Ante la fuerza de los elementos, la heroicidad y estoicismo de todos fue ejemplar. La Escuela de Tauromaquia de Jerez había organizado este festival, en su sede escuela, a beneficio de los sin techo y necesitados de Jerez, atendidos en el comedor de El Salvador. El público respondió llenando la plaza y aguantando hasta el final, los toreros no achantándose pese al evidente peligro del resbaladizo suelo, y las cuadrillas y asistencias cediendo sus honorarios para la causa. Para mayor encomio no se olvide que ayer era muy duro ser mozo de espadas o ayuda, porque ternos, trastos y trebejos quedaron perdidos de agua y barro.

Ni que decir tiene que los ganaderos aportaron también lo suyo en la balanza, donando novillos para el éxito artístico y carnes para el balance económico. O sea, que el éxito del festival, azotado por el temporal, fue un esfuerzo de muchos, más bien de todos.

 Por eso hablar de orejas y rabos o matizar embestidas es arte inútil en un acontecimiento como este, en el que todos han dado el paso adelante con tanta entrega. Desde la música hasta los políticos: por un lado la banda del maestro Domingo Díaz se tuvo que refugiar a tocar bajo el tendido, del agua que caía; y del otro, tanto la alcaldesa de Jerez como el delegado del Gobierno Andaluz en Cádiz, resistieron hasta el final, como debe ser, y es que salir corriendo ante cuatrocientas mil gotas era, además de una tentación, cuestión de supervivencia.

Francisco Ruiz Miguel lidió un novillo de su ganadería. El torero cerró una actuación con la raza y sitio de sus más aguerridas temporadas, moviéndose en la cara del toro como si anduviera por la calle Real de la Isla. Espartaco también desorejó a su novillo, donado por Santiago Domecq Bohórquez, y se le vieron momentos de mucha calidad con la zurda, templando con la mayor soltura en una faena de toreo fino.

Juan José Padilla fue el otro fenómeno meteorológico de la mañana. El nuevo “Ciclón de Jerez”  salió como siempre: a darlo todo, incansable y entusiasta en todos los tercios ante su novillo donado por “Torrestrella”. No se le puede pedir más. Salvador Vega tuvo en suerte un novillo donado por Lola Domecq, estirándose con clase y recetando una de las estocadas de la mañana, dejando unas dobladas muy toreras. Igual que Padilla, cortó dos orejas y rabo.

Jesuli de Torrecera, que entró en el cartel por la vía de la sustitución de Javier Conde, volvió a sorprender ya que trasteó con el brillo y la soltura profesional de quien tiene muchos números en el cuenta kilómetros. Muy bien el torrecereño también, con mucha seguridad en la jurisdicción del toro, y que paseó el rabo de su oponente de “Lagunajanda”.

Cerraron plaza dos novilleros, antiguos alumnos de la escuela organizadora, el gaditano Fran Gómez y el isleño David Galván. El primero había traído a muchos aficionados de Cádiz y el organizador del festejo junto con Antonio Lozano, Eduardo Ordóñez, nos dijo que la organización había vendido más de dos centenares largos de entradas en su natal  Cádiz. Galván, por su parte, atrajo a no pocos taurinos ya que está dando que hablar. Ambos pusieron el debido broche artístico al festejo con reses de Salvador Domecq y de Marqués de Domecq, respectivamente, ya muy cuesta arriba por arreciar el viento y el frío. Ha valido la pena.

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