Diario de las artes

La gente de La Pepa

LA exposición que ocupa el claustro de la Diputación Provincial es un guiño jocoso a la historia que transita alrededor de las efemérides que, ahora, llena de fastos -o pseudofastos- la ciudad de Cádiz. Como todo no iba a ser seriedad, rigor historicista y exuberancia intelectualoide, se ha buscado una muestra que llena de frescura los ambientes de este bicentenario que, hasta ahora y salvo muy honrosas excepciones, poco desarrollo deslumbrante ha ofrecido. Por tanto, esta muestra de Andrés Vázquez de Sola va a ser la anécdota feliz en una programación expositiva que no deja de ser cortita para tanto como se esperaba.

Hay que comenzar planteando que el caricaturista campogibraltareño goza de una bien ganada fama entre la profesión de la faceta humorística. Con una trayectoria larga y fecunda, sobre todo, más allá de nuestras fronteras, donde fue encumbrado en una tendencia difícil y controvertida por esas cosas pacatas que, muchas veces, anima lo artístico y por lo cuales, algunos se empeñan en establecer categorías creativas, dejando a lo que hace Vázquez de Sola en meros argumentos de un Arte poco considerado. Equívocos, una vez más, por parte de los santones del arte que, lejos de aportar claridad, crea confusión y desajustes.

A Vázquez de Sola se le organizó una exposición hace unos años que fue el espaldarazo definitivo para que su trabajo -y él mismo- se diera a conocer para el gran público. Fue una muestra en la que surgió el artista, su impresionante capacidad de síntesis y la fortaleza expresiva con tan pocos elementos estructurales. Además, nos ofreció toda una galería de ilustres personajes gaditanos, de ayer y de hoy, que patrocinaban una historia completa de este viejísimo rincón con quien el transcurso del tiempo no ha sido demasiado cruel.

Con motivo de los acontecimientos que conmemoran lo ocurrido en torno a aquel 1812, donde en Cádiz se escribió una historia de intenciones sociales beneficiosas para un pueblo que, curiosamente, estaba siendo, al mismo tiempo, bombardeado y acosado por las tropas napoleónicas. Ahora realiza un recorrido por la memoria de aquellos ciudadanos -algunos con mucho de sujetos impresentables-, que de forma mediata o inmediata, tuvieron que ver con aquel Cádiz donde se firmó La Pepa, hecho fundamental para la historia y el devenir existencial gaditano.

Andrés Vázquez de Sola vuelve a situarnos ante una galería de retratos, tratados con ese reduccionismo esencial que extrae el gesto expresivo y que nos oferta el conocimiento más completo del personaje, al ser mostrado no sólo con los rasgos exagerados de su personalidad, sino con toda una serie de elementos que tienen mucho que ver con la propia existencia del caricaturizado.

Personajes constitucionales, ciudadanos representantes del momento descrito, ciudadanos sencillos, ilustres, protagonistas todos de la historia -los que la escribieron, los que la sufrieron y los que intentaron cargársela-, así como otros que, en la lejanía, dejaron su huella por completar el escenario o porque se encargaron de difundir, de laguna forma, el hecho -así encontramos la caricatura de Pemán, cuya relación con la Constitución del 12, fue por haber escrito una obra titulada 'Cuando las Cortes de Cádiz', que tocaba tangencialmente la realidad histórica-.

Estamos, pues, ante una muestra muy a contracorriente, que trae frescura y provoca una sonrisa, al viciado ambiente reinante. No es lo máximo, pero sí, al menos, sirve para enfrentarnos, de manera festiva, a muchos de los que hicieron posible aquello que ahora se conmemora.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios